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El Islamismo, un dilema para el mundo

Escrito por Portal Empresa

Con él compartimos su reflexión y mirada acerca de las transformaciones geopolíticas en territorio árabe-musulmán; la confrontación entre los Sunni y los Shía, en un espiral de violencia sin solución; y la aparición de los Issis, conformando un Estado Islámico que llena de preocupación a la región y a todo Occidente.

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Khatchik DerGhougassian es PhD de Estudios Internacionales de University of Miami (Coral Gables, FL, Estados Unidos), y se desempeña como profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés y en la Universidad Nacional. de Lanús

“El islamismo, en sus dos vertientes Sunni y Shía, constituye un fenómeno moderno en el mundo árabe-musulmán, aun cuando se formuló como resistencia y alternativa a la modernización secular”,

De origen libanés, Khatchik llega a Buenos Aires en 1987, con las expectativas de una oportunidad laboral y sin hablar una palabra de castellano. Los años fueron pasando y la conexión con el país profundizándose, afianzando sus raíces en “una Argentina que no deja de tener problemas, pero que me encanta”.

Su formación académica lo encuentra hoy como profesor de carrera en el área de las Relaciones Internacionales. Innumerables escritos y disertaciones son parte del trajinar de este estudioso de la realidad y de la proyección de un Medio Oriente convulsionado por luchas internas, y por grupos extremistas islámicos que han traído la muerte indiscriminada y la destrucción del patrimonio histórico de esta región.

El Estado Islámico es hoy una de las principales preocupaciones de la agenda internacional.

De hablar pausado, dándole entidad a cada palabra de una lengua que hizo suya, este encuentro nos permite compartir sus ideas y su mirada…

Khatchik, muchos señalan a la Guerra de los Seis Días (1967) como punto de inflexión en el Medio Oriente y de nacimiento del islamismo como vertiente ideológica y mili-tante del Islam.

DerGhougassian: – La victoria militar israelí en 1967 provocó la crisis terminal del proyecto nacionalista panárabe y el auge paulatino, pero seguro, del Islam como “la solución” al fracaso del proceso de la modernización secular conocido como Al-Nahda, que había comenzado en el siglo XIX. Sin embargo, en los siguientes diez a quince años, son los palestinos, y más precisamente la Organización de Liberación Palestina, los que tomaron protagonismo en la escena internacional, y la Causa Palestina va a seguir siendo central en la agenda de los países árabes.

En pocas palabras, la década de los setenta se caracteriza, por un lado, por el protagonismo muy visible de los palestinos, con un marco ideológico de nacionalismo tercermundista; pero, por el otro, la expansión como una “fuerza profunda” del islamismo, aún en su etapa organizacional muy inicial.

Los atentados en Siria contra el régimen, el asesinato de Sadat, la derrota y expulsión de la OLP del Líbano por Israel en 1982 pero, sobre todo, la guerra en Afganistán y, más adelante, la victoria electoral del Frente de Salvación Islámica en las elecciones en Argelia en 1991 –y el golpe de Estado que pro-vocó la sangrienta guerra civil en los años siguientes– son los eventos que terminaron instalando el lema “El Islam es la solución”.

¿Se considera 1979 como un año bisagra en el proceso de transformación del Islam a un movimiento revolucionario y de poder?

– Sin quitarles importancia a los eventos mencionados, entre otros que prepararon el terreno y operaron como una “fuerza profunda” en las sociedades musulmanes, la fecha clave del auge del Islam en la escena internacional, y su transformación a la vez en un movimiento revolucionario, en un modelo teocrático-republicano y en un proyecto de poder, es justamente 1979. Es el año de dos acontecimientos que marcaron el debut de una nueva época histórica: la revolución islámica en Irán, y la invasión soviética de Afganistán que motivó el auge de la resistencia de los Muyahidín.

DerGhougassian: “Será un error ignorar la evolución transformista dentro del Islam que a menudo por prejuicio, por impacto mediático o por intencionalidad política queda en la sombra, mientras se magnifica el accionar de una minoría de extremistas”.

Es la resistencia a la ocupación soviética que al grito de «Yihad, Guerra Santa» movilizó a centenares de miles de voluntarios en defensa del Islam y asentó las bases de una red global de militantes –activismo político-financiero estrechamente vinculado a los aspectos tanto negativos como positivos de la globalización– y de una interconexión de políticas estatales con las luchas subversivas de actores no-estatales.

La revolución en Irán y la resistencia en Afganistán son procesos que nacen de dos proyectos o visiones distintas…

– Este es un detalle sumamente importante que, sin embargo, a menudo se desestima: la revolución islámica es Shía, la Yihad en Afganistán la lideraron fundamentalmente los Muyahidín Sunni. Esa división, inherente al Islam desde la muerte del Profeta y la lucha por su sucesión entre sus compañeros, se manifestó también, y quizá con mucho más pasión y furor, en el fenómeno moderno del islamismo.

No hubo nunca un único proyecto islamista, y no lo puede haber por la simple razón de que teológicamente no puede haber reconciliación o consenso entre la visión Shía y Sunni de la legitimidad de la sucesión del Profeta. El fin último del proyecto Sunni es la resurrección del Califato que es inaceptable para los Shía.

Aclaro que me refiero a las visiones teológico-ideológicas del islamismo; no se descartan ni alianzas tácticas, ni la vigencia de la razón de Estado en las relaciones entre los regímenes islámicos, y tampoco las iniciativas reformistas dentro del propio Islam.

En sus escritos plantea una doble perspectiva de fracturas internas e intervenciones externas para caracterizar las transformaciones geopolíticas del mundo árabe-musulmán.

– Sostengo que el islamismo, en sus dos ver-tientes Sunni y Shía, constituye un fenómeno moderno en el mundo árabe-musulmán, aun cuando se formuló como resistencia y alternativa a la modernización secular.

La lucha más importante del islamismo, por lo tanto, es en contra del Estado secular que se considera como una imposición del imperialismo occidental. En este sentido, el islamismo es relevante en primer lugar como una lucha interna que, sin embargo, se desarrolló en un contexto regional marcado por la persistente intervención extranjera –colonialismo europeo primero y en particular, desde la primera Guerra del Golfo en 1991, por la presencia militar estadounidense–.

¿Esta es la violencia que marca el Medio Oriente?

– Tal cual. Y es relevante fundamentalmen-te a la lucha por el poder y no al Islam en sí. Pues será un error ignorar la evolución transformista dentro del Islam que a menudo por prejuicio, por impacto mediático o por intencionalidad política queda en la sombra, mientras se magnifica el accionar de una minoría de extremistas.

De hecho, la desacreditación más importante de la violencia que se comete en nombre del Islam debe provenir de autoridades morales musulmanas y figuras respetadas para que la deslegitimación de los tergiver-sadores del Islam sea eficiente y no tenga éxito en el reclutamiento y radicalización de combatientes.

En la pura lógica de la Guerra Fría y la estrategia de contención, ¿Washington fomen-tó la Yihad?

-Diría que la administración de Reagan, en su momento, dudó poco en proporcionar a los Muyahidín las armas más sofisticadas, incluyendo misiles Stinger, para la guerra de guerrilla. El objetivo era combatir a la Unión Soviética, obligar el repliegue del imperio sobreexpandido según consideraron los “reaganistas” en su momento. Y hay que admitirlo, lograron convencer por lo menos a la opinión pública estadounidense, que apoyó la transferencia de armas a los Muyahidín.

La lucha contra “el Imperio del Mal” era el único objetivo. No se preveía que, años des-pués, los entonces Muyahidín y los “guerreros de libertad”, convertidos en terroristas, usarían estas mismas armas para derribar aviones civiles en otra Yihad, esta vez global.

¿Qué consecuencias trae a la región esta es-piral de violencia entre los Sunni y los Shía?

– Este enfrentamiento está redefiniendo las líneas de las fracturas geopolíticas en el Medio Oriente a lo largo de la llamada “media luna shía” –compuesta por Irán, Irak, Siria y el Líbano–, como advirtió el rey Abdulá de Jordania, en diciembre de 2005 en vísperas de las elecciones en Irak, bajo la ocupación estadounidense que terminó blanqueando y profundizando la sectorización de la polí-tica en el país. La preocupación del Rey por la “media luna shía” es también geopolítica porque domina lo que se conoce, históricamente, como la “creciente fértil”, el espacio de disputa y choque de imperios.

A ello se suma la amenaza ISIS, grupo terrorista que rompió lazos con la propia Al-Qaeda, logró formar un Estado Islámico (EI) y controla parte de Irak y Siria. ¿Podría describir a este grupo?

– El EI es una de las consecuencias de la transformación organizacional de Al-Qaeda luego de la ocupación estadounidense de Irak, cuando la organización islamista, pasada a la clandestinidad después de la des-trucción de su bastión en Afganistán, con la intervención militar en octubre de 2001 y el derrocamiento de los Talibanes, decidió crear sus filiales regionales en el norte de África, la Península Árabe y la Mesopotamia.

Originariamente, el Estado Islámico es una filial de Al-Qaeda. Cuando Abu Bakr al-Bagh-dadi asume su liderazgo rompe con Al-Qaeda, más específicamente con Ayman al Zawahiri, y funda el Estado Islámico en Irak y Siria, que luego de su victoria militar en junio de 2014 con la caída de Mosul y la considerable expansión en territorio sirio se renombra como Estado Islámico para proclamar el Califato.

¿Cuáles son los canales de financiación de este Estado Islámico?

– Son varias, pero en lo esencial se autofinancia porque tiene a su disposición las reservas petroleras que explota en el mercado negro. Pero no se descarta ni una financiación que provenía anteriormente de redes islamistas implantadas en distintas sociedades musulmanes, y tampoco el aporte de algunos actores estatales claves que lo usan por fines estratégicos e ideológicos.

¿Cómo vive Medio Oriente esta realidad?

– Depende de qué país estamos hablando, y a veces depende también de qué parte en el mismo país.

DerGhougassian: “Será un error ignorar la evolución transformista dentro del Islam que a menudo por prejuicio, por impacto mediático o por intencionalidad política queda en la sombra, mientras se magnifica el accionar de una minoría de extremistas”.

La situación es de desastre humanitario en Siria e Irak, donde se vive un proceso de limpieza religiosa y genocidio cultural.

El EI, y todos los grupos islamistas, amenazan a cualquier colectividad e individuo que no obedece las leyes que imponen en los territorios que controlan, sobre la base de una interpretación literalmente fun-damentalista del Corán y del Hadith–los consejos del Profeta; no escapan de su violencia ni siquiera aquellos musulmanes Sunni que no siguen esta línea de interpretación o a los que se les acusa de alguna blasfemia como, por ejemplo, los académicos que cuidaban las ruinas de Palmira y fueron ejecutados por colaboracionistas con el régimen de al-Asad. Pero son parti-cularmente vulnerables los Shía, a quienes consideran herejes, las otras minorías musulmanas como los Alawitas y Drusos y, sobre todo, los kurdos Yezidi y los cristia-nos, a quienes se les ha dado la alternativa de la conversión, del exilio, de un impuesto muy duro o la muerte.

Yemen y Libia también viven horas dramáticas…

– La situación es caótica en Yemen y Libia, de muy alta tensión en las fronteras del Líbano con Siria por el miedo de que la guerra se expanda hacia el país de los cedros.

Pero la vida y los negocios siguen igual en los países del Golfo o el norte de África con la amenaza latente de atentados terro-ristas del EI o afiliados a Al-Qaeda. Dicho esto, tampoco están exentos de violaciones masivas de derechos humanos y hasta de crímenes de guerra aquellos gobiernos y sus fuerzas armadas que combaten al EI o que de una forma u otra estén involucradas en el conflicto.

El bombardeo del ejército o de la aviación siria no distingue demasiado entre civiles y combatientes en las zonas que controlan los islamistas u opositores del régimen. Con la excusa de combatir al EI, la aviación turca aprovecha para bombardear a los kurdos, y poco y nada se informa de la intervención de los saudíes y sus aliados del Golfo en Yemen…

¿Y en el caso de Palestina?

– Un escenario complejo, que suma a corto plazo otras razones. Gaza, según un informe de la ONU, podría tornarse inhabitable hacia 2020. Estamos hablando de un territorio de 362 km², con 41 km de largo y un ancho de 6 a 12 km.

¿Cuál es el grado de preocupación de Occi-dente frente a un EI que además ha ocasio-nado víctimas de alto impacto emocional?

– Decir que no hay preocupación en Occi-dente por el fenómeno del islamismo es incorrecto. De hecho, los países europeos y Estados Unidos, considerando el 11 de septiembre, siguen viviendo la amenaza de atentados terroristas. Más preocupante es en Europa la radicalización de un sector de su propia sociedad que por más minoritario que fuera no deja de ser preocupante, porque es de ahí que reclutan las organizaciones islamistas. Por cierto, las razones de la radicalización de ciudada-nos musulmanes son muy complejas y los factores socio-económicos tienen su impacto. Pero también generan una reacción «islamofóbica» cuya expresión más visible es el auge de la extrema derecha como fuerza electoral.

¿Cómo combatirlo?

– Occidente, es decir Estados Unidos y sus aliados europeos, no sabe qué hacer… Más allá de su buena parte en la responsabili-dad de la no resolución de los conflictos, empezando por el tema palestino hasta el desastre que provocó la ocupación de Irak por parte de Estados Unidos, el diseño de cualquier estrategia para “solucionar” el conflicto, me refiero al fenómeno del EI, los enfrenta con dilemas empezando por lo que se caracteriza como “nuestros aliados Sunni”, más específicamente Arabia Saudí y Turquía, que por más aliados que fueran al Occidente tienen sus propios cálculos y su propia política en la región que no siempre es compatible con los objetivos occidenta-les, suponiendo que estos objetivos existen más allá de la retórica vacía de las buenas intenciones.

Otro dilema es Irán…

– Ciertamente. Irán es un actor imprescin-dible en la región, pero ferozmente resistido por algunos de “nuestros aliados Sunni” y, sobre todo, por el gobierno derechista de Israel que quiere, en el mejor de los casos, aislar a Irán sin descartar la agresión con bombardeos o intervención militar. Un ter-cer dilema es la obsesión anti-Asad que básicamente no permite avanzar en cualquier iniciativa de paz. Ni hablar del interés que el conflicto ha generado para la industria armamentista en Occidente, que los gobier-nos no pueden ignorar.

En pocas palabras, a falta de capacidad de solucionar el conflicto, para no decir falta de voluntad para hacerlo, se recurre a medidas como los bombardeos aéreos que, al fin y al cabo, no hacen más que perpetuar el conflicto.

Todo indica que en este persistente conflicto, previsiblemente de larga duración, se trata de mantener el equilibrio de poder en un juego altamente riesgoso e inestable pero en apariencia es la única opción racional para Occidente. El EI es una amenaza para todos, incluyendo a Turquía y Arabia Saudí, y tiene su propio proyecto geopolítico que es el Califato; pero también es un elemento que estos actores locales usan en sus cálculos estratégicos, que son tanto de índole religioso-ideológica como político-estratégica.

Ud. señaló como un error ignorar la evolu-ción transformista dentro del Islam, opacada por estos grupos extremistas. ¿Tendrá esta evolución la fuerza de contrapeso para morigerar o “administrar” estas minorías extremistas?

– La capacidad reformista y transformativa del Islam es una realidad. Negarla no es solamente ignorancia sino mala intención e «islamofobia».

¿Cuáles son las condiciones para que el po-tencial transformativo del Islam se exprese en su plenitud?

Primero, terminar con el EI y Al-Qaeda; es decir deslegitimar la interpretación que es-tas organizaciones le han dado al Islam y al mismo tiempo dejar de considerarlas como elementos en la dinámica del equilibrio de poder.

Segundo, los grupos extremistas fomentaron y lograron provocar una guerra religiosa en el Islam, reavivando el conflicto entre los Shía y los Sunni. Se sabe que teológicamente el problema, que es de origen político, no tiene solución. Se trata, entonces, de admitir esta realidad y convivir, como se ha hecho durante siglos, en un mutuo respeto y tolerancia.

Más allá de la barbarie que los islamistas del EI y de Al-Qaeda cometen, su mayor daño es hacer olvidar que esta convivencia y tolerancia entre los Sunni y los Shía existió por mucho tiempo en la historia.

Eduardo Otsubo

 

 

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