Editorial

El valor justicia

Escrito por Portal Empresa
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“…buscad primero el Reino de Dios y su Justicia y todas las demás cosas os serán añadidas”. (Mateo 6:33)

En los últimos años, los argentinos nos hemos acostumbrado a observar nuestro sistema judicial como uno de los protagonistas principales en la política con minúscula. O sea aquella que describe los métodos y técnicas para alcanzar el Poder. Nos hemos olvidado de analizarlo, tanto desde el valor Justicia como desde la institución Justicia, en su papel fundamental dentro de una República basada en la división de poderes.

El clima vertiginoso al que nos impulsan quienes detentan sectores importantes del Poder, consistente en realizar apuestas cada vez más altas y riesgosas con el único fin de perpetuarse en el Gobierno a cualquier costo, convirtió a la Justicia en un sector a conquistar y colonizar para su uso faccioso que garantice impunidad. Pero debemos reflexionar si esa idea, claramente presente en el oficialismo, no se encuentra larvada o activa también en otros sectores económicos y políticos. Surgen preguntas ineludibles: ¿Los argentinos estamos dispuestos a buscar con coherencia el valor Justicia y a tener un Poder Judicial en realidad independiente que no responda ciegamente a nuestros propios intereses e ideologías? ¿Estamos dispuestos a darle la última palabra en nuestros conflictos a un sistema compuesto por Jueces y Fiscales, que son personas como nosotros, con sus ideas, su particular modo de ser y su posibilidad de equivocarse?

Si encaramos estas preguntas de la mano de la historia, la respuesta es lamentablemente negativa. Salvo el primer período de nuestra organización nacional, en general, todos los gobiernos buscaron -con más o menos escrúpulos- tener una Justicia adicta y previsible.

Para ello recurrieron a toda clase de maniobras: poner en comisión al Poder Judicial, negar el acuerdo del Senado a Jueces independientes, aumentar o reducir el número de Jueces de la Corte, recurrir al Juicio Político sin causas objetivas justificadas, etc.

¿Por qué pudieron ocurrir estos hechos que hirieron gravemente la estabilidad judicial y la confianza de empresarios, inversores y de la ciudadanía en general?

La respuesta es más honda que la que surgiría de un mero análisis político, y es por eso que encabezamos esta nota con las palabras de Jesús. Nuestro Salvador hablaba a sus discípulos de la Justicia como virtud. Les pedía que en sus actitudes personales y colectivas se guíen por aquella virtud definida desde antiguo como «dar a cada uno lo suyo»; porque es el esencial reflejo del Amor al prójimo, el fundamento de la convivencia social y de la Paz que Él predica.

Consideramos que nuestro país no ha logrado tener una Justicia independiente y confiable porque los argentinos nos resistimos a ejercer la virtud de la Justicia entre nosotros. Ello nos ha llevado a despreocuparnos por años de nuestro sistema judicial y a dar absoluta prioridad a nuestros intereses particulares o ideológicos desoyendo el consejo de Jesús en el pasaje citado. Como hemos dicho en una nota editorial anterior: buscamos siempre el camino del atajo, de la solución fácil y rápida, del “cortoplacismo” y del beneficio individual, aunque sea injusto y contrario al bien común.

Recrear un Poder Judicial independiente requiere como piedra angular la confianza en la institución Justicia de parte de los actores políticos, económicos, sociales, y de la ciudadanía toda. Y solo se dará cuando podamos contar con un sistema de formación de aspirantes a Jueces y Fiscales, y de selección de los mejores para esos cargos. Es elemental.

En nuestras empresas sabemos que la selección de nuestros mejores gerentes depende de sistemas que permitan reconocer sus valores y aptitudes para el cargo. ¿Por qué nos negamos a reconocer que lo mismo sucede en la Justicia? Simplemente porque los políticos -y también otros sectores sociales incluyendo a los empresarios, reconociendo la importancia del sistema para nuestros intereses- hemos preferido tradicionalmente el “atajo” de la recomendación, o la influencia en quienes ejercen el Poder, para contar con Jueces y Fiscales adictos o flexibles.

No nos animamos a poner los cimientos de un sistema que seleccione a los mejores, a los más idóneos o sea, a aquellos que por su personalidad y valores aseguren probidad, independencia y objetividad. Tememos que, con o sin razón, sus decisiones no nos gusten. Olvidamos que en la interpretación y aplicación de la Constitución Nacional y las leyes, a alguien le debemos dar la “última palabra” y respetarla.

Con buenos Jueces y Fiscales, seleccionados entre los mejores, será más sencillo modernizar el sistema judicial para que atienda la demanda de justicia en forma rápida y eficiente. No se trata de reformar leyes si no contamos con talentos y vocación para aplicarlas. Tampoco puede adoptarse una actitud reformadora que esconda, como en el famoso caballo de Troya, la aviesa intención de crear una Justicia adicta.

No habrá desarrollo económico, ni un clima de negocios favorable para emprender e in-vertir, sin una Justicia independiente y eficiente que genere confianza, porque el Derecho no es únicamente la ley escrita. Es, por sobre todo, el producto de la investigación de Fis-cales y la interpretación honesta e independiente de Jueces de todas las instancias a través de sus sentencias.

Para desterrar la anomia y restablecer el imperio de la ley, los empresarios necesitamos asumir nuestra responsabilidad cívica con ejemplaridad constante y sin excusas. Sólo así lograremos promover una cultura social de respeto a la empresarialidad, a nuestras empresas y a nosotros mismos.

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