Valores

La Cultura del Cuidado hacia la Economía de la Inclusión

Escrito por Portal Empresa

La Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa (UNIAPAC) adopta la declaración del papa Francisco realizada en su Encíclica Laudato Si “Sobre el cuidado de la casa común”. En este documento, el Papa aborda dos cuestiones: la crisis ecológica y la falta de “la cultura necesaria para enfrentar dicha crisis”. En esta edición compartimos un extracto de la Declaración, que se encuentra en forma completa en la versión digital.

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Una mirada integral sobre la ecología y el desarrollo sustentable

La vida en un mundo globalizado e hiper conectado no necesariamente ha dado lugar a la “globalización de la solidaridad”. No podemos evitar reconocer que “la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”. (Benedicto XVI, Caritas in Veritate #19). Esta falta de solidaridad globalizada es precisamente el resultado de la pérdida de nuestra percepción de la fraternidad y reciprocidad en las relaciones basadas en el principio de gratuidad. Si no nos vemos entre nosotros como hermanos y si no aplicamos el principio que indica que lo que le sucede a uno de nosotros, nos sucede a todos nosotros, entonces cualquier desarrollo que podamos alcanzar no será integral.

El clima como un Bien Común

Al definir “el clima como un Bien Común” (23), el papa Francisco hace coincidir el enfoque de su carta totalmente con el de la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia. Mientras que en Gaudium et Spes, la constitución pastoral del Concilio Vaticano Segundo, se define como Bien Común al “conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la perfección” (GS 26). Podemos decir entonces que el Bien Común es el “conjunto de las condiciones sociales y medioambientales”, es decir, las condiciones que permiten a todos y a cada uno de nosotros alcanzar nuestra propia perfección. En esta línea, UNIAPAC adhiere plenamente al siguiente planteo: en “una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo” (124). Es fundamental proteger el medioambiente si además deseamos resguardar la dignidad de la persona humana que necesita “más pleno y más fácil” acceso a los re-cursos naturales como medios para obtener su propia perfección.

La opción preferencial por los pobres incluye garantizar el acceso al trabajo

El principio de solidaridad y de la opción preferencial por los pobres llama a prestar una mayor atención a “las necesidades de los pobres, débiles y vulnerables”. (52)

Necesitamos preparar a las personas y permitirles que no sean solamente consumidores, sino también productores y parte de la economía competitiva

Como dirigentes de empresa cristianos, apoyamos la invitación del Papa a incorporar una perspectiva social dentro de cada enfoque ecológico, lo que significa tener en cuenta los derechos fundamentales de los pobres y de los más necesitados, y a reconocer el hecho de que existe una hipoteca social sobre cada propiedad privada. Pro-mover una forma de responsabilidad social empresaria que esté centrada en la persona es una manera muy efectiva de encarar este desafío dentro de una economía de merca-do libre y realmente competitiva.

La actividad empresarial como una noble vocación

Por lo tanto, UNIAPAC considera las palabras del Papa como una fuente de aliento cuando expresa: “la actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común” (129). Al mismo tiempo que provee a la sociedad bienes y servicios realmente necesarios, un empresario podría crear nuevos puestos de trabajo –a través del uso de la innovación, la tecnología, los recursos y el trabajo- de la forma más eficiente, amigable con el medio ambiente e innovadora posible. Sin embargo, en una economía de mercado, un empresario no está obligado a crear más puestos de trabajo que los necesarios para garantizar la producción de sus bienes y servicios y que ésta sea sustentable en el tiempo.

Orden económico

Cuando el Papa nos invita a eliminar “las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente” (6), nos está llamando a “adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el con-sumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar.” (22)

En una economía de mercado, un empresario no está obligado a crear más puestos de trabajo que los necesarios para garantizar la producción de sus bienes y servicios, y que ésta sea sustentable en el tiempo

Un pedido importante es aquel que apela a hacer un mejor uso de los recursos a través de un proceso que consiste en tres pasos:

“1.Reducir” (implica disminuir el consumo y disponer correctamente de los residuos), “2.Reciclar” (transformar los residuos en materias primas aptas para ser utilizadas) y “3.Reutilizar” (transformar estas materias primas recicladas en nuevos productos). Esto, sin lugar a dudas, nos conduce hacia el camino correcto.

Los países más débiles, evidentemente, son los que más se beneficiarán con tales correcciones hechas al modelo de crecimiento, y una economía abierta los ayudará a asegurar un crecimiento estable. Bajo estas condiciones, la corrupción y el capitalismo clientelista se reducen y el efecto del desarrollo económico positivo llega, directamente, a los más pobres.

La necesidad de crecimiento

UNIAPAC, sin embargo, cuestiona el punto que menciona que “ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes”. (193). Más bien, tememos que la implementación práctica de esta propuesta pueda, en realidad, producir el efecto contrario. Una recesión en Europa o en Estados Unidos, claramente, solo dificultará el crecimiento de las economías emergentes y en vías de desarrollo. El crecimiento no es un juego de suma cero: podemos crecer todos juntos y creciendo juntos es usualmente más saludable y más duradero que una situación de crecimiento discontinuo.

Sin embargo, admitimos que los mercados abiertos no son una condición suficiente para asegurar al mismo tiempo una economía inclusiva y una justa distribución de la riqueza o el desarrollo integral humano. Además, necesitamos preparar a las personas y permitirles que no sean solamente consumidores, sino también productores y parte de la economía competitiva. Aunque los pobres posean un gran potencial por ellos mismos para ser económicamente activos, sus posibilidades deben ser mejoradas a través de brindarles acceso no solo al mercado de trabajo, sino también a la educación, salud, servicios financieros, servicios legales, infraestructura, etc. Este es otro prerrequisito necesario para la justa distribución de la riqueza.

En este sentido, un mercado realmente libre puede –dentro de un marco regulatorio correctamente diseñado– de hecho, ayudar a resolver muchos de los problemas medioambientales y sociales más que causarlos. Este nivel de desarrollo requiere la estabilidad y la justicia del Estado de Derecho, las instituciones confiables incluyendo al Gobierno, el sistema judicial y un sistema educativo que bus-que la excelencia. Todos estos requerimientos deben poder ser accesibles a toda la sociedad.

El Estado de Derecho (en lugar de la ley del más fuerte) es seguramente la única solución. No es suficiente apelar al sentido individual de moral de cada dirigente de empresa. La ética es al mismo tiempo “individual” e “institucional”. El sentido individual de moralidad puede obviamente marcar una diferencia. Las personas siempre tendrán la opción de actuar de una forma u otra. Sin embargo las estructuras de pecado, en las cuales los individuos operan, pueden hacer-les muy difícil adherir a sus principios morales y pueden vencer a la buena voluntad de los individuos. Por lo tanto, necesitamos que “la ética” no esté solamente basada en las mentes y los corazones de las personas, sino también en las estructuras e instituciones de la sociedad y del Estado en las cuales las personas operan.

Los dirigentes de empresas de fe cristiana, así como también las organizaciones de negocios, forman parte de la sociedad civil. Ellos jugarán un rol decisivo en la formación de las estructuras del Bien Común al ofrecer su experiencia de los mundos financieros y económicos, tanto a los decisores políticos como a la sociedad civil que incluye a la Iglesia.

Hombre de negocios en actitud de servidores

Como hombres de negocios, estamos llama-dos a ser sinceros y a adoptar una actitud de servidores más que de amos en nuestras relaciones con el mundo. Esta ecología humana es una “cultura del cuidado”, es decir, de amar a nuestro prójimo tanto como a nosotros mismos. En el mundo empresarial nuestros “prójimos” son nuestros emplea-dos y sus familias, las comunidades en las cuales operamos, nuestros accionistas, pro-veedores, distribuidores y clientes, además del ambiente que nos rodea, el cual, desde una perspectiva humana, se entiende que incluye a las futuras generaciones.

Como hombres de negocios, estamos llamados a ser sinceros y a adoptar una actitud de servidores más que de amos en nuestras relaciones con el mundo

Laudato Si’ busca alentar la creación de las condiciones necesarias para que cada individuo pueda desarrollar sus talentos lo más posible y que sea capaz de decidir de manera autónoma el camino más efectivo y eficiente hacia esta meta, a través de un proceso participativo.

Los productos, servicios y trabajos que los negocios proveen, y el excedente económico y social disponible para la sociedad, son la base para garantizar a cada nación y a la humanidad en su conjunto que pue-dan vivir dignamente y tener una vida de calidad.

Necesitamos preparar a las personas y permitirles que no sean solamente consumidores, sino también productores y parte de la economía competitiva.

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