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Microfinanzas para combatir la pobreza y fomentar el espíritu de empresa

Escrito por Antonio Zavalía
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Los argentinos somos fanáticos de las lógicas reduccionistas. Acostumbrados a las jugadas mágicas de los deportistas de élite, esperamos que un tiro salvador resuelva todos los problemas a la vez.

No creo que exista una bala de plata para terminar con la pobreza en Argentina. Por el contrario, creo que la solución vendrá bajo la forma de una compleja combinación de acciones y políticas que involucren tanto a los sectores público y privado como a la sociedad civil. Será imposible construir un camino de salida de la pobreza sin educación, trabajo ni inclusión financiera.

Las microfinanzas son una de las muchas herramientas necesarias para mejorar la inclusión financiera. A través de las microfinanzas, es posible la provisión de servicios financieros como crédito, ahorro y seguros para aquellos que no tienen acceso a los servicios financieros tradicionales, generalmente porque no cuentan con activos que puedan servir como garantía colateral.

La nueva inclusión financiera

Hace 20 años, cuando escuchábamos hablar de “salud”, inmediatamente asociábamos el concepto con medicamentos, cirugías y tratamientos. Hoy, sin embargo, el concepto se extendió a instancias anteriores como el ejercicio físico, los hábitos alimenticios y los vínculos interpersonales.

De manera similar, en los últimos años el concepto de inclusión financiera ha incorporado elementos anteriores a la acción de tomar un préstamo, obtener una tarjeta de crédito o abrir una cuenta bancaria. Estos elementos son los que académicos e investigadores vinculan con el conocimiento: la comprensión de la situación actual y la planificación del escenario deseado, la identificación de los potenciales proveedores de servicios financieros y la evaluación de las alternativas disponibles, y la selección del servicio que mejor se adapta al caso propio.

El nuevo enfoque prepara a quien recibirá un servicio de microfinanzas para que, por sus propios medios, logre tomar decisiones sobre su camino de desarrollo. No busca dar el pescado ni la caña, sino enseñar a analizar los métodos de pesca y proveer la financiación para una actividad autosustentable.

Triple impacto

El impacto de las microfinanzas en el desarrollo de las personas abarca múltiples dimensiones. En primer lugar, el acceso a un capital prestado otorga una oportunidad para desarrollar proyectos productivos. Ese ingreso adicional para el grupo familiar no solamente aumenta los fondos disponibles, sino que también reduce el riesgo de dependencia de las otras fuentes de ingresos.

Una segunda dimensión implica el desarrollo de capacidades que el emprendedor mantiene durante toda su vida. El proceso de emprender requiere, con mayor o menor intensidad, actividades de planificación de ingresos y gastos, monitoreo de performance real, análisis de costo-beneficio asociado a la ejecución de un proyecto y toma de decisiones fundamentadas. En ocasiones, emprender también requiere aprender a utilizar software de mayor o menor complejidad para ejecutar esas actividades.

Muchas veces, ante la imposibilidad de continuar un emprendimiento (generalmente por pobre desempeño económico y/o financiero), la persona consigue emplearse en el mercado de trabajo apoyada en las capacidades que desarrolló en su período emprendedor. Así, un microcrédito inicialmente dirigido a permitir el desarrollo de un nuevo emprendimiento, consigue un efecto secundario de capacitación en la persona emprendedora que resulta más valioso que la misma microempresa.

El impacto se manifiesta también en una tercera dimensión relacionada con la propia valoración de la persona que emprende. Quien recibe servicios de microfinanzas generalmente se descubre a sí mismo no sólo merecedor de la confianza (y dinero) de otros, sino también capaz de planificar, analizar y ejecutar su negocio. Esa confirmación del potencial suele tener un efecto positivo sobre la ambición de las personas y su afán de desarrollo.

Mejor futuro

La vida de quien emprende está lejos de ser fácil. En nuestro país, sólo 1 de cada 20 emprendimientos llegará a cumplir 5 años de vida. En ese contexto, resulta poco probable que la mayoría de quienes están hoy en situación de pobreza puedan lograr un emprendimiento sustentable financiando el capital inicial con un microcrédito.

Sin embargo, es altamente probable que quienes reciban un microcrédito para desarrollar una actividad productiva, si lo reciben en las condiciones adecuadas, logren incorporar capacidades intelectuales que favorecerán su desarrollo y crecimiento, ya sea a través del propio emprendimiento o en el mercado laboral.

Nuestra sociedad necesita emprendedores que puedan crear trabajo para sí mismos y para otros. También necesita personas capaces de desarrollar actividades productivas de una manera más eficiente, en emprendimientos propios o de terceros. Si logramos que las microfinanzas potencien el desarrollo de estos perfiles en la sociedad, contaremos con una herramienta poderosa en el camino de reducción de la pobreza.

Sobre el autor

Antonio Zavalía

Licenciado en Economía (UDESA) y MBA (Tuck School of Business at Dartmouth).Director de BONDAREA, plataforma de servicios integrados para la inclusión financiera.

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