Valores

Silvia Torres Carbonell: “El empresario tiene que contribuir a forjar una Patria de la que nadie quiera irse”

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Agradecemos poder empezar este ciclo de entrevistas con una persona tan valiosa como peculiar, que cuesta encasillar en los rótulos tradicionales. Silvia Sioli de Torres Carbonell, es, efectivamente contadora publica recibida con honores en la UCA, emprendedora y empresaria, profesora e investigadora (Fundó el Centro de Entrepeneurship en el IAE), motor permanente de iniciativas sociales (como la Fundación Ruta 40), activa participantes de asociaciones de emprendedores, como Endeavour y ahora, funcionaria pública (Subsecretaria de Economía Creativa). Casada, con tres hijos y socia de ACDE de vieja data, siguiendo la tradición familiar paterna, prefiere definirse, ante todo como mujer. “Si tuviera que definirme en todo esto que señalás, prefiero identificarme, sobre todo, como mujer. Estoy orgullosa de serlo y poder aportar a la sociedad desde este lugar”.

La entrevista se desarrolló en el Centro Metropolitano de Diseño (CMD) que en Barracas hace punta en la transformación del barrio, en un medio rico en arquitectura industrial de principios del siglo pasado, ahora cruzado por vientos que realzan esas aventuras arquitectónicas y la cruzan con la nueva frontera digital. Ámbito propicio para indagar acerca de cómo se inició en ella su vocación emprendedora. “No identifico un momento en particular porque creo que ante todo, la persona emprendedora lo es, sobre todo por actitud. Y yo desde chiquita tuve ese entusiasmo por cambiar lo que no me gustaba, de poner en ello todo mi empeño. También mirando el ejemplo de mis padres, aunque técnicamente ninguno de los dos podría considerarse hoy un emprendedor. Mi padre empezó como cadete en la Compañía Italo de Electricidad y se retiró como Director General. Él me acercó a ACDE y me llevó de la mano en esta querida institución. Y mi madre que era ama de casa, tuvo siempre esa actitud que con el tiempo me di cuenta que yo también iba poniendo en cada situación que me tocaba abordar”.

“Cuando era chica me apasionaba enseñar y jugar a la profesora y los números”, recuerda. “No fue raro que luego de recibirme me dedicara también al a enseñanza. El profesor y el emprendedor tiene en común la pasión por cambiar lo que los rodea, mejorar a la sociedad desde su lugar”, concluye.

¿Qué significa ser emprendedor en un territorio hostil como la Argentina? ¿Lo ves como un desafío o como algo que ahoga las iniciativas?

Cuando investigamos en el proyecto de Global Entrepeneurship Monitor (GEM) los aspectos y causas salientes que mueven a los emprendedores en más de 100 países, tratando de entender qué significa ser emprendedor, las cuales son las actitudes y las aspiraciones. Desde el año 2000 venimos viendo que en la Argentina hay una enorme vocación emprendedora. Hay un caudal inagotable de creatividad y una aspiración creciente a convertirse en emprendedor. En general creen que tienen mucha capacidad y no los inmoviliza el miedo al fracaso, en contraposición a otros países; pero también es cierto que ellos no logran escalar y terminan desapareciendo. Hay un lastre institucional: no consiguen buen fondeo crediticio, por ejemplo. Por eso desde el Estado es importante analizar qué es lo que obstaculiza y qué cosas se pueden cambiar para alentarlos y promocionarlos y termine impulsando desarrollo económico y social.

Hay una etiqueta que impone al emprendedor como un egoísta insaciable, pero vemos en los más jóvenes una faceta social que también los mueve a lograr objetivos.

A medida que voy conociendo más emprendedores, esta “dimensión” va tomando más fuerza. Pero no debe extrañar: al fin y al cabo se retrotrae al verdadero sentido de la empresa y que en ACDE lo hemos adoptado como un valor a promover siempre: la función social de la empresa como célula de la sociedad. Que genera empleo, riqueza, innovación para toda la sociedad, no sólo para él. Muchas veces pasó, sobre todo en nuestro país se ha confundido por los malos ejemplos y el empresario se transformó en alguien con pésima imagen. Que no se sabe cómo consiguió sus recursos, que no arriesga, que sólo parece movido por la avidez por el dinero y hasta mezclado en temas de corrupción. En contraposición, el concepto del emprendedor se asocia con alguien creativo, innovador que plantea otro abordaje al mundo de la producción. Y me preocupa que muchos emprendedores exitosos se resisten, luego, a ser llamados empresarios. Y lo que se precisa es, justamente, una camada de empresarios que se sientan emprendedores, que entiendan que sus objetivos no están solamente en la cuenta de resultados. Ellos quieren tener un claro impacto social que esté inmerso en su plan de negocios. En el caso argentino, esto está muy presente.

¿Recordás algún emprendimiento que te haya llamado mucho la atención?

En general me impactan mucho los proyectos que descansan en la economía colaborativa. Es el concepto de la colaboración, del uso más responsable de los recursos, apalancado por la tecnología. En un futuro hay quienes dicen que todos los emprendimientos terminarán de ser tecnológicos. Estarán en la base de todos los futuros avances.

¿Podrías trazar el perfil de un empresario al que admirarías?

En primer lugar aquella persona que es absolutamente consciente que puede ser dueño de un patrimonio pero no de una empresa, que es una organización que va mucho más allá de la contabilidad. Es una organización viva en la que coexisten personas y elementos y el empresario debe organizarlos para conseguir los fines propuestos. Lo segundo es el que está pensando constantemente en innovar. Lo tercero que valoro es que tenga en cuenta a las personas porque en definitiva en estos temas, las que hacen que las cosas pasen son las personas. Y también me gusta ver empresarios con valores porque cuando tenga que tomar decisiones en situaciones críticas (tanto negativas como abundancia) si le faltan valores éticos y de sensibilidad social no podrá cumplir con su tarea.

¿Cómo debería ser la relación entre el Estado y el emprendedor? ¿Qué puede esperar el Estado de ellos y qué es lo que estos empresarios podrían esperar del Gobierno?

Debería ser una relación win-win, como decimos, y en mi caso yo trabajo para ello. Acepté este desafío a esta altura de mi vida con vocación de servicio pensando qué puedo agregar de valor. Soy multifacética y eso es quizás lo que tengo para ofrecer: trabajé en una empresa multinacional, creé mi propia empresa, soy profesora e investigadora, inversora ángel y emprendedora social. Desde todas esas dimensiones es que me pongo a trabajar desde la función pública para poder antes que nada entender el valor del proceso emprendedor como un factor clave del desarrollo de su sociedad. Es él quien incorpora las tendencias innovadoras y quien lleva el germen empresario al que hay que ayudar a cultivar. El Estado tiene un rol de lo que se llaman las tres S (en inglés): estimular, sostener y ayudar. Hay que sacar las trabas que impiden este desarrollo emprendedor y mostrar lo que es posible. Ayudar no es subsidiar sino acompañar el proceso, generar las herramientas para este tramo. Y por último sostener para estar presente en el camino como articulador frente a la sociedad civil.

Y desde el mundo ACDE, ¿qué tenemos para aprender del entorno emprendedor y qué cosas puede sacar de lo que ha reflejado ACDE durante toda su vida?

Yo creo que ACDE tiene un rol clave porque justamente nos recuerda siempre la función que tiene la empresa y el empresario según la Doctrina Social de la Iglesia, clave en una sociedad. Recuerdo muy vivamente el discurso que Juan Pablo II dio en el Luna Park en el acto organizado por ACDE, porque allí está claramente definido el rol del empresario pero sobre todo la exigencia que implica el compromiso cristiano. Indicarles el camino de ser empresarios y que no se tengan que avergonzar de ello. Para eso debemos mostrarles modelos de empresarios que valga la pena admirar y aprender. Por eso ACDE es un espacio único para ese puente entre esos dos mundos. Hay instituciones de emprendedores modernos y vanguardistas y otras que aglutinan a los empresarios tradicionales. Pero en ACDE están juntos….por lo que la asociación podría enfatizar el rol de ponerlos en contacto para que se entiendan y se respeten más. Muchas veces pasa que el empresario más grande se olvida que alguna vez fue emprendedor y le hace bien volver a sentir de cerca esa pasión por hacer. Para revitalizarse y alentar su decisión de innovar siempre.

Todo emprendedor tiene sueños. ¿Cuál es el tuyo ahora?

Que tengamos una Patria de la cual nadie quisiera irse, empezando por mis hijos y nietos. Una Patria próspera, inclusiva, sin pobreza…porque la verdad que deberíamos trabajar con fuerza para erradicarla. Y allí es donde el empresario y el emprendedor tienen un rol clave: son los que van a crear puestos de trabajos y generar valor social para sacar a esa gente de la pobreza. Y el otro sueño, más chico, es que pueda mostrar durante el tiempo que dure mi gestión, que la cooperación público-privada es posible. Esta particularidad que algunas personas que venimos del sector empresario o de la sociedad civil al Gobierno, hay que aprovecharlo. Las personas no cambian, son las mismas, por lo que en el diálogo con el mundo privado se pueden generar relaciones basadas en la confianza y trayectorias comunes que me parece que pueden potenciar el rol del empresario y el funcionario en este momento tan especial de nuestra Argentina.

Sobre el autor

Tristán Rodríguez Loredo

Licenciado en Economía (UCA), Magister en Gestión de Empresas de Comunicación (U. de Navarra) y en Sociologa (UCA). Editor de Economía y columnista en Editorial Perfil.

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