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Dios y la inteligencia artificial

Escrito por Jenny Tchinnosian
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Hay, en San Francisco, un hombre (https://goo.gl/M38ffv) queriendo inventar la religión de la Inteligencia Artificial. A medida que buscamos mejorar el mundo, también buscamos apuntar a una utopía, un paraíso tal vez, ese recuerdo que nos queda de un mundo que perdimos al cual anhelamos.

Desde un principio el hombre busca, por medio de sus esfuerzos, reemplazar a Dios con su propio ingenio: armando hijos con ADN modificado, creando islas en el medio del océano, y apuntando a ciudades tan perfectas que no necesitan de nosotros.

La inteligencia artificial parece ser una prometedora respuesta a este anhelo de utopía que tenemos, acercándose cada vez más a un mundo donde nadie tenga que trabajar, ni esforzarse, ni enfermarse: la tecnología se encargaría de todo.

Una vez superados estos desafíos tecnológicos, la implementación entre gobiernos, y todo lo que esto implica, suponiendo que llegáramos al puerto deseado en el cual la inteligencia artificial nos dejaría con solo ocio… nos encontraríamos con un problema de propósito.

Hablando en Summit.co con Tim Urban (de waitbutwhy.com) y Nick Bostrom (profesor de Oxford), me comentaron que, habiéndolo evaluado, descubriríamos que llegamos al punto de tener que buscar, además, algo que le imprima un propósito a la vida de las personas.

Si tu vida no implica ningún esfuerzo, trabajo, un anhelo que eventualmente es alcanzado, después de un tiempo probablemente te aburras y empieces a sentir que tu vida carece de sentido.

En los últimos 200 años el hombre se ha valorado por hacer y no simplemente por ser, por quien es, por su alma y su esencia. Así, tenemos cada vez más personas corriendo de aquí para allá, cansados, estresados, sumándose cada vez más a proyectos; para hacer, obtener resultados, llegar, crecer y destacarse. Yo me reconozco entre ellas.

Parece sumamente valiosa la noción de valorar a las personas, simplemente por SER. De hecho, siento que mi valor está en que soy una criatura de Dios y estoy en relación con Él. Que todo lo demás es secundario. Todas las iniciativas que pueda llevar adelante son, en todo caso, sólo una pequeña respuesta a su amor.

Porque tienen un valor. Me descubro a mí misma profundamente en el trabajo. Descubro de qué soy capaz, de qué puedo ser capaz, y me descubro en el encuentro con quienes me rodean: con mis clientes, sus públicos, mi equipo, nuestros vecinos.

El Papa ha insistido bastante sobre la dignidad del trabajo (https://goo.gl/nLazt6). ¿Tiene algún valor el trabajo, el esfuerzo o el dolor, en nuestras vidas?

Este año caminé por primera vez a Luján, y me resultó impresionantemente difícil. Salí confiada, jurando que llegaría primera, pero llegue última y rengueando. Descubrí que soy más débil de lo que pensaba, pero paradójicamente, que también soy más fuerte: conociendo ahora la dificultad del recorrido, comprendo profundamente el esfuerzo que implica, y mi capacidad para, así y todo, alcanzar el final.

A través de los desafíos, de los dolores, y de las tristezas, nos descubrimos, crecemos, y encontramos sentido. Todos tenemos la experiencia de haber crecido mucho frente a una tragedia inesperada o un dolor muy grande.

Recientemente recorrimos con Global Shapers (jóvenes líderes del Foro Económico Mundial) la Villa 31, y el director del centro cultural nos dijo que un chico aprendió todo lo que necesitaba acera de la maquinaria compleja en una sola clase, porque la necesidad lleva a hacer cosas impresionantes.

Yo descubro que, en mis momentos de desafío, desesperanza, búsqueda y oración, se abre la puerta a buscar donde Dios me está respondiendo, y así a abrir los ojos para poder ver su respuesta.

Descubro que, en cambio, cuando mi abuela me alimenta antes de que tenga hambre, si bien agradezco y siento su amor, me terminará faltando algo. Esa instancia de buscar lo que sacia y agradecer por haberlo encontrado. La vida es una búsqueda constante. Y un encuentro constante con Él, que nos responde.

Si la inteligencia artificial llegar al punto de eliminar todo trabajo, se vería obligada, para poder darle propósito a la vida de las personas, a generar ejercicios o esfuerzos artificiales para que puedan así, tener una vida satisfactoria, subir a la cima de la montaña y llegar a apreciar la vista.

Lo muy curioso de este problema, es que generar dificultades y desafíos para cada uno, es algo que ya está haciendo Dios. Nuestros dolores y desafíos son injustos, trágicos, difíciles, paralizantes… pero hechos a medida para cada uno de nosotros.

No sé cómo armaríamos un algoritmo que pueda decidir, para cada persona, con su personalidad, talento y corazón, historia y recorrido, cada problema que tiene que superar en su vida, y cada casualidad, cada manito del cielo que te ayuda a superarlo.

Dice la analogía que todas nuestras vidas y nuestros sufrimientos se convierten en una alfombra celestial, cuyo sentido hoy no podríamos entender, pero que eventualmente y con más distancia, cobrará una belleza inmensa. ¿Podrá la inteligencia artificial lograr lo mismo?

Sobre el autor

Jenny Tchinnosian

Jenny Tchinnosian es la fundadora de SoulFire (www.soulfiremedia.com), una agencia creativa que potencia marcas, y la actual Curator de Global Shapers (globalshapers.org) Buenos Aires, una iniciativa del Foro Económico Mundial.

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