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Un mundo feliz, de Aldous Huxley

Escrito por Enrique del Carril
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“Un Mundo Feliz” es una obra escrita en 1931 que puede calificarse en la categoría de “ciencia-ficción”, aunque hoy muchos de los hechos y sentimientos que describe se han hecho realidad.

Aldous Huxley nos presenta una sociedad en donde se ha desterrado definitivamente el Amor en sus dos expresiones fundamentales: el Eros y el Ágape. Estas dos formas del amor han sido explicadas con toda lucidez por nuestros dos últimos Papas, Benedicto XVI en “Deus Caritas Est” (Números 3 a 8) y Franciso I en “Amoris Laetitia” (Cap V). Solo pretendo ensayar una síntesis de ellas: el Eros -reconocido como bueno por la Iglesia- es la expresión del amor entre hombre y mujer en unidad de su manifestación pasional en el cuerpo y el alma. El “Agape” es aquella expresión cuyo modelo perfecto es el Amor de Dios, toda entrega sin esperar recompensa, magníficamente descripta por San Pablo en 1 Corintios 13 (comentada admirablemente por Francisco en los n 90 a 119 de la Encíclica citada).

Pues bien, Huxley en “Un Mundo Feliz” relata que los hombres son concebidos en probeta, mediante un proceso que los clasifica en castas, para que nazcan condicionados a determinadas tareas y que cada uno en su clase, no tenga ambiciones de cambiar y sea feliz con los trabajos que realiza. No hay madres ni padres y, por lo tanto, desaparece el Ágape o sea el amor de entrega total sin esperar respuesta. No hay matrimonio ni enamoramiento y así se elimina el Eros y todos sus inconvenientes. Sólo persiste la atracción sexual promiscua, sin compromisos, donde hombre y mujer procuran pasar un rato agradable y satisfacer sus deseos.

De esta manera se logra que el hombre se concentre en cumplir su trabajo según la categoría en que ha nacido. Eliminado el Amor, desterrada la familia, se eliminan las “preocupaciones” que estas realidades generan. El hombre cumple sus tareas con responsabilidad y, en los ratos libres, satisface su deseo sexual dedicándose a diversiones banales. Como necesita evadirse, el Estado le suministra una droga (el soma), que lo lleva a un sueño de alucinaciones agradables.

Todo esto se hace en aras de la estabilidad: hay que quitarle al hombre la posibilidad de que se deje llevar por las emociones, porque puede alterar un orden eficiente y sin sobresaltos. El romanticismo es un peligro para la sociedad. También lo son el matrimonio y la paternidad, porque llenan al hombre de preocupaciones por los seres queridos y lo alejan de la tarea que realiza. El lema es que “todos son de todos”.

En sus expresiones extremas, por una parte el racionalismo pretende hacer desaparecer a Eros y reduce el instinto sexual a una necesidad animal, que puede satisfacerse en distintos lugares pero nunca en el matrimonio, ámbito de los afectos “puros” y la procreación. En contraposición el romanticismo desprecia la razón y exalta el Eros con sus consecuencias desordenadas, entre ellas el adulterio y los amores clandestinos, convertidos en la verdadera realización sentimental del hombre. Aldous Huxley en Un Mundo Feliz describe una solución drástica a estos extremos: una sociedad tranquila donde no hay amor, sólo satisfacción sexual, y el soma, para que el hombre sueñe y se evada en alucinaciones.

Esta patética utopía en muchos aspectos ya se ha hecho realidad. Se la nota en la actitud de aquellas personas que relegan los sentimientos en aras de un éxito empresario o en la búsqueda del poder y la fama. También se nota en cierta cultura empresaria que considera incompatible la eficiencia con la vida familiar y, por eso, cree indispensable dejar los problemas personales en la puerta de la oficina. Pero la imagen monstruosa de ese “mundo feliz” se manfiesta en la difusión de la droga; en la hipocresía de muchos que dicen combatirla desde el poder, pero son cómplices del detestable tráfico por acción u omisión.

Felizmente la sociedad reacciona proponiendo nuevas formas de liderazgo y organización del trabajo donde cuentan los afectos, las necesidades y las legítimas aspiraciones a una mejor calidad de vida de quienes trabajan en la empresa. Difundir estas ideas es nuestra misión.

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

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