“En el reconocimiento de las prerrogativas reales de Cristo
y la vuelta de los individuos y la sociedad a la Ley de su Verdad y de su Amor
está el único camino de salvación”.
Enrique Shaw, Notas y apuntes personales recopilados por Adolfo Critto, 114.
Un grave delito se ha perpetrado contra la república. Corrupción. No nueva, no sorprendente pero enorme en su dimensión y daño a ciudadanos e instituciones. Son muchas las víctimas, en especial algunos de los más humildes que no han dimensionado de cuántas maneras la corrupción vino desangrando la vida, la esperanza y el esfuerzo. La sociedad en su conjunto verá afectado el desarrollo de obras básicas para sus habitantes tales como servicios de salud, educación y seguridad, los cuales hoy en día están entre sus principales reclamos. Por último el país verá perjudicada la inversión y la ejecución de obras de infraestructura.
ACDE como institución, hace mucho tiempo ha fijado su firme postura de denuncia a la corrupción. Lo hizo reclamando a los empresarios que no permanezcan en silencio cuando lo que ahora se prueba con evidencias fehacientes era conocido y sufrido como una lacra que carcomía nuestros negocios. Lo reafirmó con la difusión del Compromiso Personal Empresario y hoy no puede eludir el levantar su voz para demandar justicia, reclamar los bienes de los cuales se vio privada la sociedad y renovar el compromiso personal de no ceder a las voces facilistas o facilitadoras de la corrupción.
No debe especularse con temas de estrategia política, jurídica o económica que impidan llegar hasta el fondo con las investigaciones. Tampoco aprovecharse de normas y regulaciones puntuales en las cuales se protegen muchos habitantes de nuestro país, evitando que se apliquen las sanciones que en derecho correspondan.
Los hechos que afrontamos nos deben motivar para sostener una conducta sustentada en valores morales y éticos, tanto respecto a nuestra propia conducta como respecto de aquellas por los que somos responsables, sembrando en cada momento, en cada tarea, la repulsa total a la corrupción, grande o pequeña, auto-justificada o disfrazada de “peajes”, “colaboraciones” o “inevitabilidad”.
Pero la dimensión de las evidencias de la corrupción estatal y la complicidad de sectores empresarios no debe ocultarnos que la raíz de éstas se encuentra en la conducta de cada uno de nosotros y en la debilidad propia de nuestra naturaleza caída que nos impulsa, muchas veces, a tolerar conductas malas disfrazándolas de prudencia para no actuar contra ellas. Debemos reconocer que también en el ámbito privado, en nuestras empresas, se dan casos de corrupción que dejamos pasar por indolencia, comodidad y cobardía.
Por esto, así como es grave el momento y lo que aún falta, enorme es la oportunidad de aprender la dolorosa lección. Debemos saber que los tiempos y el esfuerzo para volver a encarrilar los principios morales conforme a la Constitución y la verdad, no serán fáciles, porque el oportunismo y la conveniencia han erosionado, y mucho, la perseverancia y la convicción.
Cada uno desde el lugar que desarrolla su actividad debe dar un ejemplo de firmeza dirigencial alineada con la constancia para trabajar y, a su vez, demandar justicia inequívoca para justos y pecadores, buscando proteger a los primeros y enderezar a los segundos. Tengamos presente las enseñanzas del evangelista que nos dice: “Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad” (Juan 3:11).
Desde ACDE invitamos a: escuchar a nuestra conciencia individual, trabajar con la verdad, ayudar a niños y jóvenes a estar sólidos para el futuro, porque a ellos les pertenecerá. Seamos inmunes al canto de corruptores, estén donde estén y ayudemos con esfuerzo doloroso a zafar nuestro barco de esta vergüenza confirmada en muchos lados.
Tengamos clara la conciencia de que, aun cuando no hayamos sido parte de la escandalosa corrupción ahora puesta a la luz, en mayor o menor medida, por acción u omisión, alguna culpa nos cabe lo cual nos llama a estar inquietos y preocupados. Pero lo más importante es tener la convicción de que, por nuestro esfuerzo y compromiso con la verdad, el futuro será diferente, porque estamos dispuestos a comprometernos con ella con la convicción de que, como nos enseñó Jesús, “nos hará libres”.