Por Monseñor Santiago Olivera*
Celebrar la Santa Eucaristía, el próximo 28 de agosto, pidiendo a Dios por la pronta beatificación y canonización del Siervo de Dios Enrique Shaw nos vuelve a brindar la oportunidad de contemplar la obra de Dios en este hermano y compatriota nuestro, que ha vivido su vida como una ofrenda y testimonio claro y luminoso de su vocación laical de manera heroica “hasta dar la vida” como Jesús, nuestro Maestro. “El cual, con amor admirable, se entregó por nosotros, y elevado sobre la cruz se hizo (…), maestro y modelo de la humanidad reconciliada en el amor».. (Plegaria Eucarística de la Reconciliación I).
“Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra” (Gaudete et Exsultate, 14).
Palabras por demás elocuentes para hacer memoria agradecida de la vida del Siervo de Dios Enrique Shaw, a quien recordamos en estos días. Sin tomar distancia de sus ocupaciones ordinarias e inserto en la cotidianeidad de sus días supo encontrar el camino angosto de la santidad, el camino de la plena y absoluta libertad del hombre que sabe confiarse y entregarse a Dios.
La vida de Enrique testimonia su capacidad de convertir en extraordinario lo ordinario, asumiendo cada una de sus ocupaciones y las variadas facetas que ofrece la vida laical con heroicidad en la vivencia de sus virtudes cristianas.
“Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (Ga 5,22-23). Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al Crucificado y dile:
«Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor». (Gaudete et Exsultate, 15).
Esto vivió Enrique y como dije en la homilía de Inicio de mi Ministerio Pastoral como Obispo Castrense: “me da mucha alegría y consuelo saber que entre nosotros está presente la vida de Enrique Shaw. El ingresó a la Escuela Naval a los 14 años dándonos como oficial de Marina un extraordinario testimonio de fe, “vivió su vida terrena preparando la vida eterna, dejando que Dios actúe en él”, por eso pedimos confiados por su Canonización y a la vez, les comparto, encomiendo y ofrezco mi nuevo Servicio Episcopal”.
Modelo de cristiano comprometido, ejemplo de obediencia, que comprobamos durante el tiempo de su vida castrense; empresario comprometido con la vida y el bienestar de sus empleados; esposo y padre ejemplar.
* El autor es Obispo Castrense de Argentina, Delegado para la Causa de los Santos de la Conferencia Episcopal Argentina.