No son pocos los directivos y empresarios que sostienen ‘Los melones siempre se acomodan en el carro’. Creen –o al menos esperan-, que con el tiempo los conflictos se solucionen solos. La realidad es que esto no siempre ocurre. Algunos ‘melones’ ruedan y quedan en el camino, otros siguen magullados, desmotivados y sin foco y alguno que otro puede irse dando un portazo.
La pasividad deriva en costos cuantificables: costos legales, económicos, alta rotación, ausentismo, fuga de personas talentosas. Y otros costos más difíciles de mensurar -pero no por eso inexistentes-, como los emocionales, falta de compromiso, pérdida de calidad en las decisiones, escaso rendimiento, rivalidades internas, resistencias, poca cooperación, falta de creatividad. El resultado de gerenciar con la creencia limitante de los “melones” se traduce en desmotivación, roces, frustraciones y fugas de efectividad.
El liderazgo solo se puede ejercer si se enfrentan los inevitables conflictos que surgen en el trabajo cotidiano y se buscan soluciones para ellos. Si en el terreno laboral hay fricciones subterráneas, desentendimientos entre las partes u otras situaciones conflictivas, será inútil aplicar las herramientas de liderazgo obtenidas en cursos y talleres.
Suelo escuchar, tanto en pymes como en grandes empresas, a gerentes, directivos o dueños decir que tienen problemas con sus colaboradores o personal: falta de entendimiento y coordinación entre áreas -un clásico: entre producción y comercial-, pedidos que no se concretan, malos entendidos, procastinación, manejo ineficiente del tiempo. “En las reuniones de los martes repasamos los temas pendientes y algunos temas están eternamente pendientes”, confiesan agobiados o enfurecidos. Sin embargo, aunque lo saben y reconocen, desconocen cómo revertirlo y no toman acciones concretas para resolverlo. Es factible que, en estos casos, cada sector trabaje de manera parcializada sin medir o importarle el impacto de sus acciones o inacciones en las otras áreas de la empresa. Aprender a gestionar los conflictos es una habilidad clave para convertirse en líder, es un desafío para el líder y su equipo. Pero estas herramientas no deben ser privativas del líder.
Cuestión de métodos
Cada miembro del equipo también debe aprender a evitar y gestionar roces y fricciones. El primer paso es no tenerle miedo al conflicto, enfrentarlo, poder hablar abierta y naturalmente de las cosas que nos molestan. Aprender a pedir, a renegociar en lugar de ¨patear para adelante¨ en caso de que no pueda cumplirse con lo acordado, aun cuando se trate de cuestiones cotidianas.
Ver al conflicto como una oportunidad de cambio y de mejora. Una oportunidad para parar la pelota, hacer retrospectiva. Estas simples preguntas pueden resultar poderosos disparadores: ¿qué hacemos bien?, ¿Qué podemos seguir haciendo? ¿qué podemos cambiar?, ¿qué podemos hacer distinto?, ¿qué podemos dejar de hacer? Cuando facilito estos procesos suele usar el color verde que se asocia a la naturaleza y crecimiento con las respuestas al ¿qué hacemos bien?, ¿qué podemos seguir haciendo? El cerebro inconsciente asocia el rojo al peligro, ¿qué podemos dejar de hacer?, y el amarillo a lo que necesitamos revisar. Y estas preguntas valen para el: entorno, procesos, conductas, actitudes, habilidades, creencias y valores.
A partir del input de estas respuestas se puede facilitar un rico proceso de cambio y aprendizaje.
La vida sin conflictos es una ilusión. Justamente lo que nos atrae de una buena película o historia es cómo el protagonista ha enfrentado y superado adversidades. Por eso insisto en la necesidad de afrontarlos. El conflicto ha sido, históricamente, la fuerza motriz para el cambio. Y un punto para recordar es que la diferencia entre un equipo de alto rendimiento y otro que no lo es, no radica en que el primero no tiene conflictos sino en que sabe cómo gestionarlos. Lo mismo aplica para las familias armoniosas.
Excelente nota, simple, clara, concreta. En pocas palabras define el conflicto y la manera de superarlo. Felicitaciones Mariel