Carta del Director

Nuestros obispos ante el clima social

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“Nosotros queremos cuidar y fortalecer la democracia. La calidad de vida está ligada a la salud de las instituciones. Reconocemos que la democracia tiene una deuda social: siempre están postergados los más pobres”. “Lo obispos están decididos a dar una lucha sin cuartel contra la corrupción, al interior de la Iglesia y fuera de ella”.

La Nación, 10 de noviembre 2018, mensaje grabado de Monseñor Oscar Ojea en la última reunión de la conferencia episcopal.

Para todo católico, la palabra de sus obispos es importante. Se trata de nuestros pastores que nos inspiran y nos instan a la reflexión y mejorar nuestras conductas. Eso no quiere decir que sus palabras revisten la categoría de un dogma indiscutible o una fuente de doctrina certera en todos los ámbitos de la vida.

Los laicos son parte de la Iglesia que peregrina en este mundo y, como tales, tienen el derecho y el deber de escuchar a sus obispos e, incluso, marcar los matices o las inquietudes que les generan su mensaje.

Bajo estas ideas me detengo a analizar el mensaje de la Conferencia Episcopal trasmitida por Monseñor Ojea al finalizar la última reunión en el Cenáculo.

Veo con satisfacción la reafirmación del compromiso por la democracia y la salud de nuestras instituciones. La democracia es una forma de Estado muy antigua. Ya Aristóteles la definía como aquella donde quien gobierna es la comunidad y Abraham Lincoln marcó sus características en su famoso discurso en el campo de batalla de Gettysburg, diciendo que es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Pero, con toda humildad, confieso que no llego a comprender el final de este párrafo, cuando nuestros pastores afirman que “la democracia tiene una deuda social” pues “siempre están postergados los más pobres”.

Me permito sostener que la postergación de los más pobres no es una deuda de la democracia. Esta afirmación me suena a reproche hacia un sistema de gobierno que inspiró el diseño de instituciones puestas al servicio del bien común. Creo que la postergación de los más pobres tiene su causa en los pecados concretos de cada uno de nosotros. Honestamente confieso que me preocupan los conceptos generalizadores que alejan la responsabilidad del hombre concreto como “estructuras de pecado”, “el capitalismo salvaje” el “colectivismo materialista”, etc.

En nuestro país la postergación de los más pobres tiene su causa en actitudes de toda la sociedad argentina y, por ello, de cada uno de nosotros. Es decir, de conductas o vicios que cada sector debe identificar y combatir.

La pobreza surge del pernicioso corporativismo cuya manifestación es la defensa a rajatabla de privilegios cuyo costo paga toda la sociedad. Somos testigos de reclamos disfrazados de “justicia social” cuando a todas luces buscan afianzar beneficios injustificados o prácticas monopólicas que, en muchos casos, se convierten en mafiosas. Vemos también la queja repetida por aumentos o ajustes de precios, por ejemplo, el de la energía, protagonizada por una clase media acomodada que se acostumbró a la “cultura de lo gratuito”, sin ver que los subsidios y beneficios que gozaba se pagan restando recursos a quienes más los necesitan.

La pobreza también esta sostenida por el centralismo y la postergación de economías regionales cuyo efecto es la macrocefalia representada por la migración al gran Buenos Aires. Su contrapartida es el falso reclamo de federalismo por verdaderos señores feudales del Interior a quienes les conviene mantener la pobreza y el clientelismo basado en el empleo público, en lugar de reclamar por una verdadera autonomía fiscal y asumir la responsabilidad política de gastar bien los recursos genuinos de sus jurisdicciones.

Afianza la pobreza el “cortoplacismo” propio de nuestra sociedad que, denuncia cualquier política que implique un sacrificio actual en aras de mejorar la situación de las futuras generaciones.

Mantiene incólumes las causas de la pobreza el clientelismo, la utilización de subsidios o prebendas para comprometer a quienes más necesitan dentro de una falsa militancia. Es la enfermedad del populismo cuya praxis, en lugar de promover a las personas carentes de recursos dándoles herramientas para que creen sus propios emprendimientos o se capaciten para el mercado de trabajo, consiste en mantener bajo la línea de pobreza a la mayor cantidad de gente convirtiéndola en fuerza electoral mediante el engaño y la sumisión.

Finalmente, la pobreza es un fruto directo de la corrupción a la cual, con todo acierto hace referencia el mensaje de nuestros obispos afirmando “que están decididos a combatirla dentro de la Iglesia y fuera de ella”. Este terrible pecado se ha instalado en nuestras prácticas poco a poco, cada sector encontró la excusa para conductas corruptas que derivaron en la situación actual. Reconozcámoslo porque es el primer paso para cambiar la sociedad.

Bien han afirmado los obispos que la Iglesia no es un partido político. Tampoco su Doctrina Social es una plataforma electoral ni una ideología. A mi juicio, es parte de la teología moral. Es un llamado a cada cristiano para que ponga su inteligencia y esfuerzo en el amor al prójimo manifestado en la opción por los pobres. Para que en cada actividad que realice vea y analice la repercusión de sus decisiones en quienes lo rodean y más lo necesitan.

Esto no es ajeno a cada uno de nosotros en la actividad que desarrollamos y específicamente en el caso del empresario en el ámbito de la empresa.- Para esto es deseable el trabajo conjunto del mundo empresario con nuestros Pastores, aportando cada uno a la sociedad aquellos conocimientos en los que se viene desarrollando sus aportes conforme su vocación

Sobre el autor

Director Portal Empresa

Director de Portal Empresa, la revista digital de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).

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3 comentarios

  • Me parece muy bien la carta del Director.
    Desgraciadamente todavia hay ambientes argentinos en los que mantiene la sospecha por la democracia, porque erroneamente la idengifican con el liberslismo, y eso los conduce a prestar adhesion a movimientos anti-democraticos, que mal siguen haciendo a nuestro pais.

  • Coincido en todo con lo expresado por Enrique del Carril y sumaría a ello el compromiso que aun no se refleja en las expresiones de nuestros obispos de una posición clara contra el populismo que como dice muy bien el Dr. «busca mantener bajo la linea de pobreza a la mayor cantidad de gente». Quisiera una democracia comprometida por educar para el trabajo y no preocupada por regalar para gobernar.