A partir de diciembre de 2015 se inició en la Argentina una nueva etapa bajo el paradigma de cambio cultural. Etapa que parece haber cerrado el ciclo que comenzara en 2003. La relación de la política con la cultura ha sido una constante, especialmente marcada con Cristina Kirchner quien le dio a la dimensión simbólica una importancia fundamental a través de su permanente referencia al “proyecto de país” que tenía en el horizonte político.
Esta característica relevante de la última época K no pasó indiferente en algunos medios. De hecho, se preocuparon en destacar que el cambio de la política traería aparejado un nuevo diseño de la vida cultural en la sociedad argentina. Algunos titulares como “¿Hacia una nueva cultura política?” frente al imprevisto resultado de las elecciones, planteaban uno de los interrogantes más profundos en cuanto al futuro del proyecto nacional. Sin duda, el interrogante anticipaba el viraje de la dimensión ideológica por cuanto la nueva etapa estaría signada por un nuevo contenido en su política exterior e interior.
El cambio cultural se vislumbra desde sus comienzos como un auténtico nuevo ciclo que implica cambiar tanto el contenido como la forma tanto en la política como en la economía y en la cultura en general.
A pesar de los cambios realizados para promover condiciones que posibiliten la inserción de la Argentina en el mundo y la conviertan en un país atractivo para las inversiones extranjeras, la tarea efectuada desde la política no obtuvo los resultados esperados Esta situación nos mueve a plantearnos la cuestión: cómo lograr los objetivos más allá de las medidas, fundamentalmente impositivas, que establezca el gobierno.
En un nivel de análisis más profundo nos encontramos con la perspectiva sociocultural. Y recordemos que en el paradigma propuesto, los cambios para ser auténticos tienen que ser cambios “culturales”, donde los valores juegan un papel fundamental[1] Porque lo cultural no se refiere a cuestiones técnicas o formales, sino a valores comunes que modifican los comportamientos sociales en su conjunto/ gobierno, que no es lo mismo que Estado; empresas ,que son fundamentales para una economía productiva, y la sociedad, que es el capital humano sin el cual no es posible realizar ningún cambio…
Nuestra autopercepción de un país rico, de gente europea, con posibilidades próximas de recuperación nos ha jugado una mala pasada. Tal vez, porque no se corresponda con nuestra realidad…
¿Cómo nos ven?
En un artículo del diario El País, titulado La pregunta más angustiante sobre Argentina/, que tiene un epígrafe bastante sugerente/: Tierra de locos, se reconoce que “Macri ha obtenido resultados sorprendentes, pero el país sigue encerrado en el laberinto de una economía vulnerable”.
Esta percepción de nuestra realidad es resultado de nuestras crisis recurrentes/. Estas crisis han sido objeto de estudio por su regularidad y nuestra capacidad de sobreponernos con cierta facilidad. /Nos recuperamos haciendo algunos cambios que nos permiten sobre ponernos por un tiempo hasta el siguiente episodio porque los problemas estructurales, de fondo quedan sin resolver
Un escritor de nuestra tierra, Héctor Tizón, decía que “la imagen de un país en el exterior es lo que el país es realmente en su interior”[2]
No somos confiables ni económica ni institucionalmente… Saquemos conclusiones…
¿Cómo somos en realidad?
Esta respuesta nos remite a nuestra historia social. Nuestra nación se organizó cuando una generación, la del 37, se preparó durante varios años, hasta el 52, para constituir una dirigencia. Son llamados los “arquitectos de la nacionalidad”. Eran hombres que pensaban como hombres de acción y actuaban como hombres de pensamiento”. Entre ellos se destacó Alberdi/ quien tenía claro la necesidad de un pensamiento para la acción. Creyeron en una sociedad moderna en un país industrializado. Pero se consolidó el modelo “agroexportador” y la industrialización quedó postergada. Esta clase ejerció su influencia hasta fines del siglo XIX. En el siglo XX, la clase dirigente fue abandonando la formación intelectual necesaria para la vida política.
Si nuestros políticos surgen de nuestra sociedad, que educa ciudadanos con un criterio “europeísta”, que sabe más del Viejo Mundo que de su propia nación, difícilmente pueda comprender la Argentina para cambiarla…
Nuestra ASIGNATURA PENDIENTE es la formación de una dirigencia que pueda conocer bien nuestra realidad para resolver las cuestiones de fondo de nuestra sociedad que es el capital humano. Las crisis producen una enorme pérdida de este capital (“fuga de cerebros”) que no se recupera. Antes que nuestro mejor capital, el humano, se vaya es preciso tomar conciencia de este gran riesgo.
Un plan de desarrollo
Nos hace falta un plan de desarrollo integral que nos muestre hacia dónde rumbea el país. Una crisis es una oportunidad de reflexión para plantearnos qué nos pasa, qué hay que cambiar y quiénes tienen que cambiar.
Hago evidente la necesidad de formación de la dirigencia empresarial que tiene una responsabilidad social como dirigencia y como empresarial para que pueda dar una respuesta -eso es lo que significa responsabilidad- a un proyecto de desarrollo integral de un país que necesita salir finalmente del círculo vicioso de crisis que lo caracterizan. Si queremos cambiar nuestra imagen en el mundo, tenemos que cambiar… y evitar las crisis que nos repercuten negativamente.
Creo que ustedes tienen una tarea fundamental y la capacidad de torcer el rumbo de este destino trágico de un país con recursos que no logra administrarlos promoviendo una discusión que nos lleve a un país económicamente sostenible en el largo plazo. En este sentido de dirige la propuesta de los últimos premios Nobel de economía[3] que parecen converger con la necesidad de repensar la Argentina para no estancarnos en un modelo agotado.
¡Sólo así podemos generar el verdadero CAMBIO CULTURAL!
El presente artículo es un extracto de la exposisión en el Coloquio de IDEA en el panel «Pensando la Argentina«.
Me encantó ! gracias Dulce, MM