Dante Alighieri – Divina Comedia/ El Noble Castillo del Canto IV
E più d’onore ancora assai mi fenno,
ch’e’ sì mi fecer de la loro schiera,
sì ch’io fui sesto tra cotanto senno. INF. IV,102
Y todavía aún más honor me hicieron
porque me condujeron en su hilera,
siendo yo el sexto entre tan grandes sabios.
Es Viernes Santo. Es de noche. Un fuerte trueno ruge Dante tratando de encontrar el camino a su nuevo lugar. Todo es oscuro. Virgilio está pálido, porque está a punto de volver al Limbo, donde él mismo está colocado. Están las almas de los que vivieron antes de Cristo y las de los que murieron sin bautismo. Pero la tierra no tiembla, ni oímos gritos de dolor. Dante pregunta al Maestro si alguien ha salido alguna vez del Limbo y Virgilio cuenta el descenso de Cristo después de la muerte y la resurrección: liberó a los patriarcas y a los judíos del Antiguo Testamento, que creían en la venida del Mesías.
La palidez del rostro de Virgilio en el momento de la entrada (Or descendiam qua giù nel cieco mondo / comenzó el poeta todo embotado. Descendamos ahora al ciego mundo/dijo el poeta todo amortecido, v. 13,14), el gran verso que define lo suspendido precisamente por la falta de esa esperanza que es la vida del hombre (che sanza speme vivemo in disio, vivir sin esperanza en el deseo, v.42), la gran pena que golpea el alma de Dante, el suspiro que recorre todo el canto y define el tono de melancolía, y finalmente la misma limitación de ese noble castillo que acoge a los magnánimos (pensamos en todos esos grandes espíritus reunidos alrededor de ese pequeño fuego), son indicaciones sobre cómo debe leerse y entenderse este canto IV del Infierno.
“Los ilustres fantasmas honran a Dante como a igual y lo conducen a su eterna morada, que es un castillo siete veces rodeado por altos muros (las siete artes liberales o las tres virtudes intelectuales y las cuatro morales)”. J.L. Borges. Nueve ensayos dantescos, pág. 24.
En cierto punto, Dante ve un fuego que ilumina un hemisferio de oscuridad, viendo las almas dignas de honor habitan allí. En un prado verde están los grandes espíritus que se han distinguido por su coraje y su altura de ingenio: Electra, Héctor, Eneas, César con ojos de grifo y muchos otros, incluyendo Camila y Lavinia, Lucrecia y Marcia. El gran comandante musulmán, Saladino. Después de los nobles «de acción», ve a los nobles «de pensamiento», es decir los filósofos: Aristóteles, indicado como «Maestro de aquellos que saben, / sentado en medio de la filosófica familia, v.131,132», Sócrates, Platón (estos últimos están más adelante que los demás porque son más importantes), Demócrito (que el mundo del acaso pone, v.136), Anaxágoras, Tales, Empédocles, Heráclito. Poetas y escritores: Orfeo, Cicerón, Seneca. Matemáticos y astrónomos: Euclides, Tolomeo. Médicos: Hipócrates, Avicena, Galeno. Finalmente, el comentador de Aristóteles: Averroes.
Una voz exclama: «Honremos al más alto poeta; / vuelve su sombra, que se había marchado» (v. 80-81). Cuatro sombras se acercan: Homero, Horacio, Ovidio, Lucano. Virgilio los presenta a Dante, quien entra, por un momento solamente, en las filas («para que yo fuera el sexto entre tan grandes sabios», v.102): es la afirmación inequívoca de que entra en el mundo del clasicismo, como un continuador entre lo antiguo y lo moderno. La lista de personajes honorables contrasta con la masa anónima de las almas viles del anterior Canto III. De hecho, los magnánimos dominan la escena y su grandeza humana exalta y mueve el espíritu de Dante.
En este Limbo existe el non plus ultra de la mentalidad pagana. Aquí encontramos los fundamentos del pensamiento occidental. Aquí están los fundamentos de nuestro conocimiento. Estas son sombras que brillan por su nombre, por su silencio, no escuchamos la voz de estas almas. Todo es melancólico, suspendido.
Sin embargo, por toda su relevancia, debemos ir más allá si queremos captar la verdadera dimensión de este cuarto canto. Si los magnánimos dominan de hecho la escena -como los pusilánimes del canto anterior- y su grandeza humana sigue exaltando y conmoviendo el espíritu de Dante (mi fuor mostrati li spiriti magni, che del vedere in me stesso m’essalto, las magnas sombras fuéronme mostradas, que de placer me colma haberlas visto. v. 119,120), la íntima fuerza y vigor poético que se extiende poderosamente por todo el canto del Limbo, por su ritmo, por sus imágenes, no reside en la exaltación de tal magnanimidad, sino precisamente en su dolorosa exclusión de la verdadera beatitud del hombre, es decir, de la felicidad.
Dante – con libre y profunda invención – asigna un lugar emblemático a aquellos grandes del mundo antiguo, del cuyo destino siempre ha planteado dolorosamente el problema. Dante compartía el sentimiento de veneración y amor por esos hombres antiguos, que con gusto hubiese salvado. Y este es un punto fundamental, el punto final de la Comedia. De esta convicción, y de este sufrimiento, nació y se alimentó la gran página del Limbo de Dante.
Pero aún no hemos entrado en el verdadero Infierno. El Infierno comenzará descendiendo al segundo círculo, con el Canto V. Allí nos espera un juez infernal y allí finalmente escucharemos la voz del primer condenado. La primera voz es la voz de una mujer. Francesca da Polenta.
Este Canto IV nos deja preguntas abiertas, que también encontraremos en el PARAISO XIX- 76/78. «Muere sin bautizar y sin fe/qué es esta justicia que lo condena? /cuál es su culpa si no cree?»
- ¿Por qué razón Dante forzó la tradición cristiana, asignando estos espíritus al Limbo, en contra de toda opinión teológica autorizada?
- Donde falta la gracia, ¿puede incluso la más alta facultad humana (piense en Virgilio y Aristóteles) tocar la dicha de la vida divina?
- ¿Puede ser justo un Dios que coloca a niños inocentes en el Infierno, que no tenían forma de dañar a nadie, sólo porque murieron antes del bautismo o murieron en tiempos anteriores al advenimiento de Cristo?
- ¿Cuál fue la falla? Y si no hay culpa, ¿por qué tenemos una condena?
Debemos subir al Cielo del Paraíso, después de bajar a la dolorosa profundidad del infierno y purgarnos en el Purgatorio, para comprender la gran visión de la Divina Comedia. Seguiremos con Dante, con su grandeza humana e intelectual y su dimensión mundial: «el más universal de los poetas».
Referencias:
- http://dante.dartmouth.edu/ (the Dartmouth Dante Project: database, con especial recomendación del de Anna Maria Chiavacci Leonardi (Italian, 1991-1997)
- Mirco Cittadini
- Jorge Luis Borges
- Nueve ensayos dantescos https://borgestodoelanio.blogspot.com/2018/01/jorge-luis-borges-nueve-ensayos.html
- Siete Noches https://deresumen.com/siete-noches/
- 4.Siete Noches – La Divina Comedia (Conferencia) https://www.youtube.com/watch?v=AHBYA7-ldQc
Muchas preguntas deja este canto. Este hermoso canto nos deja misterios aún sin resolver, que tan bien explicaste en este grandioso canto. Gracias Enzo por el bello aporte a la comunidad Dantesca.