En casa
En el mundo de las mascotas hay de todo. En algunas personas, el dogo argentino despierta el mismo cariño que el Jazmín de Susana. Entre mis amigos, tengo a G.M. que tuvo un tiempo un yacaré en la bañera y sé de un vecino que tiene una iguana en el depto.
La predilección por la mascota es gratuita y discrecional, pero eleva al querido bicho a un lugar cuasi-humano. Tienen nombre. Se conversa con ellos, se los extraña. Esa vinculación afectiva hace que esos mimados seres vivos adquieran una categoría superior. Se los quiere, se los cuida y éstos, a su manera, corresponden a sus dueños. Even more, no se puede disponer de la vida del querido bicho, así como así. Eso lo sabe la mafia (la de las películas) como en El Padrino, cuando aparece la cabeza de Khartoum, el caballo adorado por Jack Woltz. (Imágenes sensibles: https://youtu.be/VC1_tdnZq1A).
En el aula
Hace unos dos o tres años, di a leer a un grupo de alumnos una nota periodística que relataba que un león había “asesinado” a otro en un zoológico. Les pregunté si consideraban que el león era un asesino. Hubo un breve intercambio, no muy entusiasta. Expliqué, entonces, cómo en nosotros interactúan la inteligencia y la voluntad y que -si bien tenemos instintos de conservación- éstos pueden ser gobernados por la conciencia y la libertad individual. Un alumno preguntó: – ¿y Ud. cómo sabe qué pasa por la cabeza del león?
En la plaza
Hace un tiempo también, me había llegado un email del gobierno porteño con los resultados de una encuesta. El servicio más votado por los contribuyentes era un comedero gratis para mascotas en las plazas de la ciudad. No sé si se implementó. I´m not a pet person.
En la calle
Quizás hayan visto, como yo, algunos afiches sobre “liberación animal”. Uno de ellos tiene la foto de un cerdo y como epígrafe: “persona”. Lo pueden comprar online por $300 pesos. Otro afiche afirma, refiriéndose a animales y humanos, “somos lo mismo” y compara ¿equipara? la explotación de personas a la de animales. “Somos la especie en peligro de extinguirlo todo”, afirman. Muy buena frase. Bastante verdadera. Frase que, by the way, reconoce que no somos lo mismo.
Meaning?
A pesar del título de esta reflexión, no trato sobre dietas veganas, ni granjas de cerdos, ni consumo sustentable. Lo que quiero es referirme a un signo de los tiempos que considero necesario reconocer para pensar cómo comunicamos la defensa de la vida. Este rasgo de nuestros tiempos consiste en un aumento del respeto al valor de la vida de los animales que convive con la disminución del respeto al valor de la vida humana. No puedo afirmar que el primero sea causa del segundo. Tampoco digo que lo primero sea algo indeseable ya que, como se ha dicho siempre, la crueldad con los animales no hace mejor al ser humano. Ambos están sucediendo.
Tiempo de derechos
Hoy se habla de derechos de los animales -y también de los robots. Eso nos lleva a preguntarnos cuál es la base filosófica para afirmar que se les pueden atribuir derechos. ¿Tienen derechos porque afectivamente nos caen bien? ¿Tienen derechos porque cumplen una función útil en el sistema ecológico -o en el sistema económico? ¿Tienen derechos porque -según cómo los tratemos hoy- ello impactará en el ser humano futuro? Es decir, la arbitraria elección afectiva o la utilidad o la instrumentalidad ¿pueden ser fundamento de la atribución de derechos?
Inspirándome parcialmente en Josef Pieper (1904-1997), les acerco este hilo argumental:
La virtud de la justicia se ha entendido en el mundo occidental como “el dar a cada uno lo suyo”, “dar a cada uno lo que le corresponde”. La pregunta “del millón” es en virtud de qué algo le corresponde a cada uno.
Primera respuesta. Si hubo un pacto o un acuerdo y yo ya hice mi parte, ahora vos me debés lo que acordamos. Tengo algo que me corresponde, que me deben, que es mío -gracias al contrato. Ahora bien, el acuerdo puede ser injusto, por ejemplo, por la asimetría de poder o de información. Entonces, tenemos que encontrar algo más sólido para fundamentar un derecho. Segunda respuesta. El fundamento es la naturaleza distintiva del ser humano. Una forma de reconocerla es compararla con los animales. Y lo voy a hacer sobre la base de dos ideas: la noción de “especie” y la de “conciencia de sí”.
“Somos la especie en poder de extinguirlo todo”
¿Qué es la especie? Entre los animales vertebrados, mamíferos, carnívoros y felinos se encuentra, por ejemplo, el género Panthera al que pertenecen cinco especies: león, tigre, leopardo, jaguar y leopardo de las nieves. La idea de especie gira alrededor de la cuestión del aislamiento reproductivo. Es decir, no se cruzan. Algunas especies “se hibridan” pero el individuo resultante suele ser estéril (como la mula).
Desde el punto de vista animal, los seres humanos -nacidos y por nacer– somos de la misma especie, se me ocurre, en tres sentidos. A) Taxonómico: somos individuos clasificados como “ser humano” entre todos los seres vivos. B) Reproductivo: los seres humanos procrean seres humanos. C) Temporal-individual: desde la concepción hasta la muerte conservamos las características actuales y potenciales de la especie.
Conciencia de sí
A diferencia del resto de los animales, la especie humana se caracteriza por ser racional, distinguir entre medios y fines, ser sociable, vivir en comunidad y ser libre. Ud. dirá: – Pero yo conozco a Fulano que de racional no tiene nada o a Mengano, que le gusta el aislamiento. La especie se concreta en cada individuo de distinto modo -con un ADN único e irrepetible– pero manteniendo las mismas características en todos los individuos. Es más, la disminución de alguna de ellas, por ejemplo, en la demencia, no lo hace menos ser humano, no lo cambia de especie.
A diferencia del resto de los seres vivos, el hombre tiene “conciencia de sí” y no solo “sensación de sí” como el animal (Alexandre Kojève, 1902-1968). El animal puede “quejarse”, sufrir un dolor físico o la mascota puede sufrir la ausencia de su dueño. Huye, ataca para conservar su vida o su prole, pero sigue ineluctablemente su naturaleza -que no incluye la libertad (y la posibilidad de ir en contra de su propio modo de ser).
Conciencia de especie
El filósofo Max Scheler (1874-1928) decía que el hombre tiene mundo (Welt) y el animal, solo mundo circundante (Umwelt). Es decir, Hannah, la Mini-Schnauzer de mi sobrina se vincula con mi hermana, mi cuñado y mi sobrino, con los pájaros que vuelan bajo -y a veces- alcanza a cazar y con Otto el enorme perro negro de enfrente. Freud, el Mini-Schnauzer de mi otra hermana, también caza (no asesina) pájaros y alimañas varias. Freud no sabe de Hannah que está a más de 1000 km y ahora le encontraron unos tumores. Freud no sabe ni de Hannah ni de otros de sus iguales lejanos que podrían estar sufriendo y no puede hacer causa común con ellos. Es más, le contaron a Freud de Hannah, pero siguió persiguiendo a los loros que se instalaron hace poco en el jardín.
El yo puede reclamar
Algo muy interesante que dice Pieper es que “lo que le corresponde”, “lo debido”, es decir, el derecho del hombre se hace irrevocable e inviolable debido a su capacidad de reclamo. No cumplir una promesa hecha a una mascota, solo queda allí.
La capacidad de reclamo se funda en la conciencia de sí. El ser humano dice “yo”. Cada uno de nosotros experimenta el tomar decisiones que modifican tanto la propia vida como la de otros. Esta conciencia de estar “a cargo” de la propia vida, conduce a cada uno a buscarle un sentido y como consecuencia, a ser consciente de qué necesita para ello: vida, salud, vivienda, trabajo…los derechos fundamentales. No lo dijo Evita, sino Tomás de Aquino en Summa contra Gentiles, “a uno se le debe lo que se necesita para la perfección de uno”.
En la serie Chicago Med (S. 4, Ep. 16), un niño con cáncer -para quien sus padres engendraron un hermano para donarle los órganos necesarios- reclama y “libera” a su hermano de esa instrumentalización hecha por sus padres rechazando el tratamiento. Le reconoce la dignidad que sus padres le quitaron, su valor per se y no instrumental.
El concepto de especie nos permite decir “ese es un otro como yo”, “el otro tiene la misma dignidad que yo”, “tiene el mismo derecho que yo”, “ese que está en el vientre materno es un otro como yo y puedo reclamar en su nombre porque él no puede”. Son individuos de nuestra misma especie. El hombre puede ver al otro como a sí mismo, aunque no tenga conexión afectiva, aunque no le sea útil.
Todo ser humano tiene la capacidad (aunque no la use) de compadecerse de otro ser humano, empatizar, ponerse en el lugar del que sufre, pobre, solo, vulnerable, enfermo, que ha sufrido o va a sufrir una injusticia y reclamar por él.
En estos tiempos de poca distinción entre qué es lo humano, qué lo no-humano y qué lo inhumano. Mi pregunta es ¿qué se escucha cuando se dice “toda vida vale”?
Agradezco los comentarios al primer borrador de LC, AF, SM y CR que me permitieron aclarar lo que quería decir.