En el lenguaje quinielero, el 22 son los patitos; en la imagen de Nik aparecen alineados, en fila. Para los chinos, el 22 será el año del tigre de agua, un signo disruptivo y sorpresivo; si el dragón es el rey del cielo, el tigre lo es de la tierra, que en el 2021 ya se vino expresando por medio de los volcanes en erupción, inundaciones, sequías, huracanes y tantas calamidades más.
Mientras desde el 1 de enero de 2022 reinarán los patitos en la Argentina, el 1 de febrero irrumpirá el tigre en el Oriente. Por lo pronto, el 4 de febrero se inician los juegos olímpicos de invierno en Beijing. Los Estados Unidos convocaron a boicotearlos. El presidente ruso, Vladimir Putin, anunció su presencia desafiante. Tengamos en cuenta que es posible que, para esa altura, Rusia esté en guerra con Ucrania. Estados Unidos, que anunció que reaccionaría ante esa eventualidad, también podría estarlo (tiene parlamentarias este año); así como también Europa (sin Angela Merkel y con elecciones presidenciales en Francia), Oriente Medio y el Magreb, cuya neutralidad sería muy dificultosa. Más aún si consideramos la carrera armamentística que seguimos semanalmente en Hechos Destacados.
Habría seis grandes cumbres que estarían signadas por este conflicto, a juzgar por las últimas ediciones: la reunión anual de la OTAN, a realizarse en Madrid, España; la del G7, en Bali, Indonesia; la COP-27 de Cambio Climático, en Egipto; la asamblea general de la ONU, en New York; la Cumbre de las Américas, en los Estados Unidos, y la de la OEA, en Perú. Las fechas disponibles se pueden ver en el documento adjunto.
Hay otra cumbre que también va a estar cerca del epicentro bélico: el Mundial de Fútbol, a disputarse en Qatar, y cuya definición como sede costó tanto. Los argentinos fuimos testigos de esas maniobras.
Volviendo a los JJ.OO. de invierno, un presidente que analiza su presencia es Alberto Fernández, que tiene en marzo fuertes vencimientos de deuda con el FMI y con el Club de París y busca, mediante este coqueteo, hacer aflojar el apoyo norteamericano.
Podemos decir lo que queramos de Fernández, pero no es el único latinoamericano con la brújula enloquecida. En marzo asume Boric en Chile; más allá de las señales, la realidad se escribe con hechos concretos. En abril el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador tiene el referéndum revocatorio de gestión que él mismo propuso durante su campaña; aunque no parece que vaya a perderlo. En enero, asumirán Daniel Ortega en Nicaragua y Xiomara Castro en Honduras. Colombia y Brasil eligen presidente. ¿Tendrá Colombia, tan parecido a Chile, su propio Boric? ¿Reelegirán los brasileños la línea dura de Jair Bolsonaro, volverán al PT o marcharán hacia un candidato sorpresa, como el tigre de agua? ¿Valdrá la pena consultar a las volubles encuestas?
Si fuera por ellas, deberíamos atender la de Zuban Córdoba de diciembre de 2021, que dice que la mayoría de los argentinos están insatisfechos con la democracia, aunque la reconocen como el mejor sistema (85%). Pero a un tercio de la población no le importaría que asuma un gobierno no democrático si le resolviera los problemas; de hecho, el 85 por ciento está en desacuerdo con la reelección indefinida de los intendentes, a los que sistemáticamente hacen reelegir sin solución de continuidad.
En lo que probablemente las encuestas tengan razón es en que, según Voices, a nivel global crece el pesimismo. Hay motivos: ¿quién nos puede asegurar que no aparezca otra pandemia en este mundo híper urbanizado y globalizado? ¿Qué seguridad tenemos de que una catástrofe ambiental, y ahora también militar, no amenace nuestras vidas o las de seres queridos?
Pero vamos por la positiva: en el orden nacional, en marzo nos encontraremos en San Nicolás, por Expoagro, y en invierno, en la Rural, por la Ganadera; además, en Lisboa el mundo conferenciará sobre los océanos y es probable que parta la primera misión privada a Marte; en cuanto a las relaciones internacionales, el único signo de paz proviene del diálogo entre las dos Coreas, aunque acotado por la elección presidencial en la meridional.
En cambio, los argentinos -que ya nos acostumbramos a la inflación, al default, a las crisis y a los cataclismos de todo tipo- seguramente vamos a estar pendientes de un final dramático: el resultado del partido con Italia.