Es notable observar cómo se visualizan los sistemas de producción de alimentos bajo el mismo denominador común exigido hoy por los consumidores, que es la sustentabilidad de estos.
Es bueno entonces tomar la definición de sustentabilidad desde la Academia de Ciencias Americana (NCR-NASS) que dice claramente que un sistema de producción es sustentable: “cuando es rentable para el agricultor y las Industrias asociadas, cuando contribuye a mejorar la calidad de vida de las poblaciones rurales, cuando fortalece las estrategias de desarrollo del país y a la vez… mantiene la integridad de los recursos naturales”.
Este debe ser el punto de partida en el análisis de la sustentabilidad y muchas veces solo se toman en cuenta aspectos ambientales y en muchos casos en forma parcial o distorsionada de la realidad.
En forma prioritaria los fenómenos de degradación de suelos irreversibles (erosión hídrica y eólica y salinización los más importantes) deben estar dentro de los límites tolerables vigentes para pensar en sustentabilidad y a partir de allí mantener, con el uso de distintas prácticas de conservación la integridad y potencial del recurso suelo. Cobran fundamental importancia la rotación de cultivos, (intensidad y diversidad de rotación), la siembra directa, nutrición balanceada de los cultivos, control de plagas malezas y enfermedades etc.
La preocupación de la sociedad sobre el cambio climático y los gases de efecto invernadero (GEI) de los últimos años centrada en las emisiones de carbono como CO2 a la atmósfera, no pone un énfasis prioritario en el control de los procesos de erosión, que es la única pérdida irreversible del carbono del suelo y a partir de ello el balance de carbono del sistema es fuertemente negativo.
Se renuevan los datos de emisiones de CO2 y confirman cada vez más una realidad distinta de la percepción que tiene la sociedad sobre este tema. El aumento de las emisiones de CO2 está directamente asociada al cambio climático y para ello debemos enfocarnos en quienes y como se producen esas emisiones y quienes pueden revertir el proceso fijando o secuestrando CO2 de la atmósfera.
Tomando las emisiones globales de CO2 Argentina solo emite el 0,5%; Brasil el 1,4% y Uruguay y Paraguay el 0,2 y 0,1%.
Está claro también que el origen de las emisiones, mayoritariamente (más del 70/80% del total), están vinculadas a la utilización de combustibles fósiles y es también relevante que el grado de industrialización de los distintos países, genera mayor o menor emisión de CO2.
El cambio en el uso de la tierra, la deforestación y las actividades ganaderas representan el 14-16% de las emisiones globales y muestran una enorme variabilidad regional.
Anualmente y según las regiones, se verifica una caída en las emisiones generadas por las actividades agrícolas y ganaderas y se empiezan a considerar además los aportes que estas actividades generan, en cuanto a la fijación de carbono por fotosíntesis de cultivos y pastizales que integran los sistemas productivos.
Cambios en el uso del suelo muestra una disminución en las emisiones en las últimas dos décadas.
Global Carbon Proyect 2022
Debemos considerar no solo las emisiones sino el balance de carbono de las distintas actividades productivas y a partir de ello aumentar las posibilidades de fijación y/o secuestro de carbono y disminuir en lo posible las emisiones.
La utilización de siembra directa ha permitido una notable reducción en el uso de combustibles fósiles (y por lo tanto de emisiones de CO2) por labranzas por hectárea sembrada y más importante aún si lo referimos a las toneladas producidas.
Las actividades ganaderas emiten básicamente metano, otro de los GEI de alta provisión de CO2, que a diferencia del CO2 de origen fósil que se acumula directamente en la atmósfera, este se degrada en 10/12 años e incorpora al suelo tomado por las plantas y su fotosíntesis.
La percepción social de las actividades ganaderas es que son emisoras de GEI (metano) y no consideran la realidad que es que otorgan un balance positivo de carbono al sistema, posibilitado por la fijación de carbono de los pastizales utilizados dado que el 80/90% de la producción ganadera utiliza forrajes y pastizales naturales como base de su alimentación.
Hemos llegado al extremo de encontrarnos hace un par de semanas con la novedad de que Dinamarca, erróneamente, ha creado el primer impuesto al carbono en el mundo ya que les cobrará a sus agricultores US$145 por vaca.
La producción de alimentos no es el origen del problema del cambio climático sino por el contrario… es parte de la solución.