Para empezar, me hago eco de aquella expresión de Mafalda: “No vaya a ser que, por buscar salidas, nos quedemos sin entradas”. Es que, si erramos el punto de partida, difícil será llegar a buen resultado. Maravilla pensar que, en la diversidad de situaciones posibles, esta misma premisa puede ser igualmente decisiva.
¿Y cómo pensar el punto de partida para llegar a una comunicación que sea exitosa en lo relacional?
Prefiero adelantar mi respuesta, porque de ampliarla se tratarán, básicamente, estas líneas. Pienso que el punto de partida es el otro (no lo que creemos saber del otro) y que se requiere una disposición vital: cuidar la relación que podamos establecer entre nosotros al comunicarnos.
Empecé a creer esto al profundizar en la primera Encíclica del Papa Montini, que me cautivó con sus propuestas. Haciendo base ahí, fui armando esta síntesis que sugiere un rumbo, aunque no mencione explícitamente la comunicación:
- Comenzar a dialogar desde el máximo respeto a la dignidad y a la libertad del otro.
- Tratar de descubrir a quién se tiene delante para que el diálogo no sea unívoco, sino adaptado a la índole del interlocutor y a las circunstancias.
- Buscar la prudencia, que tiene muy en cuenta las condiciones del que oye y puede modificar las formas de hablar para no serle molesto o incomprensible.
- Hacer el esfuerzo (grande, porque esto es muy difícil) de que el otro pueda comprender lo que vivo, lo que digo.
- Intentar partir de sus puntos de vista y valorizar sus aportes en la consecución de una verdad más plena.
- Hacer hincapié en las coincidencias como punto de partida para el diálogo.
- Buscar la unidad en la diversidad, para que la diferencia no se convierta en separación, en indiferencia, en desprecio.
- Evitar toda intolerancia, sordera y orgullo.
- Evitar la polémica ofensiva, el juicio condenatorio, los modos violentos y la futilidad de la conversación inútil.
- Presentarse ante el otro no como dueño de la verdad total, sino en disposición de interrogarse a sí mismo al interpelar al otro, y con una humildad realista que reconozca la propia falibilidad y los errores históricos.
Independientemente del grado de identificación que cada uno pudiera tener con los distintos puntos de esta enseñanza, me parece posible que nos abramos a entender la comunicación como encuentro, como un hacer juntos, donde lo central es la relación que se establece entre las personas que intervenimos.
Aún en medio de los más rotundos desacuerdos que podamos tener (en lo que pensamos, en el modo de vivir, en lo que creemos, en lo que decimos, en nuestras prioridades), la comunicación tiene el poder de acercarnos si a ello nos disponemos con pasión y convencimiento.
Entiendo que lo peligroso no es en sí la falta de acuerdo en estas cosas, sino volvernos inaccesibles, dejar de comunicarnos, o sea, de encontrarnos.
Decía: con pasión y convencimiento. Cuesta pensar en un resultado positivo si no es de esa manera. Es que, como nos habremos ido dando cuenta, es muy fácil poner distancia con el otro, dar paso a juicios, suposiciones, a enfrentamientos o hasta la más violenta indiferencia. ¿Qué tal si escapamos de todo eso?
El éxito al que me refería en el título nos convoca a elegir no maltratar al comunicarnos. A seguir aprendiendo cómo es esto de vivir pacíficamente con el aporte de los otros, sabiendo que tal cosa nada tiene que ver con renunciar a las propias convicciones y opciones de vida consecuentes.
Recibirnos, escuchar nuestros diversos pensamientos, no cerrarnos a la discrepancia, nos permite, además, prevenir que posturas propias se vuelvan exageradamente rígidas, que dejemos de incorporar nuevos matices a lo que aprendimos, elaboramos y comunicamos.
Asumir la complejidad y riqueza del nosotros, sin reducirla a lo que creemos saber unos de otros, como anticipé, me parece el inicio del éxito relacional al comunicar.
Que valioso aporte, que acerca y renueva el pensar en clave de dialogo. Quizás lo tenemos más presente de lo que creemos pero siempre necesita ser actualizado. Caun importante el saber comunicar claramente lo que pienso pero por sobre todo estar abierto a escuchar desde la aceptación de la dignidad del que esta en frente! Gracias!!!
Qué buen artículo. Excelentes las propuestas prácticas.