Reflexiones para un liderazgo ético y transformador
En mis años de acompañamiento como sacerdote, he visto cómo muchas personas, en sus búsquedas personales y profesionales, descubren que necesitan volver al corazón para tomar decisiones más auténticas. Este corazón no es solo el centro de las emociones, sino el núcleo donde confluyen convicciones, valores y propósitos. Allí nacen las decisiones que no solo transforman vidas individuales, sino también comunidades y organizaciones.
Inspirado por la encíclica Dilexit nos del Papa Francisco y el legado del Padre León Dehon, fundador de mi congregación, quien luchó por llevar el amor del Sagrado Corazón de Jesús a todos los espacios, incluido el empresarial, quiero reflexionar sobre cómo el «corazón» puede guiar el liderazgo ético. Mi experiencia como sacerdote y como estudiante de MBA en Dirección de Empresas en la UCU Business School en Uruguay me ha mostrado que es posible integrar éxito y propósito, formando líderes comprometidos con valores humanos y éticos.
El filósofo francés Blaise Pascal decía: «El corazón tiene razones que la razón no entiende». Esta frase, profundamente humana, resuena en la enseñanza del Padre Dehon, quien veía el corazón como fuente de transformación personal y social.
Como estudiante, fui testigo del compromiso de mis profesores por formar profesionales que no solo aspiren al éxito técnico o económico, sino que también lo integren con un propósito ético. Este enfoque me hizo reflexionar sobre cómo las decisiones empresariales pueden ser mucho más profundas y significativas cuando surgen de ese núcleo donde valores y lógica se entrelazan.
En mi acompañamiento pastoral, he conocido líderes y emprendedores, sobre todo en Brasil, que han logrado transformar sus contextos laborales al incorporar un enfoque más humano y auténtico. Esto no ocurre solo desde la razón, sino desde el corazón, que conecta la empatía con la responsabilidad y la visión de largo plazo.
El Papa Francisco nos recuerda que el corazón tiene la capacidad de unir fragmentos y encontrar armonía. Esta idea conecta profundamente con el liderazgo ético, donde no se trata de elegir entre rentabilidad y responsabilidad social, sino de integrarlas en un propósito común.
En la UCU Business School, las clases de RSE, los debates sobre cómo construir empresas con propósito me mostraron y pude entender que la ética no es un obstáculo para el éxito, sino su verdadera base. El modelo empresarial que se propone en este tipo de formación no busca solo resultados inmediatos, sino también contribuir al bienestar de las comunidades y al desarrollo sostenible.
En mi vida pastoral, he acompañado a personas que luchan por transformar ambientes laborales deshumanizados en espacios donde la justicia, la empatía y la autenticidad sean valores centrales. Esos esfuerzos me han reafirmado que liderar desde el corazón no solo humaniza las organizaciones, sino que también impacta positivamente en quienes las integran.
El filósofo Emanuel Levinas planteaba que el rostro del otro nos interpela éticamente, exigiendo de nosotros una respuesta responsable. Esta idea se conecta profundamente con mi experiencia tanto en el ámbito pastoral como académico. La empatía es el núcleo desde el cual las decisiones éticas cobran vida.
En mi paso por el master, aprendí junto a otros profesionales cómo integrar la justicia y la empatía en las decisiones estratégicas. Estas discusiones me recordaron que liderar desde el corazón no es un gesto emocional, sino una decisión ética que demanda valentía. Esta forma de liderazgo fomenta una visión más amplia, donde los resultados no solo se miden en términos económicos, sino también por su impacto humano y social.
El Padre Dehon nos enseña que el corazón de Cristo es un símbolo de reparación, reconciliación y entrega. En este sentido, el liderazgo empresarial también debe buscar sanar y construir en lugar de dividir o explotar.
Volver al corazón es una invitación a liderar desde lo más auténtico de nuestro ser, un desafío especialmente relevante en el mundo empresarial, donde las decisiones tienen un impacto profundo en las personas y comunidades. Como estudiante de MBA y sacerdote, he reflexionado sobre cómo cada decisión puede ser una oportunidad para construir, no solo resultados, sino relaciones y valores duraderos.
El Papa Francisco nos recuerda: «Nada que valga la pena se construye sin el corazón.» El Padre Dehon, por su parte, nos llama a transformar cada espacio que habitamos con el amor y la justicia del Sagrado Corazón de Jesús. Como líderes empresariales, emprendedores o profesionales, esta invitación nos interpela a preguntarnos: ¿cómo pueden nuestras decisiones reflejar lo mejor de nosotros mismos y dejar una huella positiva en el mundo?
En mi experiencia como sacerdote y estudiante de MBA, he aprendido que el corazón humano tiene una capacidad infinita para construir, sanar y transformar. En el ámbito empresarial, esto significa crear espacios que reflejen compasión, justicia y propósito. No es solo un ideal espiritual, sino una responsabilidad ética y práctica.
Los invito a liderar desde el corazón, recordando que cada decisión tomada desde este lugar tiene el poder de transformar no solo nuestras empresas, sino también la sociedad en la que vivimos. Como decía el Padre Dehon: «El corazón de Cristo debe ser el corazón del mundo.»