Cómo crear lazos: la nueva temporada de “Todos quieren salvarse”, la excelente serie italiana de Netflix.
“Empecé a escribir por pura gratitud”, así habla Daniele Mencarelli, autor de la novela Tutto chiede salvezza (Todo pide la salvación) que fue llevada a Netflix en dos temporadas (2022 y 2024) por Francesco Bruni, con la actuación protagónica de Federico Cesari, y traducida al español como Todos quieren salvarse. También escribo este comentario por pura gratitud. Agradezco el excelente guion, la asombrosa actuación y la delicada manera de hacernos pensar y elevar la mirada a lo trascendente, tan necesario para encontrar sentido a la vida. Aguda reflexión sobre las relaciones humanas -familiares, laborales, de amistad-, el mundo juvenil, la búsqueda de identidad, el sufrimiento, la maternidad y paternidad, las ambiciones, los prejuicios, la depresión, la culpa, la amistad…
La acción transcurre, tanto en la primera como en la segunda temporada, en el hospital psiquiátrico San Francisco de Asís. Allí, donde todos parecen haber llegado al límite, hay redención y esta viene por la amistad, el amor, el servicio. Las escenas que muestran el silencio y la introspección de los personajes, en particular de Daniele, ofrecen una visión profunda del dolor y de la lucha interior por descubrir la respuesta a esta pregunta tan crucial: ¿quién soy?
Daniele en la segunda temporada pasó de ser paciente a ser enfermero y padre de una pequeña niña; Giorgio (Lorenzo Renzi) dejó atrás la sala donde había llegado por su autismo y cierta violencia para ser ahora el jardinero del hospital relacionándose con la naturaleza y especialmente las flores a las que tiene perfectamente contadas; Nina (Fotini Peluso) de adolescente rebelde y “destructiva” es joven madre; Madonnina (excelente actuación de Vincenzo Nemolato) regresa e intercede entre los nuevos “huéspedes” del hospital… Se suman dos pacientes: un futbolista fracasado y muy enojado con la vida y otro que siente asco de sí mismo.
El desarrollo de la historia, de manera sutil pero efectiva, muestra cómo los vínculos interpersonales son esenciales, aunque no siempre provean el consuelo esperado. Daniele en la segunda temporada pasa de ser cuidado a cuidar y a medida que intenta ser un profesional competente, su exceso de empatía -tal vez esa necesidad de ser querido- lo arrastran nuevamente al borde del colapso. La poesía será el canal para exteriorizar sus emociones que además lo convierte en escritor. Tal decisión y salida del personaje remite a la historia real de Daniele Mencarelli el creador de la historia quien presa de una fuerte depresión que lo llevó a las drogas y el alcohol encontró una salida trabajando en un hospital pediátrico y luego en la escritura de tres novelas que constituyen una trilogía sanadora.
La serie aborda distintas perspectivas sobre la enfermedad y la cura, desde la resignación hasta el esfuerzo constante por encontrar sentido. Los pacientes del hospital psiquiátrico, junto con los doctores, forman un universo donde las fronteras entre “los sanos” y “los enfermos” se desmoronan, cuestionando las convenciones sociales que dividen a las personas basándose en su equilibrio mental.
El conflicto no falta en el hospital ni en la vida de cada uno de los “enfermos” y “sanos”: celos, traiciones, encubrimientos… pero allí donde hubiera prevalecido la ira, el orgullo y la vanidad, el perdón se abre paso porque es el sentido de comunidad que nace entre quienes comparten el mismo destino hospitalario, el que genera la salvación. La serie viene a decirnos “no nos salvamos solos”.
Durante esta ardua experiencia, el protagonista aprende a confiar, no sólo en los médicos, sino también a pedir ayuda, se abre a la escucha y a compartir un dolor real que no se puede minimizar, encontrando consuelo en los demás, en la escritura fruto de su sensibilidad e imaginación y en la fe. El dolor, la culpa, la insatisfacción… pesan menos cuando se comparten y al revés: cuando lo que se comparte es la alegría, el amor, el servicio, estos se duplican, se contagian, engrandecen.
La serie también invita a pensar en las condiciones de los centros sanitarios y el desinterés general de la sociedad por el tema. También la historia presenta el problema de las relaciones intrafamiliares: la familia de Daniele, dura pero acogedora, ofrece un fuerte contraste con la de Gianluca, criado en un entorno militar rígido y autoritario, y la de Nina, impulsada al éxito por una madre ambiciosa, más interesada en la fama que en el bien de su hija.
El mensaje que subyace e hilvana la trama es que, a pesar de nuestros errores y fragilidades, siempre existe la posibilidad de volver a empezar. Y para esto, es esencial la amistad y el encontrar personas dispuestas a la escucha. Los amigos siempre tiran para arriba desinteresadamente. “Mi certeza —decía Mencarelli— es que construir una serie de relaciones, de amistades, de fraternidades me ayuda a llevar compartido el peso de esta ausencia que ellos también sienten, de la ausencia y la búsqueda del Padre. Esta es ya la derrota de la soledad: porque no estamos solos”.