En sus discursos y enseñanzas Jesús continuó el camino trazado por los grandes profetas de Israel (como Amós, Isaías, Jeremías y Elías) quienes marcaron la necesidad de una renovación espiritual que terminara con prácticas hipócritas, corruptas e injustas. Este trabajo tiene la intención de ayudar a comprender y contextualizar la denuncia concreta que Jesús hizo al final de su vida, sobre por qué los jerarcas del Templo de Jerusalén lo habían convertido en una “cueva de bandidos” (Mt 21, 13). ¿Cuál era la gravísima trama a la que se estaba refiriendo Jesús y quienes eran sus actores? Indudablemente las acusaciones concretas del Galileo fueron una de las causas de su condena a muerte, ya que afectaban potencialmente a los intereses pecuniarios de miembros de la elite dominante y de la clase sacerdotal en general.
En lugar de una vida centrada en el cumplimiento de normas y en los sacrificios tradicionales administrados por el Templo, Jesús enfatizaba a sus seguidores un cambio de actitud espiritual donde la conversión interna y las acciones misericordiosas se volvieran centrales. El mero cumplimiento de normas y los sacrificios, muchos de los cuales se concretaban mediante aportes monetarios directos o indirectos al Templo, quedaban minimizados respecto de las acciones benevolentes y la oración personal. En el mensaje de Jesús no se requería apaciguar continuamente a Dios con dádivas onerosas o prácticas formales. El Galileo resumiría su mensaje citando a Oseas 6,6: “Misericordia quiero, no sacrificios” (Mt 9, 13). Su indiferencia por los holocaustos de animales entregados al Templo, su animadversión al impuesto aplicado por la institución y su descripción negativa del comportamiento de sus sacerdotes y funcionarios (escribas y levitas), todo era de carácter potencialmente subversivo para los jerarcas religiosos. La propuesta de que el Templo podría ser destruido y restaurado en tres días era especialmente alarmante: podría haber estado sugiriendo que toda la alta dirigencia sacerdotal y sus empleados corruptos deberían ser reemplazados rápidamente por otras personas menos objetables (Mc 14, 58). Debe destacarse que la acción y predicación del Galileo, como los de su primo Juan el Bautista, se realizaron en zonas más bien alejadas de la capital y fuera del control de la jerarquía jerosolimitana. Aun así, Jesús contaba con muchos seguidores que residían en la principal urbe judía (Mc 3,8) por lo que causó una preocupación creciente de los altos rangos sacerdotales, que enviaban a sus funcionarios a espiarlo o cuestionarlo (Mc 3,22; 7,1).
Para entender el modo en que la predicación de Jesús podía afectar a los intereses de los grupos dominantes se debe comenzar describiendo la estructura de contribuciones pecuniarias vinculadas al culto judío. El centro de recaudación era el Templo de Jerusalén, un espacio dentro del cual se canalizaban los pagos en moneda y especie que hacía la población para cumplir sus obligaciones religiosas. Allí se recolectaba y depositaba en su tesoro el impuesto al culto, junto con ofrendas de alimentos o animales (vacunos, lanares o aves) destinados a ser sacrificados. Entre los sacrificios obligatorios que requerían seres vivos (o su equivalente monetario) se encontraba el pago por la redención del hijo primogénito o las compensaciones por pecados cometidos, como violaciones o difamaciones. El impuesto al Templo, la principal fuente de recaudación monetaria, la debían abonar todos los varones mayores de 20 años. El gravamen se pagaba directamente en la institución o bien a través de agentes designados a lo largo de toda Palestina y en la diáspora. Era posible posponer el pago de la contribución mediante un documento de deuda que quedaba registrado en el archivo la institución: de no pagar, los bienes del evasor podían ser embargados. Las sumas recolectadas eran enormes, en parte por la magnitud del impuesto, que posiblemente en su monto era similar al aplicado por los romanos. Jesús parece haber sido sospechado por los altos sacerdotes de no estar de acuerdo con el gravamen y de evadir su pago. Cuando fue confrontado por recaudadores en Cafarnaúm, lo pagó a regañadientes y manifestando su disconformidad en privado al apóstol Pedro. En el Tesoro del Templo quedaban alojados todos estos ingresos, además de fondos privados dejados allí para su custodia y la recaudación de los ocupantes romanos. Según un cálculo, los fondos depositados en el Templo podían ascender a unos 10 mil talentos, una suma equivalente a 10 billones de dólares actuales (Harrison-Mills, 2011, p. 141).
El Templo gastaba lo recaudado en pagar los salarios de una gran cantidad de sus funcionarios entre los que se contaban tesoreros o contadores, escribas y levitas (que realizaban diversas tareas), y una fuerza de seguridad propia. Por otra parte, estaban las erogaciones relacionadas con los sacrificios, como las remuneraciones a los que capacitaban a los sacerdotes (que no eran permanentes) en los rituales, los inspectores de pureza de animales, el mantenimiento y limpieza del edificio e inclusive la realización obras de infraestructura en Jerusalén, como acueductos, caminos o puentes. Los excedentes de fondos luego de estas erogaciones o bien quedaban depositados en el Tesoro o se prestaban a terceros, como era usual en las instituciones religiosas de la época. En el Templo había al menos dos fondos bien separados: el primero compuesto por dádivas aptas y con dedicación a los gastos directamente relacionados con sacrificios; el segundo, por dádivas consideradas más bien impuras destinadas a todos los otros gastos. Sobre este segundo fondo las autoridades tendrían mayor libertad de administración, por ejemplo, para ofrecerlos en préstamo a terceros (o a ellos mismos).
A la cabeza del Templo se encontraba el Sumo Sacerdote, quien era designado por las autoridades imperiales. Este debía tener la habilidad de interrelacionarse tanto con los ocupantes romanos como con la población local y sus dirigentes. El Sumo Sacerdote también presidía el Sanedrín, un consejo con funciones legislativas y judiciales formado por judíos destacados y pudientes, entre los que se contaban altos sacerdotes, terratenientes, banqueros y recaudadores de impuestos (Harrison-Mills, 2011, p. 142). El Sumo Sacerdote tenía la potestad de determinar el uso de los espacios y fondos del Templo, junto con la administración de su recaudación. Durante la vida de Jesús, la gestión del Templo estuvo controlada por Anas, quien ocupó ese cargo entre 6 y 15 DC. El historiador judío casi contemporáneo Flavio Josefo lo definía como “un gran acumulador de dinero”, alguien que contrataba empleados peligrosos y violentos y que mantenía su poder gracias a sobornos. En el Talmud se define a los Sumos Sacerdotes pertenecientes a esta familia como esparcidores de rumores y calumnias contra terceros. Anas era un administrador duro, que quitó a sacerdotes ancianos parte de sus ingresos por diezmos para que los absorbiera el Templo, aunque ello implicara que algunos ancianos murieran de hambre (Josephus, 94, cap 20, 204). Sin duda ejerció un gran grado de nepotismo: cinco de sus hijos y uno de sus nietos también detentaron el cargo. En los años de vida pública de Jesús, lo ocupaba su yerno Caifás (entre 19 y 36), alguien de confianza del Prefecto Poncio Pilatos. En general los Sumos Sacerdotes eran de la clase saducea (fuera de sintonía con las ideas religiosas del pueblo judío, más cercano a los fariseos) y como colaboradores de la ocupación romana no contaban con apoyo popular.
En un periodo muy cercano al final de la vida de Jesús se produjeran cambios en la gestión de los espacios del Templo generados por el Sumo Sacerdote Caifás y su suegro Anas, en pos de sus enriquecimientos familiares. Es difícil reconstruir exactamente lo ocurrido: al parecer impusieron que, en el Atrio de los Gentiles, el único espacio al que podían ingresar los no judíos, operaran cambistas/banqueros y vendedores de animales para los sacrificios. De esta manera parte del Templo se transformaba en un competidor del espacio comercial ubicado en el Monte de los Olivos (ver Epstein, 1964, p. 55; Crowe, 2020, p.61). Los animales no sólo eran vendidos, sino revendidos varias veces, con la colaboración de los levitas, que luego de recibirlos los devolvían a los vendedores. También se podría haber dificultado el ingreso de animales del exterior imponiendo rígidas inspecciones de pureza y así obligar a los fieles comprarlos en el Templo a precios más elevados (Luz, 2003, p. 243). Esto habría perjudicado especialmente a los pobres y sus ofrendas de palomas. Asimismo, se habría habilitado a los cambistas/banqueros prestar dinero a los fieles para adquirir los animales. Estos prestamos se hacía cobrando implícitamente un interés, usando un subterfugio por estar prohibido. La labor principal de los cambistas era canjear con buena rentabilidad las monedas no aceptadas por el Templo (como el denario romano) por el Tetradracma de Tiro que contenía un alto grado de pureza de plata (Edersheim, 1874, p. 33; Domeris, 2015). Es probable que Anas y Caifás innovaran las prácticas usuales obligando a los fieles a pagar en esta moneda, para asi hacer obligatoria la intermediación. Toda la actividad económica en el Atrio habría sido controlada por la familia de Anas. El movimiento mercantil sin duda alteraba la paz de un espacio que debería haber mantenido un clima de recogimiento.
El hecho de que los fondos del Templo se prestaran a terceros, sin cobrar interés a judíos (Crowe, 2020, p.77), daba una oportunidad de altísima rentabilidad a los que pudieran acceder a estos créditos, ya que estos luego podrían re-prestar las sumas a interés a otros individuos. Indudablemente el Sumo Sacerdote y su grupo asociado serían los más favorecidos por estos fondos cuyo otorgamiento ellos mismos controlaban. Si estas personas accedieron a créditos, como hipótesis, equivalentes al 30% de lo depositado en el tesoro, ello implicaría una renta financiera anual (suponiendo una tasa de interés del 4%, usual en la época) de unos 120 talentos, una suma altísima, que permitiría enriquecer a los que se beneficiaran con el esquema (en un monto equivalente a 120 millones de dólares actuales). Aunque la cifra fuera bastante menor, de todas maneras, sería muy significativa. De hecho, los sumos sacerdotes parecen haber sido en general muy acaudalados lo que se evidencia en altas dotes que brindaban por sus hijas y sus gastos en joyería o perfumes. La animadversión hacia la clase sacerdotal se hizo evidente durante la revuelta del año 66 cuando el Sumo Sacerdote Ananías fue asesinado por los rebeldes judíos, quienes además quemaron los registros de deuda por el impuesto existentes en el archivo del Templo.
Dada la popularidad del Galileo el peligro para la jerarquía del Templo se potenciaba: el actuar en su contra podría crear malestar y resistencia, incluso entre algunos miembros destacados del Sanedrín que lo escuchaban con atención. Por otra parte, cualquier acusación a su persona que terminara con su ejecución requería la acción del Gobernador (prefecto) romano, el único con la potestad de aplicar la pena máxima. Este seguramente pediría pruebas contundentes para aplicarle la pena máxima. Sin duda meras críticas a la clase sacerdotal, su predicación profética o argumentos religiosos vagos no empujarían al prefecto a tomar la medida de castigo extrema. Para ello era necesario demostrar que era un peligro real para los ocupantes romanos. Dado que Jesús se habría manifestado indiferente o contrario al impuesto del templo, Caifás envió a sus asociados a preguntarle en público si se debía también dejar de pagar el tributo imperial (Mc 11,13-17; Lc 20, 20) . Una respuesta negativa hubiera sido suficiente para que los romanos lo procesaran. La respuesta de Jesús fue positiva: “Dad al Cesar lo que es del Cesar”, a lo que agregó “y dad a Dios lo que es de Dios”, lo que parecía ser un mensaje a Caifás de que los fondos ingresados al Templo se utilizaban para fines no religiosos.
La decisión de Anas y Caifás de terminar con Jesús se detonó con un episodio en su última semana de vida. Luego de entrar a Jerusalén aclamado por una multitud como un profeta Jesús hizo una visita al Templo donde observó, indudablemente con gran disgusto, toda la actividad mercantil que se estaba realizando en el Atrio de los Gentiles. Al día siguiente retornaría al mismo lugar con sus apóstoles, donde ocurriría lo siguiente:
Llegan a Jerusalén, y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, y a los que compraban en el Templo: voleó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: ¿No está escrito: Mi Casa será llamada Casa oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos! Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban como podrían matarle (Mc 11, 15-18).
Indudablemente Jesús estaba denunciando mucho más que la actividad de los banqueros/cambistas y vendedores de animales. Estaba denunciando al Sumo Sacerdote y a sus colaboradores por haber transformado al Templo en una institución corrupta que había degradado sus fines religiosos para su enriquecimiento personal. Con el acto, también estaba mostrando una oposición al Impuesto del Templo, pago que era facilitado por el trabajo de los banqueros/cambistas. La acción pública en el Atrio exasperaría a Caifás y a su suegro Anas: la única forma de preservar sin alteraciones el funcionamiento del Templo durante la Pascua era eliminando de inmediato al agitador que denunciaba en el mismísimo edificio la corrupción. Entonces se inició un rápido proceso a través del cual se terminó logrando que el prefecto Pilatos ejecutara a Jesús. Utilizando los fondos del Templo se sobornó a uno de los seguidores más cercanos de Jesús, Judas, para que indicara su ubicación de noche, y se envió a la guardia del Templo a prenderlo. El proceso no fue fácil de gestionar para Caifás y Anas. Primero tuvieron que reunir ilegalmente de noche a la parte afín del Sanedrín para activar la acusación. Luego presentar el caso a Pilatos, quien no encontró culpabilidad en Jesús y derivó el caso a Herodes Antipas -el Rey de la Galilea que estaba en ese momento en Jerusalén- que tampoco encontró que Jesús era culpable. Finalmente, Caifás lograría que Pilatos diera la orden mortal, luego que le amenazara de que estaba protegiendo a un revoltoso enemigo del Cesar (Jn 19,12). Pilatos era endeble a tal acusación, porque no contaba con una situación personal políticamente segura. Caifás pediría la ejecución de Jesús por autoproclamarse el Mesías (Hijo de Dios), con la interpretación forzada de que se consideraba un rey temporal peligroso para los romanos. Fondos del tesoro del Templo fueron utilizados por última vez en relación de Jesús cuando los sacerdotes a los soldados romanos que debían custodiar su tumba y para que contaran que su cuerpo había sido robado por sus discípulos. Como ello implicaba que la guardia había sido poco cuidadosa, ellos les garantizaron protección ante Pilatos.
Cabe señalar que para los judíos los sacrificios realizados en el Templo cesarían luego de su destrucción por los romanos en el año 70. Para los cristianos estos holocaustos ya habían perdido sentido, al considerar que eran completamente reemplazados por el sacrificio de la persona de Jesús en la Cruz. Asi lo considera la Epístola a los Hebreos, probablemente escrita hacia el año 60:
Pero presentóse Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano del hombre, es decir no de este mundo. Y penetró en el Santuario una vez y para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna (Epístola a los Hebreos, 9, 11-14).
- Bibliografía
- Biblia de Jerusalén (1975), Desclee de Bower, Bilbao.
- Philip Crowe (2020) “An examination of the contrasting interpretations of the Cleansing of the Temple in (a) the writings of the early church fathers and (b) more recent historical critical scholarship in light of first-century monetary practice” MA thesis submitted to the University of Birmingham for the degree of MA by Research 2020.
- William Domeris (2015) “The ‘enigma of Jesús» temple intervention: Four essential keys” Herv. teol. stud. 71:1 https://scielo.org.za/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0259-94222015000200038
- Alfred Edersheim (1874) The Temple: Its Ministry and Services as they were at the time of Jesús Christ.
- D. Miall Edwards (1939) “Annas” International Standard Bible Encyclopedia. Version online en https://www.internationalstandardbible.com/A/annas.html
- Victor Eppstein (1964),” The historicity of the gospel account of the Cleansing of the Temple, Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft 55, pp. 42-58.
- Craig Evans (1989) «Jesus’ Action in the Temple and Evidence of Corruption in the First Century Temple,» SBL Seminar Papers, pp. 522-539.
- Neill Q. Hamilton (1964) “Temple Cleansing and Temple Bank” Journal of Biblical Literature, 83:4, pp. 365-372.
- Douglas Harrison-Mills (2011) “Hearing about Jesus, but thinking about Joel: exploring the biblical and historical relationship between spiritual and economic transformation” University of Birmingham D. Phil Diss.
- Flavius Josephus (94) Antiquities of the Jews (94) Version en inglés en: https://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:1999.01.0146
- Hayim Lapin (2018) “Feeding the Jerusalem Temple: Cult, Hinterland, and Economy in First-Century Palestine” Journal of Ancient Judaism, 410-453. https://www.academia.edu/8383916/Feeding_the_Jerusalem_Temple_Cult_Hinterland_and_Economy_in_First_Century_Palestine
- Pesachim (Talmud) en: https://www.sefaria.org/Pesachim.57a.8?lang=bi&with=all&lang2=en
- Maurice Ryan (2022) “Living with the Enemy: Why High Priest Joseph Caiaphas was not a Roman Collaborator” SCJR 17:1, 1-14.
- Kim Huat Tan (1997) The Zion traditions and the aims of Jesus, Cambridge University Press.
- Tomás de Aquino (¿1264?) Catena Aurea en: https://www.ecatholic2000.com/catena/
- Luz, Ulrich (2003) El evangelio según san Mateo III (Mt 18-25), Salamanca, Editorial Sígueme.
Excelente artículo. Habría que escribir un «caso» de ética con esta y la información del libro de Messori sobre la Pasión. Un caso donde se pone en evidencia el poder de la «casta» del Templo … Y la verdadera «envergadura» de la Predica y Batalla Culturas de Jesus en ese tiempo …
Muy buena reseña de la situación que vivió Jesús, también parecida al actual manejo del dinero eclesiástico