El yo, la pertenencia y la paz en y junto a otros

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Los valores y la dicha en pequeños círculos II

Este artículo es el segundo de una saga de tres. El que le antecede diagnostica el mundo en que vivimos como contexto y punto de partida para reflexionar sobre los valores, la dicha y el rol de los pequeños círculos en ello, con la profunda convicción de que “interactuando honestamente en pequeños círculos, podemos ser realmente dichosos, cultivando valores en la práctica, antes que concibiéndolos como algo separado de nuestra vida real muchas veces sumida en una lógica input-output con personas que entran y salen de nuestras vidas como “contactos” o clientes”.(1)

El yo, la pertenencia y la paz

Esta era “global tecnológica competitiva a la deriva” genera sensaciones de soledad y depresión, siendo pues clave para la salud de nuestro yo el pertenecer; poder decir “soy parte de” o “me siento bien con”, en un sentido tal vez mayor y/o complementario a la familia, sin dudas para muchos la principal “comunidad de pertenencia” que se vio afectada como principal institución social y moral debido al aumento de separaciones y divorcios que la han resquebrajado. Ahora bien, podría objetarse que el principal y más importante sentido de pertenencia y de paz de nuestro yo lo da la identidad, esto es ser cristiano y ser con Dios, como en cierto sentido se desprende del artículo de Carlos Barrio criticando a la felicidad y la paz asociada a viajes paradisíacos, según lo cual “La felicidad nos llega de afuera, a través de un espacio geográfico portador de paz. Es un lugar y no un estado interior. Pareciera que hemos perdido la ilusión de ser portadores de una alegría que vive dentro nuestro y que mira hacia el futuro junto a otros.” (2)

Creemos así, acordando con el final de la cita, que es por ello fundamental, en un hoy muy acelerado en constante “deconstrucción”, que para pensar el bienestar y la dicha del yo debemos reflotar la importancia del sentido de comunidad, pertenencia y paz que no surge per se del trabajo “con nosotros mismos” sino de una interacción sinérgica dentro de pequeños círculos humanos de calidad.

Considerándonos como un “ser con el otro”, alejando momentáneamente los “ya soy así – no me queda tiempo para pensar”, lanzamos la primera pregunta: ¿No será importante dedicar energía y tiempo en pensar cómo, con que profundidad y regularidad cultivamos vínculos con otros como algo fundamental que hace a nuestra paz interior y felicidad?

Nuestro ser en otros y con otros: formas de poner en práctica los valores

De valores tales como integridad, honestidad, empatía, solidaridad y otros “en abstracto” pasamos a las prácticas “con y hacia uno mismo”, y de estas últimas a las llevadas a cabo con y junto a otros, en un sentido más de colaboración y cooperación que de filantropía. Suena “it’s a heartache” de Bonnie Tyler en el reproductor de audios de la computadora mientras escribo esta oración y lo disfruto, pero me gustaría más cantar la canción con alguien al lado, por ejemplo. Y así muchas cosas, no se trata solamente de “amar sin ser amado” o de “dar sin esperar nada a cambio”, propio del espíritu filantrópico que esconde – siempre sin intención por supuesto- un costado misantrópico, “vean que bueno que soy, tengo valores”. Y lo digo habiendo sido militante social (clases de apoyo a sectores vulnerables) y proteccionista animal por décadas.

¿No convendrá salir de nuestra zona de confort de “pensar en el otro” y poner los valores en práctica actuando con y junto al otro, en lo real, concreto y tangible? Para ello tal vez sea antes necesario que el “trabajo con nosotros mismos” implique dedicar tiempo y energía a (re)pensar nuestro ser colaborativo y cooperativo como algo fundamental que hace a nuestra paz, serenidad y felicidad. No en abstracto. Ni como filántropo. Ser en y con el otro. En pequeños círculos. Continuará…