Valores

Por la Patria

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Parece oportuno encabezar estas líneas citando al creador de nuestra bandera en la fecha que honramos su memoria e intentar una reflexión sobre las posibles lecciones que nos dejó la década de los 1970s para nuestro presente.

Para quienes transcurrieron ese período en la etapa secundaria y universitaria han quedado dos marcas indelebles: el extremismo y la violencia.

El diccionario define al extremismo como la tendencia a adoptar ideas extremas, especialmente en política o en religión. Y sugiere como conceptos similares los siguientes: intolerancia, radicalismo, fanatismo, sectarismo.

Y todas ellas reflejan con precisión el clima social que se vivió en aquella década. Para poner la situación en contexto vale recordar que eran los tiempos de la llamada Guerra Fría, o sea al conflicto ideológico y político que marcó el período desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Un mundo polarizado en dos bloques, capitalismo liberal, por un lado, comunismo totalitario por el otro. Los conflictos armados no estuvieron ausentes siendo Corea y Vietnam los casos más sobresalientes, pero sobre todo se trató de una guerra ideológica que impulsó la violencia en varios países. Nuestra región en general y nuestro país en particular la sufrió de una manera cruda: secuestros, atentados, homicidios. Las represalias también utilizaron estas cruentas armas.

Valen una vez más las palabras de nuestro prócer hoy conmemorado: “Es preciso contener la venganza y pedir a Dios que la destierre, porque de no ser así, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad».

Y esta parece ser una asignatura pendiente. No hay ganadores ni perdedores cuando el extremismo y la violencia se apoderan del ánimo social. Me permito recordar a una de aquellas víctimas, entusiasta compañero de estudios que en los comienzos de la facultad apoyaba las ideas liberales más extremas, pero resultó cautivado luego por las opuestas ideas extremas y terminó tempranamente su vida combatiendo como miembro de los guerrilleros que actuaban en el Monte tucumano. Un ejemplo anónimo como tantos, pero cuya memoria vale honrar por haber sido utilizados por un fanatismo promovido metódicamente. Me permito también honrar la memoria de un gran profesor asesinado por defender sus ideas opuestas al extremismo comunista. Detrás de una ideología que promovía la igualdad y la justicia social se perpetraron todo tipo de crímenes, que no justifican los excesos cometidos luego por las fuerzas oficiales.

Durante los años posteriores, y en particular con la ola de optimismo que surgió tras el “final” de la Guerra Fría, pareció mejor olvidar aquellos duros años donde la vida humana perdió valor frente al extremismo y la violencia consecuente. Pero lamentablemente la situación actual nos muestra que lejos de haberse alcanzado una etapa de consolidación de la paz y una genuina integración social global, la guerra y el extremismo siguen vigentes. En el plano internacional la guerra en Ucrania y en Israel, constituyen la más clara manifestación de un mundo que sigue dividido. Pero además llama la atención el avance de las ideas extremistas en los países más avanzados del bloque capitalista.

En nuestro país, durante las últimas décadas, en particular luego de la crisis del año 2001 y 2002, el extremismo resurgió con fuerza, pero pareció más bien tratarse de una utilización política intentando favorecer la polarización social con fines espurios y no genuinamente ideológicos. El deterioro económico social resultante, signado por el aumento de la desigualdad, la pobreza y la elevada inflación representan un mayúsculo desafío hacia el futuro. Vale buscar una vez más en las palabras de nuestro prócer la claridad y el ánimo para enfrentarlo: “todas las dificultades se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria”.

Pero ¿a qué llamamos la Patria? Recurriendo al diccionario encontramos que la define como la tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.

De eso se trata entonces mirando hacia el futuro, de fortalecer estos tres vínculos fundamentales dando vigor al cumplimiento de la ley; aprendiendo las lecciones de nuestra historia y estimulando el vínculo afectivo que nos une más allá de toda diferencia étnica, religiosa o política. La patria es la nación. Ningún extremismo ni mucho menos cualquier forma de guerra o violencia representan el camino legítimo al progreso.

Parece oportuno finalizar estas líneas apoyándonos en las palabras de Belgrano, auténtico testimonio de valor, humildad y patriotismo: “mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.”

Sobre el autor

Javier García Labougle

Economista (UCA), asesor financiero y ex Director de la Revista Empresa.

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4 comentarios

  • Estimado Javier, con demora pero con más énfasis, tengo que felicitarte por tu interés en que volvamos a tomar el ejemplo de los padres de la patria, cuya claridad es notable; necesariamente debemos detenernos a considerarlos para apuntar a un futuro de grandeza. Muchísimas gracias!!!!

    • Estimado Fernando, muchas gracias por tu comentario!! Muy positivo alentarnos para avanzar y hacer lo que este a nuestro alcance para tomar el ejemplo. Saludos!!

  • Bien escrito y buen fundamento. Discrepo con la calificación del accionar de las FFAA: fue una guerra. Su resultado impidió el comunismo en nuestra Patria.