Valores

That’s life! (Así es la vida)

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¡Eso es la vida! Una afirmación exclamativa que parece ser conformista y apática pero mi deseo es llamar la atención para el efecto positivo que esta frase puede ofrecernos hoy. Deseo motivarlos y animarlos a tener esperanza y confianza en los momentos de grandes problemas que pueden surgir en sus vidas, porque hay paz cuando uno acepta la vida como un camino de desafíos. En estos momentos más vale buscar motivaciones, que brindan fortaleza, esperanza y resiliencia, cuyos efectos sean más duraderos. No es mi intención proponer un texto conformista o que exalta el sufrimiento más un texto que nos ayude a entender la importancia de estas situaciones difíciles en el alcance de la dicha de ser lo que somos, “seres vivos”.
Trabajé como consejero psico-espiritual en el Hospital del Cáncer en Brasil y ahí conocí una persona que estaba en tratamiento paliativo. En la primera visita realizada ella me preguntaba porque estas situaciones pueden suceder en la vida de las personas. En este caso, ella cuestionaba por qué le tocó tener cáncer. Confieso que en el inicio yo tampoco tenía una respuesta para esta pregunta. No fue una visita difícil, la paciente era muy simpática y educada, pero tenía en su interior muchas inquietudes. Yo tampoco me sentía apto a responderle con rapidez y de forma asertiva. Sin embargo, creo que lo más importante no era responderle esta pregunta, de forma específica y si mostrarle que de eso se trata la vida. Implica enfrentar tanto las alegrías como los desafíos e implica aprender a través de las experiencias, incluso de las difíciles.
Nuevamente, parece una afirmación conformista radical. Mi intención es mostrarles que la vida, a pesar de que uno desee que sea completamente feliz y perfecta, siempre presenta desafíos y situaciones que ponen en evidencia la finitud y la debilidad natural de la vida. ¡Si! El itinerario natural de la vida se compara con una persona que camina en la cuerda floja. Una línea tenue donde uno se ve caminando entre la felicidad de alcanzar el éxito y el riesgo inminente de caída. La única diferencia es que la cuerda no está a una altura que pueda causar la muerte de una persona. Siempre estará a la altura que le permita a uno volver a encontrar el camino después de caer. La vida no es un problema de suerte o mala suerte. Es un camino que pone a prueba nuestra capacidad de convertir los problemas en fuente de resiliencia y crecimiento, cuya superación nos permite alcanzar una dicha, un joy. No solo eso, nos ayuda a encontrar nuestra verdadera motivación intrínseca.
Debido al sufrimiento, mi amiga, la paciente, no lograba ver esto con claridad. Para ella todo lo que estaba viviendo era fruto del fracaso. Aquí veo que no puedo tratar la vida como un juego de mala suerte o buena suerte, estar enfermo o saludable, ser pobre o ser rico, ser o no ser. Lo que estaba en juego para mi amiga era el sentido, la interpretación justa, que la ayude a encontrar la motivación que le produjera ese efecto duradero. Entonces, quiero ayudarla a ver que durante toda su vida realizó este camino con dicha, con los ojos fijos en el fin que deseaba alcanzar. En medio de este camino le sucedió la enfermedad que no la hizo caer en definitivo en un abismo, y si hubiera caído no estaría muerta sino más viva para levantarse y seguir su camino, aunque tuviera el cáncer entrañado en su cuerpo, porque tiene un joy, una fuerza interior y transcendental. Porque este sufrimiento una vez asumido e integrado le trae significado y sentido y se convertirá en resiliencia y fuerza. ¡Alguien puede pensar, pero el cáncer la matará! ¡Es el fin! Respondo que probablemente sí, eso puede suceder, ¡eso es la vida! Sin embargo, no es el cáncer el que decreta la muerte de una persona, tampoco es la cura un premio que se busca, sin embargo, es la falta de fe y dicha en la propia vida que mata una persona y sus sueños y es el espíritu de vida el verdadero premio de esta lucha. No hablo de una cura o muerte física, que naturalmente puede suceder, sino de la muerte del espíritu que es el premio de los conformistas.
La lucha de mi amiga es mantenerse viva en el espíritu para que el dolor de la enfermedad no le saque las ganas de seguir y si le dé todo lo necesario en fuerza y sentido. Ahí, nos damos cuenta de que la lucha de mi amiga es lograr alcanzar el fin, que va más allá de la cura a su enfermedad. Lo mejor, que podemos desear y buscar, no es anhelar por una vida perfecta, sino por una vida capaz, fuerte y resiliente. Alguien me hizo recordar las palabras de Roberto Canessa, uno de los sobrevivientes de la tragedia de la cordillera, que decía que cada uno tiene su cordillera a enfrentar. ¡Si! Y ojalá tengamos la fuerza del espíritu para superarla con inteligencia y fe.
Al fin mi amiga realizó este proceso y me di cuenta de que mi presencia en estas cuatro semanas de acompañamiento no era para darle una respuesta, lo único que ella esperaba de mi era una presencia empática. En realidad, fue ella quien me enseñó la respuesta que yo no le podía ofrecer. Y con estas palabras me decía: “Yo no quería aceptar y hoy acepto, yo quería huir y hoy abrazo, yo quería negociar y hoy acepto las condiciones”. No importa la altura o el grado de dificultad que se puede encontrar. Lo que importa es que de eso se trata la vida. Frank Sinatra en su canción “That´s life” canta “he sido un muñeco, un pobre, un pirata, un poeta, un peón y un rey. He estado arriba, abajo, sobre y fuera, y sé una cosa. Cada vez que me encuentro cayendo de cara me levanto y vuelvo al juego”. Mi amiga falleció pocos días después, la muerte no fue el fin. El cáncer le hizo volver al juego de la vida, y salió vencedora.

Sobre el autor

Adriano Marques Santiago

Sacerdote con 15 años de experiencia en el servicio pastoral, especializado en consejería espiritual y comunitaria.Graduado en Filosofia por la Facultade Sao Luiz (Brusque/SC-Brasil) y en Teología por la Facultade Dehoniana (Taubaté/SP-Brasil). Terminando MBA (c) y en Direccion de Empresas por la Universidad Catolica de Uruguay – UCU BUSINESS SCHOOL (Montevideo-URUGUAY)

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