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El paso en falso del “criptogate”

Escrito por Juan Luis Iramain
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Un tweet desafortunado de Javier Milei, promoviendo una criptomoneda, desató un escándalo de proporciones cuyas consecuencias políticas aún se desconocen. Un error que pone en evidencia los riesgos de que el Presidente, en algunos aspectos, funcione como un ciudadano común.

Crisis. Desde hace unos días, en los medios y las redes de la Argentina no se habla de otra cosa que del “criptogate”. El viernes a la tarde, Milei no tuvo mejor idea que postear en X que $LIBRA, una nueva criptomoneda, se convertiría una maravilla destinada a “incentivar el crecimiento de la economía, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos”. En minutos, la demanda de este activo se disparó y su precio pasó de US$ 0.25 a US$ 5.54. Por un momento, $LIBRA llegó a tener una capitalización de mercado de US$ 4500 millones. Con los números volando, los inversores iniciales, más rápidos que ya mismo, vendieron sus tenencias y se hicieron de ganancias millonarias. Sospechoso.

Cuando empezó a difundirse en las redes que se trataba de un fraude, Milei borró su primer posteo y, apurado, escribió otro: “Hace unas horas publiqué un tweet, como tantas otras infinitas veces, apoyando un supuesto emprendimiento privado del que obviamente no tengo vinculación alguna. No estaba interiorizado de los pormenores del proyecto y luego de haberme interiorizado decidí no seguir dándole difusión (por eso he borrado el tweet)”. Y remató, poético: “A las ratas inmundas de la casta política que quieren aprovechar esta situación para hacer daño les quiero decir que todos los días confirman lo rastreros que son los políticos, y aumentan nuestra convicción de sacarlos a patadas en el culo”.

El asunto, que ya evidencia consecuencias bursátiles, cambiarias, políticas, económicas y probablemente judiciales, admite un análisis político-comunicacional preliminar que presenta múltiples ángulos:

  • El contexto. Aunque en política no hay momento bueno para cometer errores, estos días parecían especialmente delicados: el Gobierno se había lanzado a batir el parche de la honestidad promoviendo la ley de ficha limpia en el Congreso y no era momento para levantar sospechas sobre trapos sucios propios. Es cierto que, aun sin el affaire de $LIBRA, en esta semana el Gobierno también se estaba autoinfringiendo el daño gratuito de la candidatura de Ariel Lijo para la Suprema Corte de Justicia. Era una de cal y una de arena. Ahora, es un alud de arena.
  • La explicación inicial. Desde Adán, el método clásico para explicar un error es buscar a otro a quien echarle la culpa. A Eva o, en última instancia, a la serpiente. En política, esto se exacerba: la casta, los especuladores, los conspiradores, los zurdos, los fachos, los malos. Siempre hay alguien. El Presidente, esta vez, prefirió romper esa regla y echarle la culpa a su propia ignorancia: “no estaba interiorizado”, dijo. Raro. Sobre todo porque era un tema relacionado con la economía, terreno en el que pisa firme. Una señal del tamaño del susto.
  • La segunda explicación. Pasados tres días, ya asesorado por abogados y comunicadores, emergió un segundo relato, esta vez en el contexto de una entrevista con Joni Viale: “soy un tecnooptimista”, dijo. Lo único que quería era mostrar una nueva posibilidad de conseguir financiamiento para la Argentina. Y más tarde, algo parecido a un tímido mea culpa: “Tengo algo que aprender”. En adelante, habrá más barreras y filtros para llegar él y a su hermana. El mensaje implícito: pecamos de ingenuos. Nada más.
  • La complejidad conceptual del problema. En un contexto inquietante, una buena para el Gobierno: el supuesto ilícito no es fácil de entender para doña Rosa. Una cosa es ver un video en el que aparece un funcionario acarreando bolsos llenos de dólares y otra muy distinta es dimensionar un posible fraude a través de criptomonedas. No es lo mismo ver plata de los contribuyentes convertida en estancias, yates y autos de lujo que imaginar la ventaja de una operación especulativa en el mundo del blockchain. Hay cosas que indignan y otras que solo confunden. Esta, al menos por ahora, parece ser de las segundas, sobre todo para el votante común.
  • Quiénes son los afectados. Otra vez, una a favor de Milei: no es lo mismo el robo de fondos públicos que termina en un hospital sin insumos o una ruta inacabada, con miles —o a veces millones— de perjudicados, que una operación financiera compleja con criptomonedas en la que los que pierden y los que sacan ventaja son un puñado de traders, la mayoría extranjeros. El ciudadano común puede sentir empatía cuando ve sufrir a otro como él. No se indigna fácilmente por una mala tarde de un criptotimbero.

Esto recién empieza. Poco a poco se irá develando si el apoyo popular al León sigue intacto, a pesar de este traspié, o si el “criptogate” lo lastima de alguna manera. Y una opción más, poco considerada en estos días: que salga fortalecido. Porque si se comprobara que, como en la crisis con las universidades o después del discurso de Davos, no le entran las balas, se afianzaría su fama de imbatible. Todo puede ser en este mundo, y más en la Argentina.

Sobre el autor

Juan Luis Iramain

Doctor en Comunicación (U.Austral). Socio Director de INFOMEDIA.

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