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Camino de Santiago: un viaje hacia el interior y hacia lo alto (Parte 1/3)

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IMG_2233Conozco a Yago (apócope de Santiago) desde hace más de 30 años. Es un Psicólogo de primer nivel, de unos 70 años, hablar pausado y reflexivo (tal vez deformación profesional). Se autodefine agnóstico.

Años atrás me sorprendió cuando, ante mi pregunta sobre qué iba a hacer en sus vacaciones, me dijo que se iba a España a hacer a pie El Camino de Santiago de Compostela.

No me pareció prudente preguntarle qué hacía un agnóstico peregrinando a Santiago, uno de los tres lugares de peregrinación de los católicos -junto con Tierra Santa, Roma y el Camino de Kumano en Japón. Dos años después la escena se repetía.

Cuando se repitió por tercera vez, luego de 2 años y además Yago me explicó que en lugar de hacer los 113 kilómetros que había hecho en las anteriores oportunidades, que separan Sarria de Santiago, se lanzaba a hacer los casi 1.000 km del Camino Francés completo y que nace en Saint Jean de Pied de Port en los Pirineos franceses; le dije: “Te sentás aquí, señalándole una silla de mi despacho, y me explicas de qué se trata esto de un agnóstico Peregrinando”.

Yago me dijo: “Vos sabés que soy agnóstico. Para mí lo espiritual era un plano desconocido y que descubrí la primera vez que hice el Camino. Esa experiencia fue tan fuerte, que necesito volver; me da una plenitud que no conocía y que sólo encuentro en el Camino”. Inmediatamente me dije: Yo quiero eso.

El Camino se fijó en mi mente y comencé a acariciar la idea de hacerlo. Tenía claro que era una Peregrinación (hacia «lo alto» y hacia el interior de uno mismo).

Los ritos

Tal como hace la mayoría de los caminantes cumpliendo una tradición, llevé conmigo cinco piedras. Dos de ellas representaron etapas y momentos de mi vida que quería dejar atrás… para siempre y las otras tres un ofrecimiento.

La primera piedra tenía escrita el número 1960. Es el año en que murió mi madre. Lo que le siguió fue mucha soledad que marcó mi vida, forjándome fuerte por un lado, y dejando una huella de mucha sensibilidad por el otro.

La segunda piedra llevaba el número 1984. Fue el año en que me quedé sin trabajo. Duró un año entero. Me marcó para siempre.

La tercera, la cuarta y la quinta piedra llevaban el nombre de cada una de mis hijas. Dejar cada una de las piedras a lo largo del camino sería una forma de ofrecer el esfuerzo de todos esos kilómetros por cada una de ellas y agradecerle a la vida por tenerlas.

Cuando comencé a contar el proyecto casi todo el mundo me preguntaba: ¿viajás con un grupo?, No, les contestaba. “¿Viajás sólo? Me preguntaban sorprendidos. La verdad es que no viajaba solo. Llevaba conmigo a mucha gente. Porque llevaba una larga lista de nombres.

Tenía dos listas iguales en donde puse todos los nombres de familia, amigos, gente con la que comparto el trabajo; y otra con la que comparto o compartí la vida. La primera de esas listas, igual que los antiguos ritos, la transformé al llegar al destino, fuego mediante como se hacía en los viejos ritos de ofrendas, frente de la Catedral de Santiago de Compostela, en una plegaria, para que “llegue” al Dios de los Cielos. La segunda de las listas tenía por destino la Virgen en el Santuario de Medjugore.

El Entrenamiento

Al comienzo fue difícil. Para una persona sedentaria, como era yo, caminar muchas horas al principio parecía una meta imposible de alcanzar. Además tenía que perder unos 10 kilos de sobrepeso (se calcula que por cada kilo en la cintura, las rodillas sufren el equivalente de siete kilos). El objetivo era alcanzar las 4 horas de caminata.

Finalmente, luego de 8 meses estaba listo para partir. Con una gran emoción… con el entrenamiento concluido y con 10 kilos menos.

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Sobre el autor

Héctor Barrios

Director de Towers Watson Argentina S.A.

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