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Confianza también es competitividad y buenos negocios

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Confianza es la esperanza firme de que una persona o grupo de personas es capaz de actuar de forma correcta en cierta situación determinada. La confianza es la convicción que alguien tiene en otra persona o en algo. Es una característica consciente propia de la razón de los seres humanos. Al ser algo que se hace consciente y con voluntad, supone tiempo, trabajo y esfuerzo para su reconocimiento. Por ello se caracteriza por ser una virtud que todos deseamos merecer. Todos queremos que nos valoren y perciban como personas confiables. “Fulano de tal tiene códigos” decimos en otros ámbitos más de barrio.

Si seguimos la filosofía de mi nota anterior sobre el acuerdo, la Confianza viene a ser el resultado natural de dicho proceso virtuoso, que se fortalece con la experiencia, y que nos resulta en la hipótesis sobre la conducta del otro. Es una actitud que concierne la conducta futura basados en la conducta pasada, en la medida en que este futuro depende de la acción de otro. Es una especie de reto, con cierto grado de posibilidad, que consiste en no inquietarse del no-control del otro y del tiempo. Siguiendo esta teoría, se despejan las dudas y entonces se cree fuertemente.

La pérdida de confianza se debe a un vaciamiento emocional, causado por la mala intención (consciente) de la persona, que fomenta su incapacidad de cumplir con lo prometido de forma continuada y repetitiva en el tiempo. La confianza, siempre, enriquece y simplifica las relaciones personales y ayuda a hacerlas duraderas en el tiempo.

Para la sociología, el significado es “la confianza que los demás tienen de nosotros y viceversa”.

Toda sociedad se crea en una cuota de confianza recíproca, que conlleva a coordinar acciones a través de la comunicación. Podríamos afirmar que sin confianza cada uno quedamos relegados al aislamiento de nuestra individualidad. Un país sin confianza también queda aislado a sí mismo.
Así es que se puede afirmar que hay un nexo directo entre la condición de la integridad personal y la creación de confianza en el entorno. El área o círculo de confianza será tanto más amplia cuanto más constantes y prolongadas sean las actitudes y las acciones íntegras de personas, empresas, instituciones o Gobiernos. Su futuro de confianza también.

Infelizmente, también es verdad el caso contrario: cuanto más frecuentes sean los actos desleales y de corrupción, tanto menor será el marco de confianza entre las personas y en la sociedad en general, y tanto más prolongado será el efecto negativo. Lo mismo puede decirse de un país que está envuelto en un clima de desconfianza y con sospechosas prácticas corruptas, pues no podrá revertir esa percepción global o regional sino a través de un muy prolongado esfuerzo colectivo de integridad personal e institucional. Un alto costo en el tiempo.

Lo único que sucede automáticamente y con una gran rapidez entre las personas, empresas o países, es la pérdida de la confianza, pero en el sentido totalmente opuesto, la reconstrucción de la confianza es un proceso muy difícil y muy lento. Cuidado, la pérdida de la confianza en los demás no es una reacción automática o arbitraria de “los otros”, sino el resultado lógico y constante de la pérdida de algo debido; esto es, de la posibilidad de creer en el otro que tienen las personas.

Lo que empeora la situación aún más, son las otras pérdidas conexas con la desconfianza, como la imposibilidad total o parcial de una comunicación satisfactoria entre las partes o personas. Así, la persona o empresa o Gobierno que obra de manera corrupta no manifiesta a los otros sus intenciones, para poder aprovecharse de las reglas de juego de un entorno no corrupto. Por ello, cada uno de los actos de corrupción implica también engaños y falta de transparencia, con la consecuente erosión de desgastar los vínculos entre los miembros de un equipo, una empresa, una sociedad, y con el fatal corolario de hacer más compleja y difícil la construcción de un futuro integrador.

La confianza es un concepto de competitividad en la economía. La NO CONFIANZA genera aumento de costos, aumento de impuestos, deslealtad comercial, elimina opciones de crecimiento y desarrollo. Es un elemento “intangible” de gran valor.

Entonces, cuando se empieza a descubrir que lo que dicen los demás no corresponde a lo que piensan o a lo que hacen, ni a lo que deberían hacer, se les deja de ver como aliados naturales y se los debe exponer. También la comunicación con ellos abandona lo que se llama el “pacto comunicativo”, que nos hace esperar que el que dialoga sea sincero. Sin ese tácito pacto entre las personas es mucho lo que se pierde, viviendo un juego de espías para ver quién miente. Uno de sus efectos inmediatos es la imposibilidad de cooperación leal. Entre cadenas de valor. Entre empresas. Entre personas y sociedades. Entre países.

Cuando la confianza se ha quebrado, no hay valores comunes, porque la desconfianza produce fragmentación y hace que las personas se aíslen en un cerrado individualismo.

No hay que darle identidad a la corrupción. Pero sí a la verdad. La lucha no es contra la corrupción sino en favor de la convicción personal impulsados a actuar de manera transparente y leal, entonces sí se está positivamente construyendo un ámbito de vida y de trabajo más digno del ser humano.

Para profundizar en el tema, los invito a leer el libro Trust: The Social Virtues and the Creation of Prosperity de Francis Fukuyama (titulado en español CONFIANZA).

Sobre el autor

Eduardo P. Reilly Grant

Socio de ACDE. Licenciado en Comercialización (U. Morón). Estudios de posgrados en Negocios (UCA, MBS, IAE). Presidente de APTA (Asociación de Proveedores de Toyota Argentina). Vicepresidente Comercial Regional – METALSA – GRUPO PROEZA.

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