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Las mujeres y el cristal: una larga historia

Escrito por Alicia Caballero

La autora profundiza acerca de la diversidad de género, el rol de la mujer y su impacto en la actividad empresarial.

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¿Qué niña no jugó a ser la Cenicienta probándose el zapatito de cristal para transformarse en princesa? Esa mágica historia sigue siendo una de las más contadas. Muchos años después, el cristal aparece nueva-mente en la vida de algunas mujeres. Pero esta vez en el techo.

Eduardo Zalduendo, uno de los mejores profesores de economía que tuve la suerte de tener, fue quien, apenas comenzado mi primer año de la facultad, presentó una estadística que sorprendió. Tomando como base las notas de todos sus alumnos a lo largo de los últimos años, afirmó que la nota de las mujeres era en promedio dos puntos superior a la de sus compañeros varones. Lo dijo muy seriamente, con rigor académico, explicando que la idea generalizada de que las mujeres no éramos muy aptas para las ciencias que contuvieran matemática y análisis, era errónea.

Para esa época, fines de los setenta, fue un comentario de avanzada. El debate sobre la diferencia de género y su impacto en la actividad no estaba demasiado instalado. Al menos para mí, que había transcurrido toda mi escolaridad primaria y secundaria en colegios para mujeres; era un tema que nunca había tenido en cuenta.

La vida transcurrió y los debates vincula-dos con la participación de la mujer en el mundo del trabajo, el techo de cristal, el liderazgo femenino, la diferencia salarial entre hombres y mujeres, la escasa participación de la mujer en directorios, y otros temas asociados, fueron teniendo cada vez más protagonismo en artículos periodísticos, estudios sobre management, discusiones académicas y otras menos rigurosas.

La mujer en la universidad

En este tiempo, ocupada como estoy en la formación de jóvenes, es un tema que creo interesante abordar. Desde ya, con toda humildad, dado que este aporte lo hago desde mi experiencia de vida y la información con la que cuento.

Hoy en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, el 39.8 % de los alumnos de grado son mujeres.

Lo interesante es que, como ya lo afirmaba el Dr. Zalduendo, son las mujeres las que, en las últimas seis colaciones de grado, acapararon el 68% de los premios otorgados a los mejores promedios (fenómeno que ya era común en el pasado).

Dentro del claustro, el 31% de los profesores asistentes, adjuntos y pro titulares son mu-jeres, y tan sólo el 13% alcanza la categoría de profesor titular.

En el mundo de la empresa

Pasando al mundo de las empresas en la Argentina, si uno analiza la portada de prestigiosas publicaciones que entrevistan a presidentes y CEO, tan sólo el 5 % de ellos son mujeres, aproximadamente.

Esto no es un tema sólo de Argentina. En la lista Fortune 500, sólo el 18 % de los miembros de directorios son mujeres.

Este fenómeno recurrente de alta performance en los años de estudio y dilución de presencia a medida que se avanza en la carrera, tiene varias explicaciones. Algunas más populares, otras más científicas.

A partir de nuestra biología, estamos preparadas para contener, analizar, nutrir, manejar situaciones en simultáneo, intuir, encontrar respuestas

La primera es la referida a las trabas u obstáculos que los hombres, voluntaria o involuntariamente, van poniendo en el derrotero profesional de sus colegas mujeres. El famoso “techo de cristal”, invisible pero poderoso, fraguado en partidos de rugby, golf, futbol, o encuentros informales after office.

La segunda tiene que ver con lo la dificultad de la mujer para conciliar las exigencias de una tarea profesional altamente competitiva con la maternidad y la familia. Quizás recién ahora se están imponiendo culturas de trabajo más flexible, que permiten una mejor compatibilización entre estas dimensiones de la vida. Los varones también están en general más preparados para asumir un rol más activo en el área doméstica y en lo que al cuidado de los hijos se refiere. Pero durante muchos años, esto no fue lo más habitual. Y al momento de elegir entre trabajo y familia, la mayoría de las mujeres priorizaba lo segundo.

La armonía entre trabajo y familia

Es importante aclarar que de ninguna manera resulta fácil, incluso hoy en Argentina, llevar adelante trabajos full time (que muchas veces se transforman en full life), y lograr la armonía familiar. La mayoría de los colegios no está aún hoy preparada para madres que trabajan intensamente. Los chicos tienen, naturalmente, reclamos a los cuales es importante responder. La logística de llevarlos a las múltiples actividades adicionales al colegio es también otro tema a tener en cuenta. Dado que en nuestro país lo natural es tener dos o tres hijos, a medida que crecen, son dos o tres personas a las cuales debemos darle amor, cuidado y muchas horas de conversaciones para ayudarlos a encaminarse en la vida. Tareas tan indelegables como la existencia misma.

La otra explicación tiene que ver con lo biológico. A diferencia de la constante y simple presencia de la testosterona a lo largo de la vida de los varones, las mujeres disponemos de una diversidad y complejidad hormonal que nos prepara para el maravilloso ciclo de la concepción, gestación, alumbra-miento y amamantamiento. Tiempos ricos en emociones y potencialidad creativa. Esta variabilidad y complejidad hormonal le confiere sensibilidades, intuiciones, actitudes y capacidades diferentes. Los últimos avances en neurología muestran efectiva-mente el impacto de las fluctuaciones hormonales en el sistema límbico profundo del cerebro femenino.

Es la complementación de miradas, reacciones y habilidades femeninas y masculinas lo que le permite a las organizaciones mejorar en términos de resultados cuantificables y clima organizacional.

Es la complementación de miradas, reacciones y habilidades femeninas y masculinas lo que le permite a las organizaciones mejorar en términos de resultados cuantificables y clima organizacional

Así, quizás a partir de nuestra biología, es-tamos preparadas para contener, analizar, nutrir, manejar situaciones en simultáneo, intuir, encontrar respuestas.

Pero estoy segura que es la riqueza de lo diverso, esta complementación de mira-das, reacciones y habilidades femeninas y masculinas lo que le permite a las organizaciones mejorar en términos de resultados cuantificables y clima organizacional.

La clave está en comprender que no somos iguales, sino que, precisamente, es lo diferente lo que hace más valiosa nuestra inserción en todos los niveles de la organización.

Pero es muy importante que nosotras sepamos tomar buenas decisiones: seguir adelante a pesar de todo, no abandonar nunca nuestros aspectos más femeninos, plantear en forma elegante nuestro derecho a tener igual salario que un par varón, y elegir muy bien con quien formar una familia. El rol del marido es crucial en el desarrollo profesional de una mujer. Aún hoy, no todos los hombres eligen mujeres independientes en lo económico y en lo intelectual. Al menos, en nuestras latitudes.

Mi historia personal

Yo fui muy afortunada a lo largo de mi vida académica y laboral. Tuve profesores que, como los doctores Zalduendo y Villanueva, nos afirmaban en nuestras capacidades. Alumnos que me respetaron, aun cuando era muy joven, incluso menor que ellos. En mis largos años dentro del sector financiero, tuve jefes inteligentes y abiertos de cabeza quienes me dieron siempre oportunidades, que yo agradecí y tomé como verdaderos desafíos. Incluso embarazada de siete meses, de mi tercera hija, tuve una oferta laboral que implicaba una evidente mejora. Creo que en mu-chas oportunidades, trabajé más intensa y apasionadamente que muchos varones. Creo también que siempre estudié y tuve en claro que el conocimiento y la capacidad de trabajo no contemplan diferencias de género. El saber, y el sacrificio necesario para alcanzarlo, nos confiere cierta autoridad.

Pero sé que mi historia no es la de todas las mujeres. Y es por ellas que me decidí a escribir este artículo. Para que se animen, para que avancen más allá de lo que lo hizo mi generación. Para transmitirles que nada es imposible. Que pueden llegar a la meta que se propongan a partir de buenas elecciones.

Finalmente, no hay que olvidar que el techo, si nos topamos con él, es de cristal. No de titanio.

Columnista: Alicia Caballero

Alicia Caballero es decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina.

Sobre el autor

Alicia Caballero

Doctora en Economía (UCA). Decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA e integrante de su Consejo Superior. Fue Directora del Banco de la Nación Argentina.

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