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Primero Uber; ahora, Otto

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La Argentina cuenta un 9.3% de desempleo al 30 de junio de 2016 según el primer reporte del resucitado Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), un problema serio para toda administración de cualquier signo político.

Resulta evidente, que es un problema que debe combatirse y rápidamente. Desde la administración se hace foco en la obra pública como motor de la generación del empleo, lo que está bien, pero desde un punto de vista coyuntural.

A las dificultades corrientes de nuestra atribulada economía, se suma la destrucción de empleos generada por el avance de las tecnologías, que pareciera empeñarse en complicar aún más la situación presente.

Mientras los taxistas cortan las calles exhibiendo carteles contra la llegada de Uber, pronto los choferes de taxis y los “uberconductores” formarán una alianza hoy impensada. Uber firmó un acuerdo con Volvo de us$ 300 millones por partes iguales para desarrollar vehículos totalmente autónomos (sin conductores) para el año 2021. Adicionalmente, la ciudad de Pittsburgh (Pensilvania), se apresta a contar con 100 unidades Uber-Volvo que estarán a aleatoriamente a disposición del público cuando lo soliciten con la aplicación.

Como, si no fuera suficiente, para el dolor de cabeza de los funcionarios, Uber apuesta también a los grandes transportes de carga, de allí la compra por us$ 680 millones de Otto, (http://ot.to/) (Rethinking transportation) un start up que está desarrollando camiones sin conductor que podemos conocer en el video. Por cierto, no son los únicos, hay que sumar los desarrollos de Google, Tesla, Apple.

Ante todos estos desarrollos, la pregunta es la de siempre ¿Qué actitud tomamos? La del público usuario es clara. Siempre a favor de la innovación. Jamás justificará tener que comprar un producto más caro, más antiguo y siempre más caro por la protección de un sector industrial determinado.
Los afectados, siempre en contra, porque sin duda tienen que pagar el costo de la transición. Los gobiernos siempre dudando, entre condenarse al pasado o desafiarse a inventar el futuro.

Cuando debatimos estos temas con colegas, amigos y alumnos, muchas veces se carga la responsabilidad integralmente en el gobierno. Es evidente que son proyectos a debatir entre muchos actores sociales, no solo el gobierno y la oposición de turno. Esencialmente, el debate debería enfocarse en qué futuro queremos construir para los argentinos, integrados en el mundo, pero de manera concreta y lo mas circunstanciada posible, para poder tener opiniones sobre datos duros y no opiniones sobre sensaciones.

Esto no es imposible, ya lo hicimos, o al menos ya lo hizo el Presidente Sarmiento (1868 -1874), que imaginó y construyó el futuro que gozamos por los siguientes 50 años. Tuvo datos, no sensaciones, los del primer censo nacional de 1869, según el cual éramos apenas 1.800.000 habitantes para nuestro territorio nacional, el 71 % era analfabeto, 75% vivía en la pobreza. Importó maestras desde los Estados Unidos, creó 800 escuelas, tendió 5000 km de cables telegráficos, desarrolló el correo, triplicó los ferrocarriles (si bien dirigidos al puerto, donde habitaba el 31% de la población del país), trajo inmigrantes laboriosos, que invirtieron su esfuerzo y se integraron a través de la educación pública. Al terminar su mandato 100.000 niños estudiaban en la escuela primaria.

Puso el marco adecuado para que el talento y esfuerzo de las personas hicieran la obra.

Muchas de estas cosas son las que deberían hacerse hoy. Reflotar la escuela y la universidad, interconectar el país por todos los medios. Garantizar los servicios básicos, especialmente garantizar la institucionalidad republicana y suavizar las transiciones generadas por los cambios, sin desconocer, pero sin dejarse obnubilar por la coyuntura.

Ahora bien, no hace falta que el gobierno defina puestos de trabajo, la sociedad, el mercado, la necesidad, determina espontáneamente qué es lo que hace falta. ¿Hace falta que un gobierno decrete que harán falta pilotos de drones? ¿Hace falta que un gobierno ordene que haya más desarrolladores de aplicaciones móviles? Deberían quizás, dejar fluir naturalmente el desarrollo de la inventiva humana y confiar un poco más en la creatividad de las personas.

Deberíamos los individuos, formarnos mejor y hacernos cargo de nuestro propio futuro, sin tutorías de ninguna especie.

Cuando los camiones Otto circulen por las rutas con menor cantidad de carga hacia a los grandes supermercados, ¿qué diremos si éstos últimos han dejado de abastecerse, porque muchos de esos productos transportados han comenzado a “fabricarse” mediante impresoras 3D en los depósitos otrora abarrotados de mercaderías? ¿Tendremos que proteger a Uber, Otto y tantos otros actores de la nueva economía y sus empleados? La tarea será la misma, suavizar las transiciones.

La humanidad siempre supo encontrar el camino. El mundo ha venido cambiando continuamente desde su creación, sólo que ahora es cada vez más rápido.

Sobre el autor

Guillermo Ceballos Serra

Abogado, Magíster en Economía y Ciencias Políticas. Socio de ALIOTH Advisors. Ha liderado el área de RRHH en compañías internacionales con responsabilidades regionales. Profesor de grado y MBA en la UCA y ESEADE

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2 comentarios

  • Tuve la posibilidad de visitar NYC hace unos meses. Allí funciona uber y es más caro que los taxis. El público que lo elige lo hace porque los autos de uber son de mejor calidad. Son más amplios y cómodos. No necesariamente más barato. Cómo fue su estrategia al llegar a Argentina. Saludos.