Valores

Dar pasos

Escrito por Daniel Díaz
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Es conmovedor ver a un pequeño dar sus primeros pasos. Inseguro y vacilante, movido por el entusiasmo de quienes lo aman y desean su  progreso, el niño se aventura a lo desconocido. Lo sepa o no, es custodiado por manos protectoras que velan ante sus posibles tropiezos. Con el tiempo, su andar cobrará seguridad  y dará espacio a nuevos desafíos: correr, saltar, patear una pelota o saltar la soga. Todo esto puede hacerse metáfora de nuestra existencia, no solo personal, sino también social.

La vida es un aprendizaje continuo o al menos está llamado a serlo. Cada logro tiene la potencialidad de transformarse en el desafío de ir más allá. Los pasos se hacen caminos y el horizonte, cuando el tiempo es vivido con plenitud, se convierte en un lugar conocido que llegamos a habitar. Solo entonces, se nos revelan nuevas metas. Los tropiezos pueden hacerse enseñanzas. Los objetivos alcanzados después de largos esfuerzos no solo no desmerecen los primeros pasos, sino que nos ayudan a descubrir su verdadera dimensión. Cada uno fue importante en su momento.

Dios nos invita constantemente a dar pasos, nuevos pasos. Confiar, dejar la seguridad del apoyo completo, entrar en movimiento.  Algunas veces nos muestra con claridad hacia dónde nos guía. Pero no siempre lo hace. Incluso, nos suele proponer desandar trayectos que nos obligaron a grandes esfuerzos o a cambiar la dirección que parecía darle sentido y coherencia a todo lo que hacíamos. Aunque por momentos nos parezca incomprensible, cuando el paso ha nacido de la aceptación de Su voluntad, a su debido tiempo, sabrá revelarse lleno de sentido. La paciencia, la perseverancia y  la fidelidad  lo harán posible.

Pasos de fe

En la Palabra de Dios, nos encontramos con innumerables caminantes. La experiencia fundante para la fe del pueblo de Israel, es la Pascua, el don de la libertad que les permitió ponerse en camino hacia la tierra de las promesas. Pero las pisadas que fueron quedando marcadas en el desierto durante cuarenta años, no conformaron una línea recta. Muchas veces el Pueblo de Dios se apartó de la senda correcta. Solamente pudo alcanzar su destino renovado en la experiencia del perdón divino y en su respuesta de conversión permanente.

También Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, recorrió un camino en el desierto. Lo hizo durante cuarenta días, justo antes de iniciar su vida pública y anticipando lo que ella sería. Las pisadas que quedaron marcadas como una invitación a su seguimiento, no se apartaron nunca de la obediencia al Padre. Cada paso fue de absoluta fidelidad y estuvo lleno de confianza y entrega. Y aunque se habría de hacer cada vez más claro que todo culminaría en la cruz, nunca detuvo su marcha.

Al comenzar la Cuaresma, el camino de cuarenta días que recorremos cada año para llegar a celebrar la Pascua de Resurrección, la liturgia de la Iglesia nos invita a dar un nuevo paso. Es el que hoy nos puede iniciar en una fe más grande en el Evangelio, en una más profunda conversión a él. Todo peregrino sabe que su caminar es, en el fondo, una decisión personal. En el momento presente se juega el seguir adelante o no, el optar por ir en un sentido o en otro. Por esto es tan importante identificar el paso que hoy el Señor nos está invitando a dar y animarnos a avanzar.

Pasos en la empresa

Seguramente ya tenemos muchas cosas planeadas en nuestra tarea empresaria para este año. Probablemente hemos definido metas y proyectos en distintos niveles y diferentes aspectos. Sabemos los pasos concretos que queremos dar. Sin embargo, sin desmerecerlos, me permito preguntarnos si serán éstos los ámbitos más importantes en que Dios nos está invitando a seguir sus huellas en este año.  Hay pasos con que podemos hacer más presente su Reino en nuestro ámbito laboral: en la escucha y el diálogo, en el respeto y la valoración, en la solidaridad, en la justicia, en la verdad, en la coherencia de nuestro testimonio. ¿Estamos dispuestos a avanzar? ¿Cómo lo haremos?

Dar nuevos pasos nos hace experimentar algo de vértigo, incluso cierto temor. Pero también nos hace crecer y nos anima a la esperanza. Lo más importante, en todo caso, será comprometernos a superar la tentación de la comodidad, la falsa seguridad de la quietud, para ser fieles a nuestra identidad de caminantes. Permanecer en la búsqueda del Evangelio, implicará estar abiertos a los impulsos y cuestionamientos que el Espíritu de Dios sigue sembrando en nuestra conciencia y responder a ellos. El Señor nos ayudará a caminar en la búsqueda del Reino y nos dará el resto por añadidura.

Sobre el autor

Daniel Díaz

Sacerdote de la diócesis de San Isidro. Asesor doctrinal de ACDE.

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