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El otro sendero, de Hernando de Soto

Escrito por Enrique del Carril
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Hace unos días leí en los diarios que las últimas mediciones marcaban una notable disminución de la pobreza en Perú e, inmediatamente, recordé este libro que leí en la década del noventa pero que considero de rigurosa actualidad para encarar este tema en nuestro país donde la informalidad y la pobreza alcanzan cifras preocupantes según sondeos conocidos.

El título de libro fue el reflejo de la situación social del Perú de aquella época, similar a la de muchos países latinoamericanos, entre ellos la Argentina. “El Otro Sendero” es una descripción de la informalidad y las dificultades que enfrentan los sectores pobres para acceder al trabajo protegido por la ley. Marca la contraposición con la propuesta violenta y revolucionaria que, en esos tiempos propiciaba y llevaba a la práctica en aquel país la organización terrorista inspirada en el marxismo-leninismo, autodenominada “Sendero Luminoso”.

La tesis del autor y del “Instituto de la Libertad y la Democracia”, cuyos estudios sobre la informalidad forman la base de su contenido, es que la informalidad forma parte del camino que los humildes adoptan para acceder al trabajo y a la propiedad privada frente a un Estado que produce una legislación cuyo resultado es imponer una barrera al acceso a estos bienes que forman parte de las garantías reconocidas por las Constituciones y los Derechos Humanos.

El libro no deja de calificar a “la informalidad” como una patología. A juicio del autor debe combatirse pues priva a quienes permanecen en ella de diversos recursos necesarios para llevar adelante las actividades económicas que constituyen el sustento de los pequeños empresarios y sus familias: el acceso al crédito, la imposibilidad de contar con seguros que los protejan contra riesgos inevitables y, fundamentalmente, gozar de la protección del Derecho y del sistema judicial para reclamar lo que les corresponde.

En este sentido, el libro muestra la importancia que tiene “la buena ley” y los estragos que produce “la mala ley”, según la clasificación que realiza respecto del fenómeno jurídico. La “buena ley” es aquella que brinda protección a la vez que asegura la libertad y simplifica el acceso a la propiedad privada, entendiendo ésta en un sentido amplio que abarca no solo el acceso a bienes sino también la protección al crédito, a la actividad intelectual etc. (en coincidencia con el alcance que, desde su constitución, nuestra Corte Suprema de Justicia ha dado a la garantía de la propiedad privada).

La “mala ley” es aquella que, por sus excesos en el control, su propósito protector de algunos sectores y el otorgamiento de privilegios a unos pocos, impide el acceso a la propiedad y dificulta la instalación de negocios y el desarrollo de nuevos emprendedores entre la gente humilde. En este sentido el libro muestra que las cualidades de un buen emprendedor abundan entre los marginados y solo necesitan el apoyo del Estado y de la comunidad para concretar sus propósitos.

Es sumamente interesante el análisis de diferentes sectores de la economía informal como el acceso a la vivienda, el transporte, el comercio, etc. Si bien analiza la situación del Perú, muchos de los fenómenos que describe se repiten en nuestra Argentina.

Mi reflexión es que informalidad y pobreza están estrechamente vinculadas. Si bien también recurren a la informalidad sectores acomodados (generalmente en forma parcial), éstos no pierden la protección del Derecho y de sus operadores para la mayoría de sus actividades. Por el contrario, los pobres se encuentran inmersos en la informalidad porque es la única posibilidad de ganarse la vida y, en esa situación, se encuentran privados de la protección que debe otorgar la Ley y el Estado de Derecho. Esta idea se refleja claramente en el prólogo de Mario Vargas Llosa cuando dice: “Lo fundamental es que el Estado recuerde siempre que antes de redistribuir la riqueza hay que producirla. Y que para conseguirlo es indispensable que la acción estatal sea lo menos obstructora de la acción de los ciudadanos, ya que éstos saben mejor que nadie lo que quiere y les conviene.”

Creo que es una obra a la cual vale la pena “asomarse”. Puede leerse en partes o según el interés del lector; pero el prólogo, la introducción y el capítulo final quizás son la parte más substanciosa pues allí se planea el tema de la informalidad, se lo muestra como mecanismo de defensa y se establecen las líneas para superarla que no consisten en mayores sanciones sino en un Orden Jurídico que permita y fomente la libertad de emprender y facilite el acceso a la propiedad privada.

¿Solo el Estado es responsable de generar el clima positivo para el “emprendedurismo” entre los más necesitados? Considero que no, que al sector empresario le cabe una obligación mayor. En el Portal Empresa venimos difundiendo artículos que relatan experiencias de grupos y asociaciones orientadas hacia el desarrollo del microcrédito, el acceso al mundo financiero y la desregulación. A ACDE, como organización cristiana de dirigentes de Empresa le cabe, según mi opinión, un liderazgo orientado a fomentar y difundir estas experiencias. Quizás es su forma particular de luchar contra el flagelo de la pobreza.

Libro: «El otro sendero»
Autor: Hernando de Soto
Editorial: Sudamericana

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

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1 comentario

  • Todo ciudadano medianamente instruído e inteligente sabe que las reglas del sistema se pueden y deben cambiar o adaptar a las realidades socioeconómicas eficientes. Conocimientos, experiencias, reflexiones, expositores abundan, pero lo que falta es la voluntad de aplicar lo evidente. El tejido de intereses sectarios y personales que produce abundancia para pocos y privaciones para muchos debe y puede ser facilmente desenhebrado, pero el pensamiento profundo de nuestra clase dominante no ha cambiado desde la colonia y carece de la voluntad para hacerlo.
    Mientras no tengamos una revolución inteligente en nuestros países poco o nada va a cambiar y para ello considera primordial que el acceso a la política sea inalienable, es decir, propiedad de todos y que a partir de ello nazca una sana meritocracia capaz de implementar estos cambios o adaptaciones sin costos sociales sangrientos, si no, como repito, con inteligencia ya que estos resultados harán crecer la torta y como consecuencia los ricos serán más ricos pero los pobres ya no serán pobres. La educación y la cultura deberán complementar estas medidas asegurando que la calidad humana del ciudadano esté a la altura de la nueva era.