Valores

La responsabilidad de las empresas por la vivienda de sus empleados

Escrito por Carlos Barrio

El caso de la empresa Ledesma. Reportaje a Augusto Garaventa, Director de Talento y Desarrollo Organizacional.

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El sentirse acogido en un lugar es, en último término,
símbolo del estar acogido en Dios”

José Kentenich[1]

En el mundo empresario contemporáneo se ha ido desarrollando cada vez más la consciencia de las obligaciones sociales que tienen las empresas. Así ha surgido el concepto de Responsabilidad Social Empresaria, con compromisos muy concretos asumidos por las empresas con el medio ambiente, los clientes, proveedores, empleados y grupos de interés con los que interactúa. La Encíclica del Papa Francisco Laudato Si es justamente un ejemplo concreto de esta mayor exigencia de cuidado de la casa común en la que vivimos.

Y dentro de este marco de responsabilidad podríamos preguntarnos si a las empresas también les cabe una cierta responsabilidad con relación a cómo viven sus empleados, a las condiciones sociales en las que viven fuera del ámbito de la empresa. ¿Acaso alguien podría negar que la forma como viven los trabajadores es el reflejo del nivel de ingresos que reciben y de la riqueza de un país? ¿Pueden las empresas ampararse estrictamente en el mercado y olvidarse del ser humano?

Si bien considero que esta responsabilidad es insoslayable, resulta muy complejo establecer un límite preciso y unívoco con relación a la extensión de la misma. Cada empresa es un mundo.

Una mirada valiosa nos acerca José Kentenich al decirnos que “… lo que podemos hacer es dar la tónica propia de una familia a todas nuestras relaciones de trabajo y personales” [2] De esta forma nos señala el camino de extender hacia el mundo del trabajo lo propio y natural del hombre que es la familia, es decir el lugar en donde nace, se desarrolla y se va forjando lo que llamamos hogar. Si las empresas realmente se preocuparan por seguir este principio, probablemente habría muchas iniciativas tendientes a reflejar el ámbito familiar en las empresas.

Pero ¿hasta dónde llega la responsabilidad de una empresa cuando existen situaciones muy concretas de fuerte indigencia social de sus empleados? ¿Podría circunscribirse su responsabilidad solamente a lo que ocurre dentro de la empresa? Estas preguntas tienen muchas respuestas posibles, pero en ningún caso la empresa puede ser indiferente a estas realidades.

Kentenich era testigo hace ya muchos años atrás, en 1930, de situaciones de suma pobreza de los trabajadores en Alemania, las que, salvando la distancia de tratarse de distintas épocas e idiosincracias, en algún punto  son similares a las que se viven en toda Latinoamérica.

Ante la falta de vivienda él se preguntaba: “¿Puede prosperar allí una familia moralmente buena, cuando toda ella tiene que arreglárselas en dos y muchas veces en una sola pieza? [3]

El capitalismo liberal ha exagerado la importancia de las leyes del mercado y en gran medida ha entendido que las responsabilidades de las empresas se deben circunscribir al cumplimiento de las leyes que rigen su actividad en cada lugar en donde se desempeña. Este aspecto sin duda es el exigible desde el punto de vista legal, pero desde una mirada empresarial cristiana nos quedaríamos cortos.

 

La respuesta de la empresa Ledesma ante el déficit habitacional de una parte de sus empleados

Quiero traer a colación el caso muy concreto de la empresa argentina Ledesma que dio una respuesta sumamente comprometida a las necesidades habitacionales de sus empleados.

Hace unos días atrás tuve el gusto de entrevistar a Augusto Garaventa, Director de Talento y Desarrollo Organizacional de la citada empresa y schoenstattiano comprometido, quien en el Congreso CIEES de Costa Rica del año 2013 hizo una sucinta presentación de las acciones que comenzaban a  llevarse  adelante en Ledesma para un grupo de trabajadores y sus familias, quienes tenían un serio déficit habitacional en la provincia de Jujuy.

Transcribo a continuación el reportaje que tuve con Augusto.

 

Augusto, ¿cómo surgió el proyecto y cómo lo viviste?

El Programa Acceso a la Casa Propia tiene su origen en 2011. El déficit habitacional es una de las principales problemáticas sociales que afectan a la comunidad en la que se asienta nuestro complejo agroindustrial en Jujuy. En ese momento lo percibíamos a través de los pedidos de ayuda de muchos de nuestros trabajadores, quienes a pesar de cobrar buenos salarios para la zona y la actividad que realizan, nos planteaban sus dificultades para adquirir su propia vivienda o alquilar una casa digna.

Fue entonces que desde Recursos Humanos, con el acompañamiento del área de Asuntos Institucionales, que coordina las relaciones con la comunidad, nos propusimos ofrecer una solución concreta al problema habitacional de nuestra gente. El Directorio de la compañía aprobó el proyecto y decidió donar un terreno de 50 hectáreas, invirtiendo cerca de 20 millones de dólares para la construcción de un nuevo barrio en la localidad de Calilegua.

El siguiente paso fue conocer con precisión la situación habitacional del personal dentro de convenio de Ledesma, y para esto realizamos un relevamiento que nos permitió identificar que eran algo más de mil personas y sus familias las que sufrían algún tipo de déficit en esta materia.

Luego comenzamos a evaluar alternativas constructivas. Detectamos que en Uruguay existía una experiencia exitosa de viviendas rurales, pero a una escala mucho menor. Y nos contactamos con el arquitecto Juan Estrada, un impulsor de este tipo de iniciativas y con una vocación para facilitar viviendas a quienes la necesitan.

Juan aceptó con mucho entusiasmo sumarse al programa y propuso un proyecto de unidades de 65 metros cuadrados en un lote de 250 metros cuadrados, con tres habitaciones, un living comedor y un baño. También diseñó casas con cuatro dormitorios para familias más numerosas.

Se definió un modelo en escala en serie, donde el criterio para la construcción fue que la vivienda pudiera ser habitada cuando se entregara la llave.  El método estaba basado en la eficiencia en el uso de los materiales, sin la generación de desperdicios. Las casas se construyeron con materiales tradicionales y se armaban con un proceso de ensamblado, como un mecano. Fue clave la eficiencia productiva porque no teníamos financiación ni privada ni pública.

Para la construcción de las unidades contratamos a una empresa local a través de una licitación. Lo mismo hicimos con otros proveedores, todos eran de la zona. Calculamos que esta iniciativa generó cerca de 300 puestos de trabajo.

Además de las viviendas, desarrollamos la infraestructura del barrio con el equipo de Ingeniería de Campo de la compañía. Hicimos la apertura de calles, cordones cuneta, alumbrado, redes de agua y energía eléctrica, cloacas, espacios comunes y la conexión para una futura red de gas natural.

El otro desafío clave del Programa era el social. Para gestionarlo de forma profesional creamos un equipo de seis trabajadoras sociales. Su primera misión fue hacer un relevamiento de la situación habitacional de todos los trabajadores que se inscribieron al Programa. Hicieron alrededor de 5.000 visitas domiciliarias y con la información que recopilaron se estableció quiénes serían las 1.000 personas a las que se entregaría las viviendas y en qué orden de prioridad se haría.

También acompañaron a los postulantes y posteriormente a los adjudicatarios durante todo el proceso, conteniéndolos y orientándolos.

Por este abordaje social recibimos un premio en la Cumbre Mundial de Trabajo Social que se celebró en Ecuador en 2015.

 

¡Qué meritorio! ¿Cuál era la filosofía para facilitar las casas a los trabajadores?

Desde un comienzo nuestra propuesta contemplaba que los trabajadores debían comprar sus casas, no se las regalábamos. Es gente de trabajo que tiene que estar orgullosa de poder conseguir su vivienda con su propio esfuerzo para su familia. No sirve la dádiva, el regalo.

 

¿Tuvieron presente que el pago de las casas podía exceder la capacidad económico-financiera de los trabajadores?

Sin duda. Sabíamos que las viviendas tenían que ser accesibles. Por eso, elaboramos un modelo financiero que contemplaba la capacidad de pago de los trabajadores.

Los adjudicatarios pagan 150 cuotas mensuales. El valor de la cuota es el equivalente a 40 horas de trabajo, lo que representa el 20% del salario del trabajador. La cuota aumenta sólo si aumenta el salario de los trabajadores.

Si aumenta el salario aumenta la cuota y si no aumenta no aumenta la cuota.

Dos personas con distinto salario compran la vivienda al mismo valor. Una la  paga en cuotas más altas y la otra en cuotas más bajas. Si a las 150 cuotas no termina de pagarla, se le condona el saldo. Todas las casas están hipotecadas y tienen escritura.

En febrero de 2014 inauguramos el barrio, al que bautizamos “Papa Francisco”, con la entrega de las primeras 140 viviendas. Y, como lo prometimos, terminamos de construir las 1.000 casas en 1.000 días.

Luego, hicimos 100 casas más con la misma modalidad en otra localidad jujeña llamada El Talar, donde tenemos una finca de caña de azúcar.

 

¿Cuál fue la reacción de la gente?

La verdad es que fue variada. En la mayor parte de los casos fue de gratitud, por la posibilidad que tuvieron de cumplir el sueño de su casa propia y por darles una mayor calidad de vida a sus familias.

Tenemos un ejemplo del impacto positivo que produjo en estas familias tener una casa digna: los hijos de una de las familias adjudicatarias que tenían problemas de rendimiento académico en la escuela, desde que viven en su nuevo hogar han demostrado una mejora asombrosa.

Pero también es cierto que muchos trabajadores están convencidos que la empresa está obligada a darles las casas, lo ven como un acto de justicia y no de ayuda o colaboración. Es duro pero es una realidad.

Nosotros no hemos discriminado por activismo sindical. A algunos miembros de los sindicatos muy conflictivos les hemos asignado vivienda, porque estaban las condiciones dadas, sabiendo que en el día a día nos juegan en contra. El año pasado tuvimos un paro de más de veinte días, y unos cuantos trabajadores azucareros que adhirieron al paro tienen vivienda en el barrio.

 

¿Cómo lo tomó el Directorio?

Lo tomó como una oportunidad de mejorar la realidad de los trabajadores.

Se comprometieron mucho con el proyecto, y participaron en todos los actos de  las entregas de viviendas.

 

¿Cambió el clima social en la gente?

Creo que sí. Vimos un compromiso fuerte de la gente. Creo que el clima laboral mejoró.

 

¿Qué motivó al Directorio a hacer esto?

Ledesma ya ha implementado varias iniciativas de este tipo a lo largo de su historia. El Directorio lo hizo por convicción y por un compromiso histórico de la compañía con sus trabajadores.

 

¿Pensás que  es un modelo imitable por otras empresas?

Creo que está bueno poder hacerlo. Es recomendable. Habría que adaptarlo en caso de tener una menor escala.

Creo que el Estado tiene un rol importante, debería dar facilidades para que las empresas lleven adelante este tipo de iniciativas. Nosotros tuvimos que pagar impuestos a las ganancias e IVA, a pesar de que se trataba de viviendas sociales. Sería razonable que el Estado tuviera alguna consideración en estos aspectos.

 

La agradezco a Augusto la oportunidad que me brindó de hacerle este reportaje y poder documentar este emprendimiento empresario tan loable e imitable por otras empresas.

La iniciativa de Ledesma llevada a cabo con la participación clave de Augusto es una muestra que “no hay cuestiones agotadas, sino hombres agotados en las cuestiones”, como decía el médico premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal. Muchas veces asumimos que hay cambios que no se pueden dar por lo difíciles que son, como puede ser el facilitarle una vivienda a un trabajador de una empresa. Pero la tenacidad, el talento y perseverancia pudo superar todas las adversidades e hizo realidad lo que parecía imposible.

 

Referencias

[1] José Kentenich. “El pensamiento social del p. José Kentenich”. Ed. Nueva Patris (2010), pág.70.

[2] José Kentenich. “Desafío Social”. Editorial Schoenstatt (1996), pág. 309. Kentenich fue el fundador del movimiento apostólico de Schoenstatt.

[3] José Kentenich. “Desafío Social”. Editorial Schoenstatt (1996), pág. 242.

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

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