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Con relojes que atrasan: del mito del matriarcado al mito del andrógino (Parte 1/3)

Escrito por Roberto Estévez
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Este año se realizó en la ciudad de Colón un congreso de los terraplanistas.

Personas fueron convocadas, asistieron, se reunieron, debatieron y hablaron profusamente con la prensa sobre el engaño de hacer creer al mundo que la tierra es redonda y otros engaños semejantes.

El terraplanismo es un mito modesto que, aunque moviliza, le falta mucho para conseguir el poder de movilización que tuvo el mito del dorado, el mito del matriarcado, el mito de la raza, o el de la dictadura del proletariado.

 

De mitos somos

Durante la Modernidad, nuestra civilización euroamericana también fue creyendo sus mitos: La racionalidad y la ciencia capaces de un comienzo absoluto, sin raíces y con una historia plana donde el presente era suficiente para entender un pasado distante.

Fue el carácter de la época y se convirtió en la historia oficial de la Ilustración con Cristóbal Cellarius (1638 – 1707), quien introdujo nuevamente la división de la Historia en tres Edades, llamándolas Antigua, Media y Moderna[1].

Giambattista Vico (1668 – 1774), contradice esos supuestos racionalistas de una historia lineal y ascendente que reiteraban la periodización histórica en tres fases gnósticas de Joaquín de Fiore (1135 – 12002) luego seguida por Hegel, Comte, Marx, Hitler, Toffler, etc.

Para la ilustración la civilización comienza por el tránsito del mito al logos; se alcanza la civilización cuando se desecha el mito. Pero siguiendo a Vico, podríamos afirmar que la vida humana, la sociedad y la civilización siempre necesitarán de mitos, aunque sean los mitos de la ciencia y del progreso de la Modernidad, o los mitos y contramitos de la Actualidad.

Porque es preferible creer en mitos sabiendo que son mitos, a creer en ellos pensando que son verdades, porque cuando finalmente se descubre que no lo son  sobreviene el escepticismo, el desengaño y la parálisis mental que caracteriza, a nuestro epílogo de la Modernidad (prólogo de la Actualidad), con el desencanto de la razón, de cualquier orden y de los fines.

Siempre han existido y siempre existirán mitos; podemos distinguir entre ellos, lo que sirven para el conocimiento de la realidad[2] y los que sirven para su transformación. En la modernidad, los mitos han servido al nivel volitivo, para mover a la acción[3].

 

¿Progreso medieval y regresión moderna?

Registros claros sobre la existencia de mujeres con poder social evidente, como Lidia de Tiatira, que ofrece su casa a san Pablo y sus compañeros, demostrando el control y la propiedad de una casa, sin necesitar ningún consentimiento “patriarcal”, no pueden ser obviados. En su condición de negociante viajaba para atender sus negocios, por lo que contaba con una vasta trama de relaciones que puso al servicio de Pablo. Era económicamente independiente y cabeza de familia, por lo que, cuando se convirtió al cristianismo, toda su familia se bautizó con ella, lo que constituye otro indicio de autoridad.

La Casa de Lidia incluiría no sólo los miembros de su familia de sangre, sino también esclavos domésticos y los empleados en su “fábrica” de textiles púrpura. La influencia de Lidia se extendía, además, a toda la red de clientes y amigos por lo que se sabe que ocupó un lugar prominente en la organización de esa primera comunidad en Europa.

Contrariamente al camino de las otras dos civilizaciones imperantes (India y China), en Europa los progresos de la libre elección del cónyuge acompañan la difusión del cristianismo[4] . Entre el siglo V y X, la Iglesia desarrolla los límites a la anulación del matrimonio y prohíbe el repudio, costumbre antigua legislada por el derecho romana y de práctica germánica.

Leonor de Aquitania (1122 – 1204), duquesa, condesa y reina consorte de Francia y de Inglaterra, fue una mujer tan independiente que se divorció de un rey, para luego casarse con otro, al que también desafió. Tuvo si diez hijos, entre los cuales están  Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra, y siguió arbitrando la política casi hasta el fin de sus días como su nieta Blanca de Castilla.

Tanto héroes como heroínas mitológicas, bíblicas o del santoral son representados en los frescos, como los del Castillo de Manta del siglo XII[5], donde los Nueve Héroes son representados junto a las Nueve Heroínas, grupo que , según sea la tradición que se siga, está formado por integrantes diferentes[6].

Régine Pernoud (1909-1998), demostró el lugar privilegiado de la mujer en la Edad Media, asunto al que dedicó varios libros, entre ellos Para Acabar con la Edad Media, Mujer en el tiempo de las catedrales y Leonor de Aquitania. La autora explica el inicio del descenso de importancia social de la mujer desde el siglo XIII con relación directa al ascenso del pensamiento de los legistas, juristas que promovía el retorno del derecho romano (centralista, más uniformado y mucho más restrictivo con las mujeres) en contra del derecho feudal (que copiaba más la diversidad social y era relativamente más favorable a la mujer).

Antes del triunfo de las ideas sociales de los legistas, Catalina Benincasa, conocida como Catalina de Siena op (1347 – 1380) cumple múltiples embajadas de Florencia y en una de ellas, en 1377, saca al papa, que se había vuelto casi un vasallo del rey de Francia, de Avignon para que vuelva a vivir en Roma.

Isabel de Castilla (1451 – 1504) se autoproclamó reina de Castilla a los 23 años (en ausencia de su esposo) y ninguno de los poderosos guerreros defensores de sus fueros particulares, la cuestionó por ser mujer. Basta recorrer el palacio de La Alhambra, para encontrar por todas partes el lema “tanto monta, monta tanto” (Isabel como Fernando) que se refiere a la paridad entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

Si nos remontamos a los finales de la Edad Media[7] vemos que el cuerpo humano de ambos sexos desnudo se representa con frecuencia y naturalidad, como lo hace Jheronimus Bosch (1450 – 1516), que será reemplazada durante la ilustración por “el amor galante” de cuerpos perfectamente cubiertos, como en la Peregrinación a la isla de Citera (en francés, Pèlerinage à l’île de Cythère), del pintor francés Jean-Antoine Watteau.

El amor galante fue expresión de un estilo de vida hedonista, enemigo tanto de la soledad como de la castidad. Dónde el ascenso del individuo burgués distinguía a todo y a todas en términos de propiedad. La gratuidad ha sido expulsada de la vida civil (civilizada).

La obra de los legistas, fue poniendo su conocimiento del derecho romano al servicio de la monarquía en su lucha contra el feudalismo; y al finalizar la Edad Media, la  Modernidad había vuelto al derecho patriarcal romano por el cual una mujer llega a la sucesión al trono solo en casos muy excepcionales; el diálogo sobre la sexualidad se terminó acallando por la presión social y expresándose a duras penas en el lenguaje de las flores, para dar lugar a una época de mojigatería puritana, donde la mujer fue reservada al interior del hogar, realizando labores de señoritas, y reducida a la función de tener hijos, y en el mejor de los casos asistencia social. Forma en que nos presenta la cinematografía a reinas que en su tiempo fueron soldados ¿Cómo fue esto posible?

 

El mito puritano del matriarcado

Elizabeth I, a menudo referida como la Reina Virgen, Gloriana o la Buena Reina fue reina de Inglaterra e Irlanda desde 1558 hasta su muerte en 1603. Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, que sería ejecutada cuando ella tenía tres años, fue declarada hija ilegítima. Sin embargo, tras la muerte de sus hermanos Eduardo VI y María I, Isabel asumió el trono.

El reino estaba profundamente dividido por la creación de su padre de una iglesia nacional de Inglaterra (Anglicana), y la subsistencia de un catolicismo romano con el peso de grandes hombres, referentes del humanismo renacentista, como el canciller Tomás Moro, que habían sido ejecutados por su padre. En su debilidad necesitaba diferenciar las aguas y no podía hacerlo por la doctrina y la liturgia que seguían siendo prácticamente iguales.

Enseguida promulgó entonces el Acta de Uniformidad (1559), que restauró el Acta de Supremacía y autorizó el Libro de Oración Común (1549). Este último había sido publicado por Thomas Cranmer, daba al pueblo su primera liturgia en inglés, e introducía la impronta calvinista en la idea moral de la Iglesia de Inglaterra. Así quedaban enfrentados dos modelos femeninos, cuando la Reina Virgen se alzaba frente a la Gran Prostituta que pasaría a ser la Iglesia Papista Romana.

Desde la muerte de Elizabeth I (1603) siguen las fuerzas para que la Iglesia de Inglaterra fuera «completamente puritana» en la liturgia y en la administración. Esto no se concreta, pero va progresivamente desarrollándose más intensamente en la vida práctica de la burguesía y la gente común, con quienes conecta el interregno de Oliver Cromwell, quien había abolido la Navidad por ser demasiado proclive a los placeres  (1653).

Los reinados de Jorge I, Jorge II, Jorge III y Jorge IV, extendiéndose desde 1714 a 1830, marcan un período de dualidad moral, donde existe una rigurosa etiqueta para el baño en el mar, a la par que subsiste la costumbre inmemorial de bañarse desnudos, y la literatura erótica se encuentra no solo en cartas, sino también en novelas.

Es la llegada de la gran Madre Victoria (1837 – 1901) la que todo lo purifica y cristaliza el mito del Matriarcado[8].

La reina madre encarna el ideal de la mujer, recluida en el objetivo de casarse, tener hijos y ser la que reina, aunque no gobierne, su hogar.

Victoria se casó con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha en 1840, y accedió al trono a los dieciocho años. Sus nueve hijos y veintiséis de sus cuarenta y dos nietos se casaron con otros miembros de la realeza, uniendo a la nobleza europea entre sí, convirtiéndola a Victoria en la “abuela de Europa”.

Una Europa esencialmente agraria y rural se va transformando, por la industrialización británica y la extensión de los ferrocarriles, en una Europa urbana. Las relaciones humanas marcadas por los ritmos de la naturaleza, la proximidad y las casas abiertas, se transforman a los ritmos fabriles, el hacinamiento y el repliegue a lo privado.

Los barcos de la Marina Real Británica patrullaban los mares del mundo, las élites locales profundizaban la alianza de sangre con el Impero (María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, pasará a la historia como Mariquita Sánchez de Thompson), y la educación británica se extenderá a través de las escuelas fundadas por clérigos, o por comunidades de comerciantes e ingenieros de ferrocarriles en “ultramar”.

Esas escuelas, estaban modeladas según las necesidades de puntualidad, disciplina, esfuerzo y orden, de la revolución industrial británica. La estética victoriana expresaba al modo Moderno la mujer romana, cuyo rol más importante era “mantener encendida la llama del hogar”, la inviolabilidad de lo privado, la continuidad del linaje familiar.

Es significativo que en Londres, el museo de artes decorativas del Hogar, Museo Nacional de Arte y Diseño, se llame Museo Victoria and Albert.

 

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Del mito del matriarcado al mito del andrógino (Parte 2/3)

 

Referencias

[1] Lo hizo en primer lugar en un manual escolar de Historia Antigua editado en 1685

[2] Reflexiones en torno a la epopeya de Gilgamesh, Publicado en la revista UNIVERSITAS, Nro. 58 Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, marzo de 1981

[3] Con relojes que atrasan: epílogo ideológico, publicado en versión reducida por la Revista CRITERIO Nro 2456, marzo de 2019. Versión completa en: http://institutoacton.org/2019/04/30/con-relojes-que-atrasan-epilogo-ideologico-a-cuarenta-anos-de-puebla-roberto-estevez/#_ftn1

[4] No puedo detenerme en la revisión de la historia eclesiástica, pero hay registros de mujeres cabeza de comunidades en la edad Antigua y de abadesas con el poder de los Obispos en la edad Media.

[5] Castello della Manta, Castillo en Manta cerca de Saluzzo, Provincia de Cuneo en la región del Piamonte al norte de Italia.

[6] El caso francés, más antiguo y difundido, identifica desde finales del siglo XIV a estas nueve mujeres con personajes de la tradición clásica: Sinope, Hipólita, Melanipa, Lempedo, Pentesilea, Tomoris, Teuta, Semíramis y Deípile. Por su parte, la tradición alemana, surgida en el siglo XV, retoma la idea de la división en tríadas e identifica a las guerreras con tres paganas -Lucrecia, Veturia y Virginia-, tres judías -Esther, Judith y Jael- y tres cristianas -santa Elena, santa Brígida y santa Isabel de Hungría.

[7]La catedral erigida en el corazón de París, obra de las elites urbanas del norte de Francia que prosperaron con el desarrollo de distintos intercambios y el comercio entre el mar Báltico y el Mediterráneo, no solo era un monumento a Dios. También transmitía la imagen de una Edad Media luminosa, cuando las capacidades técnicas fueron puestas al servicio de una arquitectura portentosa. … Formadas en la escolástica, esa cultura intelectual basada en los principios de clarificación y organización jerarquizada, esas élites dejaron su marca en cada una de sus creaciones.

«Los constructores de la catedral clásica tratan de encarnar la totalidad del saber cristiano, teológico, natural e histórico, poniendo cada cosa en su sitio», escribe el historiador Erwin Panofsky en su libro Arquitectura gótica y pensamiento escolástico.

Notre Dame simboliza así uno de los mayores logros que la humanidad pudo dejar en la Tierra. Realidad medieval, la «dama blanca» de París ofrecía el contrapunto necesario a la imagen oscurantista de una Edad Media bárbara y violenta, utilizada desde el siglo XVIII como argumento para justificar la modernidad. Un progreso que, cambiando poco a poco -como Notre Dame durante casi nueve siglos-, nos dio el mundo que conocemos.” Luisa Corradini, Los íconos de Occidente, amenazados por un creciente desencanto, La Nación, 21 de abril de 2019

[8] El puritanismo se ha desarrollado en diversas tradiciones: calvinistas, reformistas ingleses, escoceses, holandesas, católicas (jansenismo por ejemplo), y norteamericanas. No sería respetuoso de ellas reducirlas a una sola persona; sin embargo, el valor de la reina Victoria de Inglaterra como difusora entre elites y pueblo de múltiples geografías, de una forma de puritanismo doméstico y matriarcal, no tiene parangón.

Sobre el autor

Roberto Estévez

Profesor titular ordinario de filosofía política FCS–UCA
Licenciado en Ciencias Políticas, Abogado, Master en Dirección de Empresas y Doctor en Ciencia Política. Autor de diversos libros.

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