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Dar razón de la esperanza que está en nosotros

Este fragmento, extraído del editorial de la edición de Febrero de 2002 de Revista Empresa, condensa muchos de los elementos que constituyen la visión de ACDE y cobra especial relevancia en momentos de crisis e incertidumbre como el que estamos atravesando.

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Hoy recordamos los sueños y los esfuerzos de aquellos pioneros que fundaron ACDE en 1952, creando un ámbito para la Camaradería y el Debate que ha servido –como espacio privilegiado- para tratar de entender la cíclicas y recurrentes crisis de la vida política, social y económica de la Argentina a la luz de los principios cristianos.

El legado recibido nos permite volcar entre empresarios, colegas y amigos una palabra de aliento, un gesto de tolerancia, un llamado a la reflexión y, por cierto, una invitación a la acción creativa, audaz y generosa para modificar realidades que requieren el sacrificio de muchos.

Esta hora nos encuentra a los argentinos –una vez más- sumidos en una etapa de trágicas contradicciones y de decisiones impostergables. Etapa que –por su gravedad- signará un prolongado ciclo de nuestra historia.

Los argentinos contemplamos con preocupación que estamos extraviando nuevamente el camino, no por culpa de “los otros”, sino porque como sociedad no atinamos a privilegiar los valores con los que se construyó el País.

Paulatina e inexorablemente fuimos permitiendo que lo mediocre, la banalidad, la picardía y el exitismo ocuparan el lugar del esfuerzo, la reflexión crítica, la sana administración, el respeto por la justicia y el respeto a los demás ciudadanos.

Argentina puede encontrar la buena senda y para ello debe volver a creer en utopías y esforzarse por construirlas. No basta una mejor asignación dentro de la “puja distributiva”: ninguna será óptima. No alcanzan las actitudes individuales: debe fortalecerse la sociedad toda. No es suficiente el repudio y la oposición: debemos lograr consensos y perseverar en la concreción efectiva de las nuevas políticas de todo orden,

El apasionante pero difícil proceso de encontrar afinidades en la diversidad es el que permite luego generar propuestas abarcativas y convocantes; y, si logramos agregar un componente de ideales compartidos, y –por qué no- una pizca de utopía, recreando tantos sueños de esta tierra generosa, encontraremos el rumbo para salir del laberinto en que estamos temporariamente encerrados.

Pero también vale repetir aquello de “madurar y crecer es aprender a perder”. Y en momentos en que se están buscando nuevos consensos decepciona tomar nota de que faltan aún los gestos de renunciamiento que la sociedad reclama.

Algunos están perdiendo –o estamos perdiendo- demasiado. Los jóvenes, su ilusión y su futuro. Los que ya no lo somos tanto, una vida de trabajo para enfrentar un mañana lleno de incertidumbres.

En circunstancias en las que se pone “el contador en cero”, en momentos en que utilizamos conceptos como el de refundar el país como nación, interesa más el proyecto que los derechos adquiridos. Es hora de saber renunciar a lo “acumulado” en el pasado. Es hora de generar una visión de futuro y operar sobre el presente para operar proyectos concretos. Es hora de asumir nuevas responsabilidades.

Sobre el autor

Gonzalo Novillo Saravia

Titular de Tixel SA. Abogado (Universidad Nacional de Córdoba).

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