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Existencia y resistencia en un mundo alterado

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El filósofo don José Ortega y Gasset [1883-1955], afirmó lapidariamente que “en el existir va incluido el resistir”. Lo decía a propósito del concepto filosófico de “alteridad”, que es la situación en que uno queda a raíz de su encuentro ineludible con el “alter”, que es “el otro”. Consecuentemente, en el encuentro con el “alter”, el ser se “altera”, queda “alterado”. El “otro”, el distinto y el ajeno, resulta forastero, extraño y, en ocasiones puede que hasta incluso hostil. Al ingresar “el otro” en una vida que le es ajena, la altera. De ahí que el ser que ha sido visitado o invadido –según el caso- por el otro, tenga que “resistir” para poder “existir”, sobre todo si la visita ha sido desfavorable e invasora. Y, como para ser hay que serlo con los otros, de ahí que todos estamos expuestos a la alteración, es decir a vivir siempre alterados.

Estoy pensando en la actual grave situación en la que mujeres y varones viven resistiendo en el mundo para poder existir en él. Pienso en las víctimas de los violentos, engañosos y manipuladores populismos; en la creciente marginación de los marginados, sometidos y humillados como si fueran –como el Papa Francisco los llama- el “descarte” de la sociedad; pienso en los actuales atentados contra la verdad que desfiguran violenta y maliciosamente la realidad; en la angustia de los emigrantes que buscan vivir aunque muchos de ellos perezcan en el intento.

El pensador hindú Radhakrishman vislumbraba de este modo los retos de nuestra futura situación:

“Una nueva sociedad mundial está emergiendo gradualmente. Crece quieta, imperceptiblemente en la mente y en el corazón de los hombres. Tumulto y excitación, arrebato y violencia, perplejidades de espíritu y ambigüedades de expresión son las penas que acompañan el nacimiento de algo nuevo. Nosotros, los hombres de esta generación, estamos llamados a trabajar por este orden nuevo con toda la fuerza y la capacidad de sufrimiento que tenemos.

Sólo dos clases de gentes son felices y libres de tensión: el irremediablemente tonto y el que se ha superado a sí mismo yendo más allá de su mente y alcanzando el estado de la sabiduría. Todos los demás, los de en medio, están en varios planos de tensión y tristeza» [La religión y el futuro del hombre. Ed. Guadarrama, 17].

Los ciudadanos de la “aldea global” estamos, pues, llamados a ser sabios, a resistir con todas las fuerzas de que disponemos si es que queremos existir en esta aldea. Resistir es el estado de un alma recia que soporta con tesón e inteligencia la adversidad, juntando fuerzas sin cesar para intentar superar la pesadumbre de la vida y llegar, de este modo, a conquistar una vida más plena. Es no rendirse ante las agresiones que desafían y ponen en peligro la propia vida personal o nacional, acometiéndolas y desarmándolas lúcidamente con ánimo perseverante hasta lograr el triunfo.

Pero, la resistencia, tiene un exigente precio. Por de pronto: es preciso tener fe en sí mismo. Sólo quien cree en sí mismo, quien de sí mismo se fía y por eso confía en sí – sea una persona o un pueblo -, sólo ese es capaz de resistir. Una comunidad, un pueblo que se desprestigia a sí mismo, que se achica, es débil, sin consistencia. Sólo la fe – la fe humana y la fe en Dios, en sus creyentes – nos da fuerza para mover las montañas.

Esperanza. Sólo quien espera es capaz de resistir. El que espera acepta abiertamente la carencia de lo que aún no posee; pero, porque cree en sí mismo, confía en conseguirlo, pelea por ello y adelanta el futuro. Nuestra fe en Dios –en el Dios fiel- sustenta nuestra esperanza, porque Él es firme y fiel como la “Roca”.

Paciencia. Sin ella no es posible resistir. Ser paciente no es lo mismo que ser pasivo o negligente. Tener paciencia es resistir, respetar los ciclos vitales, arduos y difíciles; desconfiar de los atajos fáciles que no llegan a destino. En tiempos de alteración no se abunda ni se estila la paciencia. Lamentablemente, son tiempos más expuestos a la violencia que al diálogo leal, paciente e inteligente.

Imaginación y creatividad. Para resistir hay que ser estratega, tener la pericia y la audacia de buscar los caminos adecuados y posibles para superar la adversidad. Los otros no sirven. Sin agudizar la imaginación y la creatividad inteligente no se encuentran caminos nuevos que aligeren los tiempos de resistencia.

Trabajo y esfuerzo. Está claro, al menos teóricamente, que sin estos ingredientes no cabe la resistencia. Los diletantes y holgazanes que hablan y hablan sin ofrecer ideas fecundas y precisas estorban en tiempos de resistencia. No hay que hacerles caso para no distraerse.

Les deseo la fuerza del Espíritu Santo para seguir resistiendo en su servicio a la sociedad.

Sobre el autor

Fray Luis Carlos Bernal

Asesor Doctrinal de UNIAPAC Latinoamericana. Falleció en junio de 2021.

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