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Maestro de maestros: las Cartas De Gamaliel, de Ignacio Driollet

Escrito por Enrique del Carril
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Si somos cristianos es porque creemos que Jesús es Dios encarnado. A través de la liturgia  nos hemos acostumbrado a rememorar su vida en este mundo, quizás mediante una rutina que puede enfriar el maravilloso misterio de la Encarnación.  Para evitarlo el verdadero desafío es meternos en la historia y revivir el drama humano que ocurrió hace más de dos mil años en la tierra de los judíos.

Ignacio Driollet, en el libro que comento, logra introducirnos en aquella época y seguir los pasos de Jesús de la mano de un personaje histórico: Gamaliel, fariseo, miembro del Sanedrín y maestro de San Pablo. Por medio de la correspondencia ficticia creada por el autor, entre Gamaliel y su discípulo Saulo, explica las creencias y características de los diferentes grupos que dividían al pueblo judío sometido a Roma: los zelotes, fanáticos que esperaban un Mesías guerrero que liberara por la espada a Israel; los fariseos, observantes de la ley pero  excesivamente formalistas y sordos a las necesidades del prójimo; los saduceos también estrictos seguidores de la Torah, pero corrompidos y cómplices del invasor; los seguidores de Herodes rey títere impuesto por los romanos,  cuyo ambiente y forma de proceder es pintado por el autor con vivos colores que nos recuerdan a los zalameros que, en todas las épocas, rodean a los poderosos.

Finalmente, los esenios, observantes de los ritos y tradiciones judías que reaccionaron contra la falsedad y corrupción de los servidores del Templo creando una comunidad separada en Qumram, a orillas del Mar Muerto. Allí practicaban principios que formaron parte de la prédica de Jesús y el autor ubica la temprana formación de Juan el Bautista, posibilidad que también admite Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret[1]. Gamaliel admira en ellos su coherencia y coincide con la condena a quienes ejercen el poder en Jerusalén, pero les reprocha considerarse exclusivos depositarios del mensaje de Yahvé, lo cual los llevaba a elaborar una doctrina hermética y solo accesible a pocos iniciados[2].

 

La aparición de Jesús

La parte más rica del libro es la evolución del pensamiento de Gamaliel frente a la aparición de Jesús y el mensaje que prédica. El autor nos muestra sus pensamientos íntimos ante los acontecimientos que comienzan con la prédica de Juan el Bautista y el surgimiento de un maestro Galileo que se rodea de pecadores y gente sencilla logrando la adhesión de multitudes, primero en Galilea y luego en Judea.

En las primera cartas Gamaliel rememora recuerdos trasmitidos por su abuelo Hillel referidos al misterioso nacimiento de un niño en Belén de Judea, la visita de unos reyes de oriente conocidos de su abuelo y la matanza de todos los niños menores de dos años convirtiendo esa pequeña aldea en un lugar de tristeza y llanto, acontecimientos que hacen perder sus esperanzas en la proa llegada del Mesías.

A medida que avanzamos en la lectura, las cartas imaginadas por el autor entran de lleno en los relatos evangélicos de la vida pública de Jesús. Ignacio ha realizado un encomiable trabajo de ordenación de los textos para elaborar una versión plausible de los hechos que se inician con la predicación en Galilea y culminan en los días posteriores a la entrada de nuestro Señor a Jerusalén donde se marca el inicio de la predicación en el Templo y el enfrentamiento de Jesús con el Sanedrín que, finalmente, lleva a su condena.

El libro describe con claridad el dilema de Gamaliel que, en gran medida se repite en el mundo moderno. Su honestidad y sabiduría le permiten reconocer el valor de las enseñanzas del Nazareno pero, a su vez, considera una locura inaudita su autoproclamación como Hijo de Dios y Mesías enviado, afirmaciones que no podía aceptar por su formación religiosa y hoy son rechazadas en nombre de un mal llamado progresismo. Las dudas lo carcomen y el sufrimiento aumenta cuando algunos de sus discípulos deciden seguir a Jesús. Su confusión culmina al aproximarse a la Cruz[3]. A pesar de sus esfuerzos para evitar la condena de Jesús, Gamaliel se pregunta por qué razón un Rabí que había predicado con elocuencia su valiosa doctrina, insistió en blasfemar y se entregó mansamente a una muerte llena de ignominia, como si fuera un delincuente. Solo rescata en el Nazareno la clara negativa a la violencia como medio de imponer ese Reino que predicaba y cuyas características era tan difícil de comprender.  En este aspecto, el capítulo referido a Judas esta muy bien logrado al exponer la naturaleza y contenido de las tentaciones a las que estuvo sometido Cristo, uno de cuyos vehículos pudo haber sido el propio Judas.

El relato de los acontecimientos posteriores a la muerte de Jesús, con centro en la resurrección, continúa en sus cartas finales donde, al principio, se niega a creer, aunque aboga dentro del Sanedrín para que no se persiga a los discípulos, episodio recogido en los Hechos de los Apóstoles[4]. Finalmente, al conocer a la Madre de Jesús, en los últimos capítulos del libro, Gamaliel comprende el mensaje de la encarnación y se convierte, hecho que -según el autor- es plausible, aunque no comprobado.

Se trata de un libro magnifico que nos invita a realizar una lectura de los evangelios y los Hechos de los Apóstoles mediante citas textuales pero ordenados de una forma que permite revivir los acontecimientos en una versión verosímil que, sin dejar de marcar el aspecto sobrenatural, refleja con realismo el drama humano de nuestra redención. Así nos llama a saborear en toda su dimensión el Amor manifestado en el misterio de Dios hecho hombre.

Referencias

[1] Ratzinger Joseph Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret” T°  pag 35/36 . ed. Planeta

[2] En el año 1945 se descubrieron una serie de documentos esenios que fueron identificados como “manuscritos del Mar Muerto” que arrojaron luz sobre esta secta y sus creencias, Ratzinger J op cit pag 35

[3] San Pablo 1 Corintios 1, 17,19.

[4] Hechos de los apóstoles 5. 34,39

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

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