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¿Tiene justificación la violencia en las calles?

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EMPRESA inaugura hoy una nueva sección: A Debate, un espacio donde un interrogante derivará en diferentes voces, opiniones, puntos de vista. La violencia en las calles, a raíz del fenómeno de los ‘chalecos amarillos’ en Francia y las recurrentes manifestaciones callejeras en la Argentina, es la temática de esta primera entrega.

El Papa Francisco calificó en forma reciente a la violencia como una “plaga” de América Latina. Y en efecto, un cuarto de todos los asesinatos que se producen en el mundo ocurren en sólo cuatro países de la región: Brasil, Colombia, México y Venezuela.

¿Pero qué es la violencia? ¿Cuál es su origen? Opina Sergio Carbone y responde Enrique del Carril, director de Revista Empresa.

El grito del chancho: ¿violencia o reacción natural?

Por Sergio Carbone

Seguramente para Ud., al igual que lo es para mí, le resulta habitual iniciar su jornada en la lectura de los principales periódicos nacionales e internacionales. En este ejercicio no pude dejar de advertir la magnitud de lo sucedido en Francia con los ‘chalecos amarillos’ como así, al instante, recordar reiteradas expresiones del pueblo argentino en los últimos tiempos. Junto con ello observo la modificación en el ejercicio represivo en ambas de las latitudes mencionadas. Al indagar en las motivaciones de ambas partes (manifestantes y Estado), centrándome en la motivación del manifestante, encuentro similitud en el contexto socio-económico previo a la celebración del acto popular.

La manifestación en las calles es molesta dado que incide directa o indirectamente en nuestro cotidiano hacer pero, por sobre todo y ya ubicándonos en el contexto argentino, llama a la conciencia de muchos frases como: “piden planes sociales… porque no van a trabajar. Encima son violentos”.

Sin emitir juicio de valor quiero compartir con Ud., estimado lector, una reflexión: ¿Qué es la violencia? ¿Hasta dónde podemos categorizar a determinado acto como violento? ¿Acaso la única actividad que puede ser considerada violenta es aquella que se ejecuta en uso de la fuerza? ¿Es violencia aquella “fuerza” que se ejerce por fuera de un marco legal?. Para ser más “cotidiano” ¿el grito del chancho, antes de su deguello, es violento?

Tengo para mí, que gobernantes y gobernados, en su génesis, se encontrarían en posición de igualdad ante la ley. Sin embargo, con el desarrollo, cuando el gobernante logra que la ley esté de su lado o cuando algunos gobernados logran que los gobernantes tuerzan la inteligencia de las normas para favorecer a unos y, en consecuencia, oprimir a otros (o a expensas de otros), solo resta preguntarnos si el grito de opresión es violencia o es, legítimamente, el llamado a la inconformidad de la situación a la que se ve sometido.

La sociedad, como un juego de equilibrios, debe mantener cierta distancia entre el apetito de los particulares y el apetito del Estado. La legitimidad de este último es solo si conduce al bien común. El bien común es la percepción de las mayorías respecto de su bienestar presente y futuro.

Si esa situación de bienestar presente se disuelve, si esa ilusión de mejora futura se convierte en una falacia, si la tautología del discurso recurrente solo conduce a una situación de imposibilidad de acción de parte de la sociedad en su mayoría entonces, estas, legítimamente deben y pueden reclamar el espacio hurtado en el ejercicio no solo del poder público sino también de la conducción de los destino de eso que es de todos: el Estado.

Foulcaut decía que podemos ver el grado de avance o retroceso de las sociedades en función de su sistema punitivo. A mayor punición vemos una sociedad más atrasada. Modifiquemos el término punición por burocracia e impuestos. Foulcaut se expresaba en una época de plena expansión del Estado de Bienestar de manera tal que burocracia e impuestos no ocupaban el centro del contexto plural.

La verdad hoy absoluta del derecho a la libertad del hombre contrasta con la opresión que genera la capacidad de direccionar, construir y deconstruir la renta nacional (y con ello su distribución) no ya desde la decisión del poder Estatal sino desde fuerzas externas al ejercicio soberano que nos obligan a preguntarnos si, adentrados en el siglo XXI, el concepto de soberanía ha perdido la fuerza ejecutiva que supiera ocupar en el siglo anterior.

En este contexto pregunto, nuevamente, ¿Qué es la violencia sino, muy posiblemente, el último grito del chancho que, advirtiendo su destino, desea dejar el sonido de su lamento esperando torcer el corazón de su verdugo?

El Estado de Derecho garantiza la protesta social

Por Enrique del Carril

Me parece una opinión muy polémica. El autor interpreta que el ejercicio de la violencia callejera (piqueteros en Buenos aires / chalecos amarillos en París) tendrían un tinte de legitimidad ante la injusticia ejercida desde el Poder. Creo que ello es muy discutible cuando existe un Estado de Derecho que funciona y permite canalizar la protesta individual o grupal mediante el ejercicio de acciones judiciales en un sistema que éstas funcionan.

Ello no implica eliminar el derecho a la protesta pero que debe ejercerse sin perjudicar derechos de terceros porque, de otra manera, esos terceros cuyos derechos son afectados por la protesta violenta (los comerciantes a quienes les rompen las vidrieras o les incendian sus locales, los ciudadanos que no los dejan pasar por la vía pública o les queman sus automóviles, etc.) también tendrían el derecho a la violencia, o sea a armarse y repeler a los violentos a tiros y, la sociedad se convertiría en un caos.

Dentro de esta temática está en debate las tradiciones culturales y jurídicas. La historia enseña que Francia es un país donde la violencia de la protesta fue una constante. Desde 1793, los dos terrores, 1830, 1848 (con el alzamiento denominado la Comuna de Paris) y el mayo francés de los años sesenta (donde el citado Foucault fue un activista) en Francia se sucedieron los levantamientos populares violentos.

Si bien en el mundo anglosajón también los hubo, no fueron una constante y siempre se respaldó la represión de las fuerzas de seguridad.

Un autor francés (Vareau) en un libro denominado “El Derecho al Derecho” explica que ello ocurrió porque desde la revolución francesa se consideró a la resistencia callejera como una expresión del derecho a la resistencia a la opresión. Dice que, contrariamente, en los países que siguen la tradición de EE.UU., al establecerse el control judicial de las leyes se morigeró esa tendencia.

Pensar la violencia en las calles como lo hace el autor tal vez no sea lo más conveniente, más en estos momentos en que el Gobierno está intentando imponer la autoridad de la policía, gendarmería y otras fuerzas, y en el que hay un reclamo social por más orden.

Sobre el autor

Pedro Ylarri

Periodista especializado en economía y negocios. Trabajó en medios como la Agencia DyN, Editorial Perfil y El Cronista Comercial. Hoy es director de yCon Media y profesor de la UCA. Miembro del staff de redacción de Portal Empresa.

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1 comentario

  • Me gustaría hacer una reflexión en cuanto a la violencia, desde otro enfoque. Qué pasaría si hubiera recursos económicos suficientes para abastecer a la población mundial en sus necesidades? Por lo menos en sus necesidades básicas y un poco más. Que todos tuvieran recursos para tener una vida digna.
    Definiendo la economía como la ciencia que estudia el comportamiento de las personas ante la escasez de recursos (sin entrar en debate sobre esta definición), sino como una reflexión amplia, ese es el gran desafío que tenemos. Y creo, personalmente, que gran parte de la violencia sucede por estos motivos. Insatisfacción personal de no tener una vida digna por parte de gran parte de la ciudadanía. Y deterioro de la condición económica en Latinoamerica, en particular.
    Para eso también se necesitan grandes líderes políticos a nivel mundial que enfrenten estos problemas y los encaren a futuro, que en mi opinión personal, en estos momentos no hay.
    De ahí surge, según mi opinión la violencia, que es muy molesta y genera mucha inestabilidad de todo tipo.
    Esta es mi opinión personal y el gran desafío, que desde mi punto de vista es tanto económico como político como social para los próximos años.