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2020: El planeta no permite más experimentos

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La salida posible: Instituciones sólidas e inmunes. Argentina y sus ocho defaults, tratan de evitar uno más.

I – El año 2020 y el arribo al mojón del horror en el planeta. Beneficioso replanteo profundo.

El Planeta azorado y temeroso por la pandemia universal nunca vista jamás. No se sabe bien su inicio ni hay idea exacta de cuánto durará, mientras florecen alternativas inseguras sobre cómo salir. Los humanos se preguntan qué se pudo haber hecho el momento anterior antes que el desastre tuviera connotaciones infinitas. ¿Cómo podría haberse evitado el asesinato, en junio de 1914, de los archiduques en Sarajevo que desencadenaba, un mes después, ¿la Primera Guerra Mundial, enfrentando a potencias armadas y tensionadas con un saldo de 17 millones de muertos? Andrés Nadal, historiador hispánico traza un parangón y nos indica que la tragedia sobreviene cuando se cometen errores fundamentales similares a los de la antigüedad. Narra que la peste antonina (165-180 D.C.) mató la tercera parte de Roma. En medio de la pandemia Marco Aurelio, el emperador más honrado y brillante sermoneaba: “no lo digas si no es verdad” y “no lo hagas si no es conveniente”. Ante la peste ya advertía que la destrucción de la inteligencia humana era más letal que la peor infección generalizada. Las arcas romanas vacías por la peste vieron un Marco Aurelio honorable rematando todas sus pertenencias.  En el aquí del 2020, con escasez de líderes mundiales de la talla escrupulosa del romano, los profesores del mundo debaten sobre las vacunas (¿virus atenuado o permitirse “inventar” algo por fuera de la naturaleza?), sobre las medicinas, los efectos del encierro y la geolocalización (¿for ever?) de casi la tercera parte de la población mundial. ¿Para el planeta pareciera haber arribado la era del cero error? Las grandes potencias saben que un conflicto generalizado es una alternativa imposible, demencial que asegura ningún triunfador y unanimidad absoluta de vencidos. Cualesquiera sean los fines, en épocas de infinitos protocolos, es tiempo de bocetar y acordar el manejo de las armas atómicas, el cambio climático, la gestión de la biotecnología y geolocalización de personas, la carrera espacial, así como el de todo saber que pueda modificar la sustentabilidad del planeta.  Yuval Harari nos advierte el peligro para la humanidad que representa la falta de solidaridad y de liderazgos globales. Mantener una carrera armamentística múltiple en un planeta que no logra distribuir el alimento con cierta eficiencia es solo una muestra impía.  La vida de 7.600 millones de personas ya no puede quedar en manos de gobernantes circunstanciales de las ambiciosas potencias mundiales. Demasiada masa crítica de infinito poder de destrucción (con dolo o por error) requiere ya mismo la articulación de cuerpos colegiados mundiales insobornables que controlen   los comportamientos individuales y colectivos. Un mundo sistémico en el que todo tiene que ver con todo, exige normas universales científicas de transporte y manejo de muchedumbres en sus geografías. Irónicamente, hace sólo 120 años vivíamos la aparición de los automotores y el fin del carruaje de tracción a sangre. Hoy las supra demandas son: la seguridad, auditabilidad, oportunidad, credibilidad y acceso a la vital información del saber infinito.

II – Argentina y la post pandemia.  La urgencia de una evolución sensata, mesurada, definitiva y en paz.

La historia clínica nos condena. Desde hace largo rato, y especialmente en el antaño cercano, no somos un ejemplo del buen funcionamiento de las instituciones y de la gobernabilidad.  A fin de 1999 ya nos preocupaba la intensa destrucción de capital social y los caóticos efectos de nuestros cambios institucionales. Desde 1810 a la fecha acumulamos, en 210 años, la cantidad de 89 gobiernos centrales con duración promedio de solo 28 meses. La era constitucional acumuló 54 gobiernos en 167 años y un promedio de 37 meses cada uno. Valga recordar que en 1853 existía un tríptico de pactos preexistentes, y que Buenos Aires no participó de la Constituyente, por lo que tuvimos con Paraná 2 capitales y recién nos unificamos en 1860. “Constitucionales” tenemos sólo 160 años. Incluyen ellos 10 gobiernos de facto, con 15 años de permanencia alternada y un promedio de 18 meses cada uno. El último, de l976 a 1983, nefasto y violento, ya desde 1974 para nuestra argentinidad con imperdonable derramamiento de sangre entre argentinos. El ansiado regreso de la democracia en 1983 nos trajo 11 presidentes hasta 2019 subiendo el promedio a 39 meses. Si excluimos el caos institucional de 4 presidentes durante 1999/2003 dicho promedio sube sobre 60 meses. El traspaso del mando en 2019 fue un hito de mandato completo de un gobierno no justicialista desde hacía 89 años. En 1994 un acuerdo llamado Núcleo de Coincidencias Básicas empaquetado sin que nada pudiera modificarse, basado en el Pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín, complementado por una serie de temas habilitados para la discusión, permitió a una Convención Constituyente, sancionar los cambios modificatorios a nuestra Carta Magna. En 1999, un decaer profundo hasta 2003, período en que tuvimos 4 presidentes con el caos imaginable que sobrevino. Los hechos avalan que de 1946 hasta el próximo 2023 (netos de 15 años de gobiernos militares) en los 62 años restantes habremos tenido 40 años (64 %) de presidentes justicialistas. Un pasado no aconsejable urge a gritos por instituciones sanas, blindadas e inmunes que prevalezcan por sobre la ideología de turno. Nunca más democracias sólo formales cediendo en préstamo la República a ganadores en las urnas para que experimenten en su aprendizaje, sin planes, ni talento agrupados meses antes de la elección. Simultáneamente, hoy 2020 nos sorprende luchando para evitar lo que sería nuestro noveno default de deuda soberana. Dios nos acompañe con su sabiduría. Según Infobae, nueve países latinoamericanos han defaulteado entre ocho (Argentina es uno) y diez veces. Contando desde el año 2000, pasaríamos al tope de la tabla con cinco veces si no se lograra evitar el próximo. Miguel Boggiano identifica el default de 1827 con préstamos para financiar las guerras de la independencia. En 1890 atravesamos por el pánico de la Banca Baring Brothers, préstamos tomados por Julio A. Roca para ferrocarriles y transformar Buenos Aires en la gran capital. Luego vendría la crisis de la deuda de 1982 recién regularizada en 1992 con el Plan Brady. En el régimen militar, de l976 a l983, saltamos de 7.000 a 4.5000 millones de dólares de deuda soberana. Juan J. Llach, destacado economista coautor de El país de las desmesuras (2016) diferencia a los países latinoamericanos de la Argentina por la duración y desmesura de sus crisis. Publicó el 11 de mayo un recordatorio sobre nuestra genética de déficit fiscal, inflación, país más bimonetario del mundo, entre los últimos en comercio exterior e inversión, gasto público elevado con servicios de muy baja calidad, y presión impositiva del 37 %. La última década nos distingue como rareza global por nueve años de estanflación crónica. Llach reflexiona: “… el factor común de la política argentina es que ningún partido logró encauzarnos en el sendero de progreso. No hay entonces dedos acusadores de y para nadie…”.  Gobernar bien es brindar datos ciertos confiables en tiempo y forma y sin culpar ni faltar a la verdad.

III – El voto sin trampas en democracia es solo una porción de ella. Las complejidades planetarias obligan a que los votados electos se nutran de “los que saben”.

La pandemia no es el sagrado mojón que generará el macro cambio. No todo tiene que cambiar y mucho menos aprovechados por extremismos violentos. Sí nos servirá para evaluar lo que es un crónico disfuncionamiento de las instituciones. ¿De cuáles? ¡¡¡Pues de todas!!!  Los tres poderes deben funcionar y articularse en el razonable modo esperado, todos los días que deben hacerlo. Si la mínima circunstancia forja la excepción a la regla, la normativa y/o sus ejecutores han fracasado. En la conducción del proceso argentino de la pandemia el gobierno tomó decisiones basado en el articulado dictamen colectivo – eligiendo a los más preparados sin privilegiar únicamente al “mismo palo” – de los que son expertos. Se tomó conciencia de la tremenda tragedia, se dejó aparte a Maquiavelo y rescató el método de Galeno, Maimónides, Salk y sus colegas discípulos. La ciudadanía respondió a los unificados y esforzados líderes con una devolución conductual más que valiosa. Todas las organizaciones, sean universidades, los clubes, los ministerios, las escuelas, los sindicatos, las ONGs, las fuerzas armadas de seguridad y todo el universo institucional deben pasar a funcionar y ser gestionados de una sola forma: sólidamente, sin corrupción, respetando a rajatabla el motivo originario para el cual existen y fueron creadas, sin acallar desvío alguno.   La gestión y la conducción de la República no toleran más el deteriorante “políticamente correcto” sino que sólo el inmune “sagrado deber ser” es el sendero. Mandato que nos legara el padre de la Patria. Ignorarlo nos conducirá a las tinieblas y respetarlo nos devolverá al camino hacia la luz. Amén.    

 

 

Imagen: autor www.vperemen.com, Licencia CC-BY-SA

Sobre el autor

Ignacio González García

Socio de ACDE. Síndico Titular del Grupo Diario La Nación, de IDEA y de La Anónima de la Patagonia.

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