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99 años de vida plena

Enrique Shaw
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Alegría, fe, perseverancia y empatía. El 26 de febrero del año próximo se cumplirán 100 años del nacimiento de Enrique Shaw y aún siguen vigentes los valores que predicó con su ejemplo durante toda su vida.

La enseñanza que este empresario nos dejó es que se puede aplicar una evangelización desde el ejemplo en el ámbito laboral. Había coherencia entre sus dichos y hechos, ojalá hoy todos fuéramos un poco más como Enrique.

Humanizar la fábrica

El contexto de la época en la que habitó no difiere mucho de la actual. La búsqueda del incremento de la productividad en las empresas, tecnologías ágiles y otras tantas innovaciones constantes, han hecho perder el foco de la premisa de perseguir el bien común de la sociedad, conseguida por la dignificación de cada uno de sus integrantes. La mayoría de las personas pasan un tercio del día en su lugar de trabajo. Fomentar el sentirse dignos en sus tareas laborales es un objetivo que no resulta poco desafiante; Enrique estuvo en los detalles, se interesó por cada obrero, perseveró, y lo logró. Anotaba todas las fallas y pedidos en su libreta y daba las mejores soluciones hasta a los peores problemas.

A través de su método de escucha e interés real en cada obrero, Enrique iba cambiando las relaciones de trabajo, transformando la concepción de las actividades productivas, fomentando el respeto y la fraternidad.

Priorizar el bien común

El Papa Francisco nos propone un nuevo paradigma de justicia que le dé al ser humano un lugar especial. Enrique fue un ferviente imitador de Cristo en el cuidado de los más débiles. No fueron pocas las veces en las que puso en riesgo la estabilidad de su economía familiar, su imagen ante el directorio para salvar los puestos de trabajo de cientos de trabajadores, el eslabón más débil de la sociedad en aquella época.

Enrique sabía que trabajando por el bien común agradaba a Dios. Trabajaba con dedicación, sin haraganería aún en épocas en las que la sociedad estaba revolucionada por la política. Participar e involucrarse fue su medio para cambiar las cosas.

Su causa de canonización

La figura de Enrique viene tomando dimensiones cada vez más significativas y sorprendentes. No son pocas las historias que llegan a nuestros oídos a través de conocidos sobre diversas expresiones de fe: como por ejemplo un vitreaux en una iglesia de Washington, en la cual se puede observar a Enrique con una libreta en su mano; cátedras y programas que llevan su nombre tanto en la Argentina como en el exterior; así como publicaciones de todo tipo.

¿Cuál será la forma correcta de acercar a Enrique al contexto actual, al público joven, al no tan joven, a los empresarios y a las familias? Con lo excepcional de su ejemplo, no será difícil lograrlo.

En un país hostil para con los pobres, los jubilados, la vida por nacer, los jóvenes, la familia; en el que es mejor encerrarse en nuestra propia comodidad antes que darnos a los demás, no podemos menos que agradecer el tener un ejemplo heroico de santidad contemporáneo, que caminó por las mismas calles y vivió en nuestra misma cultura.

Enrique fue un hombre que despertó sentimientos en las demás personas que pocas almas logran generar. Quienes lo conocieron aseguran recordar que su sola presencia ya les traía paz. La preocupación de Enrique por el bienestar de las personas que pasaban por su vida era genuina, libre de cualquier anhelo de poder. Su misión era darse a los demás.

Hoy empezamos a transitar el año previo a su centenario. Ocasión más que propicia para tomar su mensaje, aceptar su invitación a encarnarlo y desandar su camino de santidad.

Sobre el autor

Victoria Ford y Nieves Belic

Socias del Grupo Joven de ACDE.

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