Valores

Cuatro ventanas para la luz (Parte 2)

Escrito por Roberto Estévez
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De la serie «Colectivos y peatones» | Viene de la Parte 1

La organización naturaleza, límites y objetivos

La organización es un conjunto de acciones humanas que coordinan las personas fuente de esas acciones, con su totalidad “a cuestas” o “en el tanque”) para conseguir unos objetivos que a todos interesan, aunque ese interés pueda deberse a necesidades de naturaleza muy diferentes, por cuanto “hablan”, se expresan y se perciben desde distintas dimensiones humanas.

Los objetivos de una organización son satisfacer necesidades, desarrollar personas, administrar recursos, y garantizar su propia continuidad, y los motivos de quienes brindan sus acciones y permiten que algunas de sus necesidades sean satisfechas van desde lo material y materializarle hasta motivos de una gran trascendencia espiritual[1].

Qué y dónde: La empresa

Cualquier organización, sin importar su naturaleza jurídica, vista desde la satisfacción de necesidades, la administración de recurso, y la creación y distribución de valor económico es una empresa.

Con quién: La comunidad

La misma empresa, vista desde el desarrollo de las capacidades de los que integran sus acciones a través de ella, creadora y modificadora de relaciones sociales, es una comunidad de trabajo.

Para qué: La institución

Cuando esa comunidad de trabajo ordena sus acciones a garantizan su continuidad en el tiempo, realizando (con otros) el Bien Común del entorno social al cual deben las acciones humanas que la organización ha integrado, se convierte en una institución del sistema político, aunque el sistema jurídico la llame empresa, cooperativa, asociación o fundación.

Por qué: El Reino

Apenas hemos expresado estas tres realidades, pero ellas ¿enuncian una realidad total de la empresa? ¿O casi sin darnos cuenta estamos ya saliendo de la empresa a horizontes reales más amplios?

Como lo formula el matemático y epistemólogo Gregorio Klimovski en el último reportaje de su vida (La Nación, 24 de mayo de 2009): existe una pregunta que supera el ¿para qué? y es ¿por qué? ¿Por qué hay algo en lugar de haber nada? ¿Cómo algunos organismos vivos alcanzaron la conciencia sin actividad psicológica? Hay mirada teológica para el gobierno humano porque existe una realidad teologal del hombre.

Esta realidad teologal nos muestra que la inmanencia humana siempre estará abierta a la trascendencia. Aunque el lazo sea muy débil nunca se corta[2]. La acción humana que es la organización, constituye así un ámbito que trasciende lo físico y metafísico.

Lo sustancial es el hombre: todo caso particular de la organización, es un accidente de relación. La plenitud humana no se agota en las dimensiones que ninguna organización puede asimilar: todavía hay hombre fuera de la familia, fuera de la empresa, fuera del club de barrio y fuera de la comunidad política -aunque esta fuera continental o global-, y todavía hay poder del hombre que puede ser visto desde cualquiera de estas organizaciones.

En segundo lugar, la realidad teologal nos recuerda que no toda dimensión humana que pueda asimilar la empresa, la comunidad y la institución es legítimo que sea asimilada; existe una esfera privada de interioridad que debe ser preservada.

Si esta realidad no se reconoce, la organización que sea se vuelve fascista, reduciendo al hombre que está fuera de ella, a un ser pobre en dimensiones, como también lo dice Herbert Marcuse: este hombre unidimensional carece de una dimensión capaz de exigir y de gozar cualquier progreso de su espíritu… en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas (Hombre Unidimensional, Ariel, 1964)

Este hombre productor – consumidor, sin duda producirá mucho, pero también destruirá -e incluso se destruirá- más de lo que produce[3].

En tercer lugar, la realidad teologal nos recuerda que hay poder del hombre que debe ser visto en la empresa: el hombre que hay fuera de la empresa y el hombre que debe ser dejado fuera de la empresa, completan (desde la empresa) un espacio existencial multidimensional que se introduce en la empresa con la creatividad de un espacio existencial de solidaridad para el bien y para el mal. No puede la empresa dejar de ver esa realidad que siendo temporal vincula con la eternidad[4]. Dicho de otra forma, la acción humana de todo hombre (mujer o varón) de cada día, participa de la eternidad: Lo que los cristianos llamaron Reino.

Al ser igualmente creaturas, cada uno y todos los seres humanos, somos participes de la humanidad asumida por Dios en Jesucristo, e igualmente llamados a la perfección de la creación en Reino. Lo que Jesucristo predicaba, como un ahora temporal, siempre precario e imperfecto, y un todavía no, en su cumplimiento escatológico[5].

De este modo la experiencia temporal del Reino de Dios es, a la vez, su inauguración y su preparación para el cumplimiento definitivo (Cfr. Marcos 1, 15; Mateo 4, 17).

Desde su participación en la construcción del Reino, siempre precaria e imperfecta en la historia, pero que se realiza plenamente en la Eternidad, la organización se transforma en una invitación a que el trabajo sea parte de vivir dejando que el designio amoroso de Dios gobierne nuestras relaciones, con honradez a toda prueba, piedad sincera, solidaridad generosa y amor fraterno. Sin que esto justifique no conocer los balances, no estudiar el mercado, no cuidar de la empleabilidad de los colaboradores, o no atender al impacto político de nuestra acción honesta.

 

Continuá la lectura de esta serie en la Parte 3

[1] Comencé estas ideas para el V COLOQUIO DE ETICA EMPRESARIAL Y ECONOMICA, IESE, Barcelona, 19 y 20 de octubre de 1995 publicado como: “Cuatro poderes en la Empresa”, Revista de Antiguos del IAE, Año II – Nº 13, Buenos Aires, 1995, y en el libro “Comportamiento Humano y Valores”, Editorial UNSTA, 2ª, San Miguel de Tucumán, noviembre de 2005. Luego de más de veinte años de proponerlas y aplicarlas en diferentes organizaciones, las he retomado en este artículo y en el paper A Christian humanism framework to think the work units in the new complexity (The Future of Work: Human Dignity in an Era of Globalization and Autonomous Technology, John A. Ryan Institute (Minneapolis) y AESE Business School (Lisboa), 25 al 27 de junio 2020).

[2] El lazo es débil, sin duda, y puede quebrarse con facilidad. La vida del alma abierta a Dios, la espera, los períodos de aridez y monotonía, culpa y desaliento, contrición y arrepentimiento, de desamparo y de aferrarse a la esperanza, los estímulos silenciosos del amor y la gracia, temblando al borde de una certeza que se pierde si se gana: la fragilidad de tal entramado puede resultar una carga demasiado pesada a los hombres que aspiran a una experiencia posesiva VOEGELIN, Eric, El gnosticismo. La naturaleza de la modernidad, en La nueva ciencia de la política, Katz Editores, Buenos Aires, 2006, págs 150 y 151.

[3] Se sabe que en el siglo XVIII se inicia una corriente constante de literatura sobre la declinación de la civilización occidental y, a pesar de los recelos que puedan abrigarse respecto de cualquier punto específico, no puede negarse que los teóricos de la declinación tienen un buen sustento. Por otro lado, si hay algo que caracteriza al mismo período es la exuberante vitalidad expansiva de las ciencias, la tecnología, el control material del entorno, el aumento de la población, del nivel de vida, de la salud y la comodidad, de la educación masiva, de la responsabilidad y la conciencia social… Ese conflicto de interpretaciones plantea la pregunta espinosa, es decir, la pregunta de cómo una civilización puede avanzar y declinar al mismo tiempo… En la medida en que esa inmanentización avanzó de manera experiencial, la actividad civilizacional se convirtió en una tarea mística de autosalvación. La fuerza espiritual del alma que en el cristianismo se dedicaba a la santificación de la vida ahora podía volcarse a la creación más atractiva, tangible y, ante todo, mucho más fácil, del Paraíso terrenal. VOEGELIN, Eric, El gnosticismo. La naturaleza de la modernidad, en La nueva ciencia de la política, Katz Editores, Buenos Aires, 2006, págs 157 y 158.

[4] Daniel 12:1 En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. Filipenses, 4: 3 Y a ti, mi fiel compañero, te pido que las ayudes, porque ellas lucharon conmigo en la predicación del Evangelio, junto con Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida.

[5] En el artículo De colectivos y peatones: Iluminar, publicado por la Revista CRITERIO (número 2469, junio de 2020, Buenos Aires) procuramos aclarar la dificultad de los propios discípulos para entender esta propuesta del Reino de Dios, y como Múltiples proyectos verán en tal o cual iluminado (gnosis) la apertura de la era del Espíritu, la edad definitiva de la humanidad, el milenio de prosperidad, la paz perpetua. En definitiva, la Jerusalén celeste, el Reino definitivo realizado aquí en la historia.

Sobre el autor

Roberto Estévez

Profesor titular ordinario de filosofía política FCS–UCA
Licenciado en Ciencias Políticas, Abogado, Master en Dirección de Empresas y Doctor en Ciencia Política. Autor de diversos libros.

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