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Desde adentro

Creditos: Imagen de Darko Stojanovic en Pixabay
Escrito por José Luis Puiggari
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Las situaciones de crisis representan muy frecuentemente una oportunidad de rescatar valores y comportamientos muchas veces ignorados, otras adormecidos u olvidados. No hay duda que el momento actual, difícil e incierto, representa una oportunidad muy favorable para nuestra sociedad de vivir esos valores con una intensidad distinta.

Formando parte de una institución de salud, que presido como Director General desde hace 15 años, nos enfrentamos a una situación absolutamente inédita y sin precedentes, capaz de mostrar nuestras limitaciones como sociedad, pero también valores fundados en la solidaridad, la responsabilidad, el compromiso y la caridad.

En estas líneas, intentaré compartir algunos de esos desafíos y como se está trabajando día a día para responder de la forma más adecuada posible a la pandemia que estamos viviendo. A la vez, lo hago con un profundo sentimiento de agradecimiento y admiración al personal –de mi institución y de tantas otras organizaciones dedicadas al cuidado de la salud- que en este momento constituyen un ejemplo de entrega y solidaridad con la sociedad.

El primer aspecto que quisiera resaltar está vinculado a las vivencias de cada una de las personas que integran el equipo de salud. Equipo de salud, que no solo comprende a los profesionales médicos y de enfermería, seguramente el grupo más numeroso, sino también a todo el personal vinculado a la atención, cuidado y recuperación de la salud de los pacientes y a la gestión y administración de sus instituciones.

Todos ellos son parte de la institución de salud y todos importantes para dar una adecuada e integral atención a cada una de las personas que asisten a un hospital, a un sanatorio, para recuperar o mantener su salud o su estado de bienestar.

Todo este grupo de personas, una gran parte de ellos profesionales, forman parte hoy de un equipo de salud que vive la situación actual con responsabilidad, pero también con temor.

Hoy conviven sentimientos de miedo, incertidumbre, angustia, debilidades propias de nuestra naturaleza humana. Pero también, a asumir heroicamente las exigencias de su vocación, el compromiso con los demás, a brindar a quien más lo necesite su cuidado, su compañía, su consuelo y aliento, constituyendo un impulso que los lleva a olvidarse de sí para asumir una entrega generosa a cada persona sufriente.

Será también un momento para comprender a aquellos que, ante el miedo, retroceden, renuncian, se desbordan, se equivocan. Las crisis son tiempos de segundas oportunidades. ¡El que hoy no pudo, volverá, se podrá recuperar! Y nos tenemos que ayudar entre todos para superar esas debilidades.

Con responsabilidad, porque son muy conscientes del juramente hipocrático, muy válido para aquellos que lo realizaron en su graduación profesional, pero también para todo el resto que, por vocación, también lo hacen propio.

El sentido del servicio a los demás, hoy está presente con una exigencia muchas veces heroica, pero también sintiendo que conviven muy de cerca con la enfermedad –hoy el coronavirus-, sabiendo que no están exentos de ser contagiados. 

En párrafos anteriores me refería al equipo de salud, al equipo de trabajo. No dudo que hoy (y siempre) esta es una característica propia y diferencial de “instituciones exitosas”. En la medicina moderna, no se puede concebir un programa exitoso de atención a los pacientes, si atrás no está avalado por un equipo de personas, trabajando unidas, intercambiando conocimientos, compartiendo experiencias, gestionando procesos y protocolos.

En una situación de crisis, y hoy lo estamos sufriendo con una intensidad dramática, solo trabajando en equipo estaremos preparados y combatiendo la batalla de la forma más adecuada. Y necesitamos de los mejores profesionales, de los mejores formados, de las mejores personas para que sean parte de ese equipo.

La responsabilidad y peso de la situación que estamos viviendo requiere equipos sólidos, coherentes, comprometidos, que puedan compartir decisiones y cuidados. Y a la vez, ser fuente de apoyo, de confianza, de estímulo los unos con los otros. Estoy convencido que solo en equipo, se pueden obtener los resultados deseados.

Es ese trabajo en equipo una de las condiciones para que cada uno de sus miembros mantenga la fortaleza y entereza en la entrega de cada día.

El trabajo en equipo es, además, manifestación de humildad. De sentirse limitado, de saber reconocer el error, pedir perdón, de saber consultar, de intercambiar información y compartir experiencias –buenas y malas- con otros profesionales y otras instituciones, de no perder nunca la capacidad de asombro, la posibilidad de aprender en todo momento. 

Hay algunas notas que son muy propias de esta circunstancia (y que nunca deberían faltar): responsabilidad y actitud de servicio. No son condiciones exclusivas o propias del momento actual, pero si es cierto que estas circunstancias excepcionales las exigen en grado máximo, con la seguridad que los miembros del equipo de salud están haciendo lo mejor para garantizar la seguridad de cada persona, pacientes y compañeros de trabajo.

Es propio del ser humano el temor, el miedo a lo desconocido. ¡Cuán justificado está tenerlo en este momento!!! Pero frente a ese temor, hay algunos “medicamentos” muy apropiados.

Primero, prepararnos adecuadamente. Y los médicos, enfermeras y miembros del equipo de salud han sabido hacerlo de muy buena manera. Son muchos los años de formación académica, residencias hospitalarias, posgrados, viajes de formación como quizás ninguna otra profesión lo demanda. 

Esa preparación, nos permite anticiparnos y brindar una medicina más efectiva, con criterios de seguridad internacionalmente aceptados.

Esa debida preparación, nos da la confianza necesaria para tomar las mejores decisiones, cuyo nivel de éxito se potencia cuando fueron adoptadas compartiendo con otros colegas la situación.

La preparación profesional adecuada, la capacidad de anticiparnos y la confianza de sabernos acompañados, son factores claves para saber llevar serenidad a nuestros pacientes, hoy a la comunidad toda.

Cuando estos atributos profesionales, están enmarcados en el amor por los demás, en la búsqueda de su bien, adquieren una fortaleza superior.

Hoy quienes tienen la responsabilidad de cuidarnos o ayudarnos a recuperar nuestra salud. Posiblemente, como ya mencioné, ellos también estén sufriendo junto a sus familias, los mismos sentimientos de miedo, nervios o incertidumbre que podemos tener nosotros. Pero cuentan con la capacidad suficiente para saber que una vez “vestidos de blanco” ya no hay espacio para esas dudas, ya que la vida de su paciente depende de su fortaleza y de su entrega. Y en ese momento la entrega es total, el paciente y su familia se convierten en ese acto, en el centro de su actuar.

Al momento de repasar lo escrito, me surgió un cuestionamiento: ¿Existen este tipo de personas? ¿Es posible esperar todo esto de los equipos de salud?

Prefiero dejar estas preguntas aún pendientes porque hoy exigimos de nuestras personas que trabajan en nuestras instituciones algo más.

Y les exigimos que sean personas resilientes. Es un concepto que en los últimos tiempos ha tenido mucha difusión. Me gusta hablar de resiliencia como la capacidad del ser humano para superar situaciones adversas/traumáticas e incluso salir reforzado de ellas.

¿No es en el momento actual una condición que nos gustaría que fuera parte de nuestra personalidad? La persona resiliente no pierde la esperanza, supera el desánimo, el no se puede o el no se podrá. Y cuanto más si frente a él está su “prójimo” que espera de su cuidado, de su compasión, de su compañía.

Retomando la pregunta pendiente: ¿existen personas así? ¿Es posible esperar todo esto de los equipos de salud? No dudo en contestar que sí, que existen.

Y mi respuesta es categórica, porque he tenido la oportunidad de haberlo vivido trabajando a diario con tantas personas que hacen de estos valores la razón de su vocación. Y la viven en toda su profundidad, sabiendo superar sus limitaciones cuando está en juego la vida de tantas personas. 

Estos días estamos viviendo ejemplos conmovedores. De personas que no dudan dejar de lado su propia seguridad, para estar allí presentes donde se los necesite. A veces al lado del paciente, pero muchas otras, en el silencio y lejanía del anonimato, pero contribuyendo de forma muy necesaria para que todo funcione adecuadamente.

Grupos de médicos jóvenes, recién recibidos, que se presentan voluntariamente para colaborar allí donde se los necesite.

Personas que, con gran esfuerzo, llegan a su trabajo en medio de una muy importante limitación para movilizarse.

Pacientes que suman sus palabras de aliento y ofrecen su colaboración, también económica, para apoyar la incorporación de tecnologías hoy muy escasas y necesarias.

He tenido la suerte y el privilegio de convivir muchas horas de trabajo con ellos, con muchos compartimos un mismo proyecto profesional o institucional, otros son colegas o miembros de otras instituciones por los que tengo una profunda admiración y respeto.

Y en estos momentos, estoy seguro que todos podemos manifestar un profundo sentimiento de gratitud, porque sabemos lo que están luchando para cuidarnos a cada uno en medio de esta difícil situación. Cada uno contribuye desde su profesión, su formación o su experiencia. Son saberes o realidades muy diversas, donde se funden en un proyecto común la sabiduría del gran doctor con la sencillez de una camarera que con una sonrisa envidiable y una palabra de aliento nos acerca los alimentos cada día o la enfermera que acude con suma paciencia ante nuestro enésimo llamado. ¡Un servicio tan valioso como el otro! 

Por último, quisiera finalizar estas reflexiones, recordando el célebre Juramento de Hipócrates, según su Fórmula de Ginebra, que nos recuerda el compromiso que los miembros de la profesión médica, asumen en su graduación profesional.

Son unos versos conmovedores y es mi mayor deseo, que sean un ideario de vida de quienes tenemos el privilegio de trabajar en instituciones que tienen a la persona en el centro de su actividad.

 

Juramento de Hipócrates Fórmula de Ginebra

«En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.

 Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento a que son acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida de mi enfermo será la primera de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. Mantendré en toda la medida de mis medios, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, de partido o de clase. Tendré absoluto respeto por la vida humana, desde su concepción. Aún bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. 

Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor»

Sobre el autor

José Luis Puiggari

Director General del Hospital Universitario Austral. Licenciado en Administración de Empresas (UCA), con posgrado sobre Instituciones de Salud en «Harvard School of Public Heath». Director titular por el Hospital Austral en las cámaras empresariales ACAMI y ADECRA.

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