Editorial

La Navidad, a pesar de la tristeza de los tiempos

Escrito por Consejo Editorial
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“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.”

Juan 14:27

Estamos en vísperas de iniciar el Adviento, tiempo litúrgico de preparación para la Navidad.

Nos viene a la memoria un libro de quien fuera arzobispo de Milán, Cardenal Carlo María Martini. Se llama “La Navidad, a pesar de la tristeza de los tiempos” y comprende artículos y homilías del jesuita de feliz memoria, entre 1982 y 1994.

¡Qué fuerza guarda ese título ahora, cuando varias décadas después sentimos estar viviendo los tiempos más tristes de todos los que nos han tocado!

Toda familia que ha sufrido la muerte de un ser querido, sabe lo difícil que resulta la experiencia de la primera Navidad posterior a esa pérdida.

¿Cómo podrán la humanidad, nuestro país, nuestras familias, celebrar la Navidad en el año que, como describiera el Papa Francisco “densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso”? (Homilía 27/3/20)

Esta es la Navidad del año 2020. El año de “la tempestad (que) desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades” (Homilía del papa Francisco 27/3/20).

¡En cuántos de nuestros hogares sufrimos ausencias!… De seres queridos que ya no están, sea o no por el COVID. Cuántos abuelos a los que no se puede abrazar. Cuánto dolor por el trabajo que desapareció y todavía no regresó, por la salud psíquica de seres queridos profundamente dañada, por relaciones que se han roto definitivamente, por el mate o el asado compartido que añoramos, por un sentido de la vida que en muchos adolescentes parece apagarse…

Esta será una Navidad distinta. Seguramente la mesa familiar no será como acostumbraba ser. Las misas “del Gallo” serán para pocos, la solidaridad navideña con los pobres será regida por protocolos.

Seguiremos, eso sí, armando en nuestros hogares los pesebres y probablemente más dispuestos a contemplarlos. Ante la imagen del Niño, como San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios espirituales, podremos decir “ved y considerad cómo el Señor nace en suma pobreza para por nosotros morir en la cruz, después de muchas privaciones y todo esto por mí”.

Ver y considerar. La piadosa tradición de rezar el santo Rosario contemplando los misterios gozosos con los ojos de San José, nos permite intuir el dolor de un padre que no puede ni siquiera darle a su hijo un lugar digno donde nacer. “No había lugar para ellos” (Lc 2,7). No hay padre más pobre que San José en aquella noche.

Ver y considerar. Del relato de las visiones de la beata Ana Emmerick sobre la secreta noche en la cueva de Belén, resalta la descripción del frío helado que sufrió la Virgen. Sólo el calor del cuerpo de los animales le daba abrigo.  No hay familia más pobre que aquella Sagrada Familia en Belén.

El “Nombre que está sobre todo nombre” ante el que “toda rodilla se dobla” (Filipenses 2, 10) nace en suma pobreza, en una periferia del Imperio, en un establo con animales y “todo por mí”.

Citamos al Cardenal Martini: “El anuncio de la Navidad, recuerda también lo actual del valor evangélico de la pobreza para que sea propuesto a todos los cristianos (individuos, familias y comunidades). Esto significa ser pobres, es decir libres de los bienes propios y saberlos compartir sin deplorarlo. Pero también significa ser para los pobres, es decir estar de su parte en una elección preferencial cultural y operativa que no deja de lado a nadie, sino que le da atención primaria al que tiene más urgencia y necesidad. Y significa, sobre todo, estar con los pobres. Es decir, compartir y entender desde adentro, sus condiciones de existencia” (artículo en Avvenire, 1983),

Así como el Papa Francisco en Laudato Sii nos ha llamado a reflexionar sobre lo que hemos hecho como civilización con el cuidado de la Casa Común, el “niño envuelto en pañales” nos invita a reflexionar sobre lo que hemos hecho con nuestra vida repleta de “negligencias, agresividades y avideces” (San Buenaventura).

Cada uno frente al pesebre, podrá preguntarse de qué necesita ser salvado.

“En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo” (Papa Francisco, homilía 27/3/20).

En estos tiempos, estamos a tiempo

“Ven, señor Jesús” (Ap 22, 20) son las últimas palabras de la Biblia. La preparación para celebrar al Señor que viene “pronto”, marcará todo nuestro Adviento.

El Cardenal Walter Kasper, un teólogo influyente en el pensamiento de Francisco, señala en su libro “Jesús, el Cristo” (cfr. Capítulo 5), que el evangelista Marcos resume el contenido entero del Evangelio de Jesucristo en boca del anuncio de Juan el Bautista: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15).

Para los judíos, siempre en la mirada de Kasper, el tiempo no representaba una realidad puramente cuantitativa sino cualitativa: es decir, se mide por su contenido. El nacimiento de Jesús es la llegada del Reino de Dios porque la actualidad, desde hace 2000 años, está cualificada por un hecho que obliga a decidirse. Citamos a Kasper: “El futuro de Dios es salvación para quien sepa tomar el ahora como presente de Dios y como la hora de la salvación. El presente es el tiempo de la decisión a la luz del futuro de Dios”.

Este concepto lo retoma el Papa Francisco en su homilía del 27/3/20. Y aunque habla de Cuaresma, solamente hace falta reemplazar esa palabra por Adviento para que asuma plenamente su actualidad: “En esta Cuaresma (leamos Adviento) resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba (leamos: de esperanza)  como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás” (Francisco, 27/3/20).

Tiempo de un nuevo nacimiento.

Nos hará bien frente al Pesebre, volver a dejarnos interpelar por aquel diálogo hermoso de Jesús con Nicodemo que relata el capítulo 3 del Evangelio de San Juan.

Jesús le dice que hay que “nacer de nuevo”, y Nicodemo le pregunta cómo es eso posible. “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: en verdad te digo que el que no nace de nuevo, del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. (Jn 3, 4-5)

Nosotros, como Nicodemo, en alguna medida somos maestros de la ley. Somos dirigentes de empresas, ejercemos distintas formas de liderazgo, tenemos formación universitaria, somos referentes para muchos y sin embargo “no sabemos” (Jn 3,10)

Sin dudas que la conversión es personal y tiene una expresión comunitaria. Hacia un nuevo estilo de vida que podría reflejarse en la exhortación que tanto reitera el Papa Francisco en todos sus documentos y que bien podría resumir el punto 58 de Querida Amazonia: “Optar por un nuevo estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno” (QA 58).

El Reino de Dios ha llegado.

La Navidad es el anuncio de una gran alegría para todo el pueblo. Es el anuncio de una gran luz para el pueblo que anda a oscuras. Es la llegada de la paz para los hombres amados por Dios, es decir para todos porque nada puede separarnos del amor de Dios.

De hecho, es el cumplimiento –volvemos a Kasper- del Shalom escatológico del pueblo judío: el Reino de Dios era para el pueblo elegido “la realización de la paz entre los pueblos, entre los hombres, en el mismo hombre y en todo el cosmos”.

Terminamos con una nueva cita del Cardenal Martini: “Esta Navidad puede cambiar de verdad nuestra vida si nos dejamos involucrar por el anuncio en un nivel personal, social y religioso. Personal, viviendo la vida con sobriedad redimensionando nuestros deseos de tener y de satisfacer nuestro egoísmo. Social, buscando la justicia en la relación con los demás y preocupándonos por su bien poniendo nuestro esfuerzo, como empresarios, en  crear riqueza y trabajo. Religioso, dando gloria y alabanza a Dios y sirviéndolo en el espíritu de las bienaventuranzas” (Homilía en Navidad de 1993).

Que podamos vivir una Navidad feliz y recibir en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestro Pueblo sus frutos que son: la alegría, la luz y la Paz.

 

Créditos de la imagen: Wikipedia CC Arjun

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Consejo Editorial de Portal Empresa, la revista digital de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).

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