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Meritocratitis II

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Zeitgeist

Hace poco más de un mes Portal Empresa me publicó una nota titulada casi como ésta. Cuando elaboraba las alternativas para el título, me parecía fea la palabra meritocratitis, pero a falta de otra mejor, así apareció en el ciberespacio. Claramente no fue un título “clickbait”, sin embargo, al reproducirla en LinkedIn obtuvo casi 7000 vistas y muchos comentarios. Allí hacía un desmunuzamiento del estado interior negativo que puede resultar de creer en exceso en la meritocracia. Quizás, lo que más motivó su lectura y réplica fue la descripción de ese sufrimiento individual no confesable y la extensión que parece tener esa frustración.

Después, apareció en la arena de los medios la discusión/enfrentamiento sobre la meritocracia. No voy a concluir como alguien que conozco que diría: “seguro que leyeron mi nota…” Por el contrario, quizás este fenómeno es algo propio del espíritu de la época. 

Es más, por esos designios inescrutables de Google y sus algoritmos providentes empezaron a aparecer en mi teléfono diversas notas sobre el tema. Me pregunté si todo esto ameritaba una segunda columna o todo eso era parte del mundo que mi teléfono recrea para mí. 

Ante la duda, seré breve.

Tormenta

La arena de los medios se arremolina y se ve poco y nada. Parece que se discute una cosa y se discute otra. Discutir los ingresos públicos, la coparticipación y las leyes y decretos que los rigen corresponden a un plano diferente al de la experiencia individual de abundancia o frustración, de solidaridad o indiferencia, de méritos no reconocidos u oportunidades no recibidas.

Nudo

Lo que se dice de lo colectivo, no se puede decir de lo individual, sin más. Es un asunto de las reglas de la retórica que se eluden para afectar la emocionalidad individual del votante, espectador, twittero y ciudadano de las marchas. Y viceversa, lo que se dice del progreso espiritual y la madurez personal, no puede decirse de la sociedad o los grupos. 

Argumento de exprofesora de lógica: si la máquina es pesada, no implica que sus partes lo sean. Si una pluma es liviana, no significa que varios kilos de pluma no pesen nada. Objeción al argumento: la diferencia con la máquina y las plumas es que, en el todo de la sociedad, las interrelaciones nos modifican mutuamente y todo se hace más complejo y pesado.

Gran nudo de la filosofía social que no resolveremos acá, ni allá.

Desenlace

Leí sobre el libro “La tiranía del mérito” del filósofo Michael J. Sandel en El País de hace pocos días, y quiero resaltar un concepto, categorización o constructo que allí aparece. 

Sandel diagnostica a la sociedad norteamericana, sus elites y su populismo. No opino sobre esto y, mucho menos, uso este último concepto que desata irracionalidades que no me interesan. Además, como decía Vicente Vázquez Presedo en clase, hay que ver por qué un autor se hace bestseller. En fin. Ahora no importa.

Si bien aún no busqué su formulación original en inglés, subrayo la idea-diagnóstico de Sandel: “estatus social herido”. 

Think about it. 

¿Quiénes?

¿Cuántos? 

¿La misma herida?

Creo que el concepto acierta en uno de esos nudos que pueden estar atando lo individual y lo colectivo. Y parece que aplica a diversos y diferentes. Y dispara marchas y votos, diversos y diferentes.

Yo diría que es ése el sufrimiento que mordió mi columna.

 

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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