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Que la Patria nos lo demande

Escrito por Portal Empresa
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Editado por Gonzalo Novillo Saravia*

 

La Patria supone un vínculo con la tierra y su paisaje, y con aspectos culturales tales como la historia, sus héroes, su lengua, sus bailes y sus costumbres típicas.

No obstante, más allá de estas referencias, el concepto Patria asume su verdadera importancia cuando existen valores comunes compartidos, entroncados en un orden jurídico y en instituciones, que permiten pensar no solo en la unidad de origen, sino también en un destino común.

Con esta visión la Patria deja de ser un lugar y se transforma en un vínculo dinámico entre los que sienten que su relación con sus compatriotas es un sueño compartido. 

No hay Patria sin “bien común”, un concepto abarcativo del conjunto de valores reconocidos y aceptados que dirigen el destino de sus miembros, que exigen lealtad, que impulsan a ser defendidos y que invitan a ser enseñados a nuestros hijos.

Nuestra pertenencia la concebimos como un proceso al que debemos sumarnos convertidos en servidores de la sociedad, capaces de actuar por ella, honrándola y sirviéndola, nucleados por un sentido de identidad y pertenencia. 

El patriotismo –una virtud a la que tenemos que devolverle su jerarquía en la escala de valores– mide el comportamiento individual frente a la comunidad. Es “la disposición constante del alma para las acciones, conforme a la ley moral”. Se manifiesta en la defensa con fuerza, coraje y constancia del conjunto de valores que se encarnan en la Patria.

La virtud del Patriotismo requiere de la fidelidad a los ideales comunes y de la prudencia y la tolerancia para obrar en conjunto con nuestros semejantes. 

Requiere –además- de la lealtad a principios compartidos, del respeto a los pactos y contratos que ajustan nuestros intereses en armonía, de la valentía necesaria para luchar por la justicia y de la generosidad para saber recompensar y perdonar.

Son estas virtudes asociadas las que dan una respuesta de calidad a los desafíos de cada tiempo histórico y a los actores que los enfrentan. Porque cada Patria es distinta, como son diferentes los patriotas que la hacen posible.

Actualmente el patriotismo que se nos demanda es el patriotismo cotidiano y anónimo de ciudadanos mezclados entre millones de habitantes, pero unidos por amor o necesidad al mismo destino.

Si repasamos el triste inventario de las mezquindades y ambiciones personales que exhiben muchos compatriotas, en contraste con el sufrimiento y las carencias de los que van quedando al costado del camino del progreso (y hasta de la dignidad), no parece que buscaran el premio en tan desinteresados principios.

La Patria no se declama, ni se confunde con casacas deportivas. Si sólo la declamamos, nos convertimos en fariseos de su culto. No en patriotas, sino en “patrioteros”. La Patria se vive y se ejercita. Estas son las razones que nos llevan a pensarla dinámica y plena en la acción. Su existencia es el proceso que la mantiene viva en el corazón de sus hijos.

Cuidar la Patria es respetar sus instituciones y sus leyes, trabajar sin descanso para instalar y mantener los principios éticos que aseguren su existencia digna; porque un argentino aislado, solitario, sin sociedad a la que servir y sin comunidad por la que trabajar, por definición, ya no tiene Patria.

Vivimos episodios en los que miembros de los supremos poderes políticos de la Nación encubren cínicamente o defienden escandalosamente a uno de sus pares aún en contra del juicio moral de la ciudadanía, con total prescindencia del daño que causan al contrato social que deben preservar.

No se habla de “traición a la Patria”; sin embargo hoy vemos a la patria traicionada por quienes anteponen sus particulares intereses a las exigencias éticas de una sociedad lastimada y abandonada a sus propias fuerzas.

El primer cuidado de la Patria que nos corresponde ante tales desatinos, es sentir vergüenza por no ser “argentinos probos” tal como nos soñaron otros argentinos probos que nos precedieron, y –así- haber frustrado el sentido de su sacrificio, de su entrega y de su esfuerzo.

Entrelazando la lectura de las páginas de la historia con las páginas de los diarios de actualidad, nos imaginamos que, además de un ejercicio generalizado de la virtud del patriotismo, hoy, para recuperar nuestra Patria enferma y disociada, se requerirán “hombres y mujeres de talla histórica” que antepongan la Patria al logro de satisfacciones personales.

La Patria que nos interpela debe estar en lo más hondo de todos nosotros, los argentinos del presente. Es heredad de un pasado y desafío de un porvenir por construir. Atender esa interpelación requiere un esfuerzo para el que a veces no parecemos estar demasiado preparados ni dispuestos.

La realidad que nos circunda habla de fracturas y disensos. A la hora de construir una sociedad más justa y equitativa, estamos más cerca de un acuerdo que de una fragmentación, aunque aún no encontramos los caminos para concretar este encuentro.

Uno de los senderos a recorrer es superar la indiferencia: preocuparnos realmente por la cosa pública aceptando que “no nos salvamos, ni nos condenamos solos”.

Otro es la superación del individualismo, evitando buscar la satisfacción personal a expensas de los demás y terminando con actitudes de autismo social al creernos a salvo porque todavía no nos golpean la puerta.

Este mes de mayo de 2003 nos trae la dura realidad de colores patrios manoseados por políticos caducos que detentan cargos públicos, de estribillos y consignas irresponsables y mentirosas que sólo pueden ser escuchadas por quienes cobran para ello.

Nos observan atónitos chicos que no tiene casi de comer, a los que les ofrecemos una escuela pública que ya no es cuna del conocimiento y de igualdad de oportunidades, sino refugio para otorgar precaria alimentación y protección.

Para cambiar esto necesitamos no solo patriotas con grado de heroísmo, sino también muchos patriotas “de todos los días”.

Necesitamos recuperar el valor de la ciudadanía en el ejercicio del voto y en la fiscalización de los actos eleccionarios. Necesitamos civismo en el cuidado de “lo público”. Necesitamos laboriosidad reconociendo que los frutos de esta tierra generosa no nos vienen dados, sino que hay que lograrlos. Necesitamos participación en todos los estamentos y niveles de la sociedad. Y necesitamos ilusión para volver a imaginarnos una patria grande y un destino común.

La patria nos demanda, sin clarines ni grandilocuencias: ya nos hemos dado cuenta que el “águila guerrera” de nuestros cantos era apenas una paloma torcaza algo engreída. Pero si bien las heridas son profundas y el sabor del fracaso se paladea a diario, debemos levantar la mirada con humildad y pedir fuerzas a Dios para responder con honor al llamado de la Patria. De no ser así, llegará ya la oportunidad en la que ella nos lo demande.

*El texto precedente, editado por Gonzalo Novillo Saravia, es un compacto del editorial de la edición de mayo de 2003 de la Revista “Empresa” (órgano institucional de ACDE) con un mensaje que -17 años después- mantiene intacta su vigencia y con un conjunto de propuestas de sorprendente actualidad que justifican su reproducción.

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