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Generación de Empleo: Premio a empresarios

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Escrito por Álvaro G. Casalins
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¿El Shaw[1] de Titanio?

El 1º de septiembre participé por primera vez del encuentro virtual de los socios Super Senior de ACDE y seguí con sumo interés las reflexiones de Luis M. Bameule sobre el momento por el que atraviesa nuestro querido país. Impresionado por la claridad de la exposición busqué más opiniones suyas y me encontré con las tres entrevistas que le hiciera recientemente la redacción del Portal Empresa. Me pareció muy claro que los empresarios, fuertemente inspirados por Enrique Shaw, advierten las urgencias de esta hora. Nos enfrentamos a una pobreza y una ignorancia crecientes. Los índices son por todos conocidos o al menos están al alcance de cualquiera de los que tenemos un razonable acceso a la información. El deterioro parece ser una tendencia de tal entidad que los que tenemos una esperanza de vida actuarial menor a un par de décadas, solo podemos aspirar a vivir el momento en que tal deterioro muestre un cambio de tendencia.

La Esperanza es una virtud y es bueno perseverar en su práctica, sin embargo, podemos ir más allá y emplearnos a fondo en hacer nuestro aporte posible para lograr la reversión de la tendencia. Los empresarios cristianos hoy son convocados, en particular, a dar una respuesta. Tal respuesta resulta distinta a las que se les pedía en momentos de prosperidad, más dirigida a valorar el trabajo y mejorar sus condiciones. En esta emergencia, el llamado es a crear trabajo, a generar empleo y a conservarlo. Debo precisar, empleo genuino y de calidad que otorgue al prójimo la posibilidad de emprender junto con el empresario. Empleo genuino es el que resulta del reconocimiento a los méritos, a la educación y capacitación que el increíble desarrollo tecnológico de nuestro tiempo hace cada vez más necesaria.

Generar empleo no es generar empleo estatal. Generar empleo no es transformar los llamados planes en un salario básico universal. Generar empleo es la consecuencia de crear una empresa o de ampliarla, a iniciativa de los privados, de nosotros los laicos. Y ese llamado incluye la convocatoria a participar en todos los ámbitos, políticos, académicos, gremiales, periodísticos o educativos donde se diga o decida algo que afecte, incida, favorezca o impida la creación de una empresa, la creación de valor. En un llamado a lograr un clima de confianza en el que se pueda emprender, se pueda crear valor. Eso es hacer una verdadera opción por los pobres.

Sabemos que nuestro querido país desalienta, y hoy hasta impide el nacimiento de nuevas empresas. Podemos afirmar que las sofoca con cargas impositivas, una legislación laboral obsoleta, inadecuada y decididamente injusta y una incesante serie de malas decisiones en materia de política económica, inspiradas en ideologías abandonadas por el mundo desarrollado.

La clase política ha cargado sobre el sector privado el desmedido costo de un Estado enorme. Esa es la realidad, la realidad que debemos cambiar para poder seguir cumpliendo con nuestro rol de cocreadores. Coincido plenamente con Bameule: al Estado no le cabe la virtud de la solidaridad. Sí, le corresponde crear condiciones muy básicas para el desarrollo de las personas: seguridad, salud, infraestructura, justicia, educación, moneda…[2]

El empresario argentino tiene que salir de su zona de confort, hacer sus mejores esfuerzos movilizándose y movilizando al ciudadano común para lograr un cambio en esas condiciones que impiden la creación de nuevas empresas y la conservación de las existentes, y lograr que la sociedad incentive la creación de empleo. En este contexto, el empresario cristiano está llamado a vivir las virtudes heroicas, luchando contra toda esperanza.

Un sistema que funciona debe contemplar, dentro de un marco jurídico que asegure la previsibilidad, claros incentivos, premios y también castigos. Aunque esta última palabra hoy suene demasiado dura. Y en esa línea, debemos sumarnos a los que premien la generación de empleo y a los que sancionen a los que destruyen el empleo.

Obviamente, incluyo a todos los ciudadanos, en particular a los individuos e instituciones que, por su relevancia en la toma de decisiones políticas, por su labor académica, periodística o educativa, puedan ser reconocidos por haber contribuido en forma significativa o por haber logrado ese objetivo tan prioritario y difícil de concretar. También incluyo dentro del universo sobre el que aplicar ese sistema de premios y castigos a quienes destruyan o contribuyan a destruir el empleo argentino.

No estoy proponiendo la real institución de un Premio Shaw de Titanio, que elijo denominarlo así por tener tal elemento químico la mayor proporción de dureza-densidad de todos los elementos metálicos, que podría ser concedido a los empresarios –incluidas en el plural las empresarias- generadores de empleo, por otra parte, hoy, verdaderos titanes. Es solo una forma de condensar la épica de emprender en esta coyuntura. Propongo premiar simbólicamente con nuestro voto, nuestra opinión y nuestro apoyo a quienes valoren, alienten, permitan y generan empleo y sancionar severamente, de la misma manera a quienes lo destruyen.

No todos los que se desinteresan de la importancia que el empleo tiene para que se pueda sacar de la pobreza a muchos argentinos pueden ser sancionados con el señalamiento público de su falta, porque la razón de su indolencia o de su error, es la ignorancia. También puede tratarse de víctimas de las ideologías o de una determinada formación sociológica o económica.

En cualquier caso, el señalamiento de la prioridad que hoy tiene el empleo como un valor, como un bien jurídico, a través de nuestro premio a los que lo generan y nuestro castigo a los que lo destruyen, contribuirá a crear más interés por entender cómo funciona la economía y por tanto la alternativa natural para ir dejando atrás la pobreza. Ello sin olvidar las tentaciones de los que, si bien crean valor, lo hacen desde el egoísmo, la avaricia y el abuso de poder.

Coincido también con Bameule en que el cumplimiento de la Constitución ayudaría a empezar de nuevo.  Dicho con palabras de nuestro San Mamerto Esquiú “Obedeced, señores; sin sumisión no hay ley; sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad: existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina”. La dirigencia argentina debe lograr acuerdos básicos para avanzar en este sentido. De lo contrario, las inversiones no llegarán a la Argentina, el capital y los emprendedores se seguirán fugando, y la pobreza seguirá creciendo.

Referencias

[1] La conocida Ley Nacional de “Asignaciones familiares” (sancionada como Decreto-Ley 7913/57) se debió al trabajo intenso de Enrique Shaw. La gran consideración de Enrique Shaw a la familia lo motivo a contribuir a ella a través de la legislación. Junto con los colegas de ACDE contribuyó a desarrollar el proyecto de Ley Nacional de Asignaciones Familiares. Ese era el imperativo de la hora.

[2] Cita a San Juan Pablo II quien en “Centesimus annus” (CA) claramente afirma que el sistema de libre mercado o “economía libre” es necesario para proponer a los países que “buscan la vía del verdadero progreso económico y civil” (N° 42). Pero este modelo, según San Juan Pablo, requiere una atmósfera mínimamente favorable a fin de poder considerar la decisión de invertir, o sea “de ofrecer a un pueblo la ocasión de dar valor al propio trabajo” como una actitud de querer ayudar y ponerse en manos de la Providencia, lo cual muestra las cualidades humanas de quien decide” (CA N° 36).

Sobre el autor

Álvaro G. Casalins

Abogado (UCA)

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1 comentario

  • Me parece formidable lograr que esto ocurra.
    La Argentina está enferma de saltar de uno a otro extremo, y ninca surje la solución. Es hora que TODOS, o por lo menos una gran mayoría, comprendamos y ejerzamos eso. De lo contrario nunca saldremos a flote.
    Pedro R Cossio