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Reflexiones pandémicas

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– “Artículo 5:  Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen municipal, y la educación primaria. Bajo de estas condiciones el Gobierno federal, garante a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones…; Artículo 6: El Gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir la forma republicana de gobierno…”. La voz de mi hijo llegaba desde la fila de atrás del auto en forma monótona, monocorde, casi como un mantra. 

“¡Qué aburrido que es esto! Tengo que estudiar todos los derechos y garantía de la Constitución. ¡Me quiero matar!”. El viaje iba a ser largo…

Para un padre abogado, es como tratar de remontar un 5 a 0 abajo. La ley generalmente se presenta como árida, monocromática y muchas veces ininteligible. ¿Cómo explicar a un hijo que esos derechos y garantías son frutos de años y décadas de luchas intestinas, y que el sólo hecho de que existan y se estudien es un acto de libertad de un valor incalculable?  

“Papá, ¿qué es ‘republicana’? ¿Que no es una monarquía?”

“Es algo más… significa que los propios gobernantes encuentran un límite a su actuar en los derechos individuales de los ciudadanos…”.

Quería explicarle que esa sola palabra es una toma de posición vital frente a la organización del mundo. Quería contarles sobre la tragedia de los gobiernos autoritarios, sobre las grandes guerras del siglo XX. Pero el efecto soporífero del viaje, los apuntes y mi propia voz eran enemigos imposibles de vencer.

Claro… nada nos podía hacer imaginar que, en menos de 24 horas, ser padre, abogado y vivir en CABA iba a ser tan popular. Tampoco imaginaba mi hijo que las palabras federalismo, representativismo y república iban a tomar un sentido práctico, inmediato y apremiante. 

Decreto de Necesidad y Urgencia, amparos, autonomía provincial, facultades delegadas, intervención federal, organización de la justicia, medida cautelar, ley de seguridad interior, fueros, competencia, materia federal, per saltum, desobediencia civil, Francisco de Vitoria, competencia originaria, Corte Suprema, inhibitorias. Todo, en 24 horas.

Ahora sí, mis hijos me escuchaban como si fuera un comentarista de fútbol. Lo que estaba en juego era si volvían o no al colegio. Uno podía ser comentarista, pero ellos, los chicos, eran los protagonistas de horas de programas de televisión y ríos de tinta impresos (o digitales).

Pero el interés y la expectativa que se había generado en alumnos y padres fue, más pronto que tarde, dando paso a la frustración y el enojo. 

Los padres y alumnos que vivimos en CABA vimos y vemos a jefes de estado y de ciudad echándose culpas, ministros contradiciéndose, sindicatos llamando al paro, y todo esto tiene que terminar.

La dicotomía entre salud y educación no es real. La educación debería ser parte de la solución y no del problema. Es precisamente porque estamos en medio de una crisis que la educación es esencial.

Pero no sólo una crisis sanitaria, que nadie niega ni discute, sino una crisis de pobreza endémica grave. Y, según la UCA, son precisamente los hogares con niños los que han experimentado mayor fragilidad en el contexto de emergencia sanitaria y su consecuente crisis económica, pasando la mayoría de ellos a una situación de pobreza.

Hace apenas dos semanas, un grupo de dirigentes empresarios y sindicales autodenominados “Argentina 2040” nos presentaba un diagnóstico de consenso, para un plan de crecimiento y desarrollo sostenible. En ese consenso señalaban que justamente los altos índices de pobreza afectan particularmente a niños en edad escolar (0 a 17 años), lo que repercute directamente en sus potencialidades para alimentarse, educarse y luego ingresar al mercado de trabajo. Estos chicos, pero también todos los que vivimos en este país, tenemos una necesidad imperiosa de que puedan seguir educándose.

Lamentablemente las clases virtuales, además de no ser lo mejor, no llegan a todos. Y esta falta de acceso o conectividad deja de manifiesto otra gran desigualdad.

En definitiva, no se trata de reemplazar un capricho por otro, sino de reconocer a la educación en las aulas como condición esencial para el progreso y la transformación que tanto anhelamos. Y a partir de ahí, tomando esto como genuino punto de partida, definir las políticas de prevención que sean necesarias.

Juan Bautista Alberdi, quién más, decía “…las leyes restrictivas de la libertad de enseñar y aprender, a la par que ofensivas a la Constitución que las consagra, serían opuestas al interés de la riqueza argentina”.

Hoy dejando a mis hijos en el colegio, tuve la sensación de cuando votamos en elecciones. Se estaba ejerciendo un derecho y cumpliendo con una obligación, que nos hace mejor y mejores como sociedad. Y que nos define como República.

Sobre el autor

Gonzalo Oliva Beltrán

Abogado. Socio del estudio Barreiro, Oliva, de Luca, Jaca & Nicastro

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