Una interpretación del filme más visto en Netflix (Campion, 2021)
Jane Campion, que nació el mismo año en que Golding publicó su novela, profundiza acerca del bien y del mal en el mundo. Bien y mal parecen encontrarse, confundirse y diluirse en la existencia de los personajes de El poder del perro. El film termina como “empieza” con la soga “suicida” que Peter guarda enguantado debajo de la cama. El suicidio de su padre está eludido, pero gravita en la película y el arma, es decir, la soga vuelve a estar disponible para en caso de necesidad: que George maltrate a su madre. Las cosas pasan porque alguien hace que pasen… y en esta película vemos que pasan de la mano de Peter, de aquel que desde el principio se nos muestra “débil”, “afeminado”, “retardado” (sic), que hace flores de papel para la tumba de su padre y la mesa del comedor de la posada, pero que es capaz de degollar a un indefenso conejito para ver sus vísceras como estudiante de medicina -primera señal de crueldad disfrazada-. Como guiño a Golding rescato el primer plano de las moscas sobre la piel del caballo ya hacia el final del relato, ya cuando triunfó el mal al haber terminado el lazo de cuero Phil, de cuero con antrax.
Pero el perro y las moscas no son los únicos elementos con connotaciones bíblicas: tenemos a Phil y a George dos hermanos, en apariencia uno bueno y otro malo. Caín y Abel. El agua que limpia y la soga…
Phil (Benedict Cumberbatch) y George Burbank (Jesse Plemons) son los propietarios de un rancho ganadero en Montana en 1925. Su trabajo los lleva a un pueblo y encuentran alimento en la posada de Rose Gordon (Kirsten Dunst), una viuda que trabaja de sol a sol para conseguir mantenerse y poder dar educación a su hijo Peter. George se encariña con Rose y se casan. Su hermano desde el primer momento sospecha de las intenciones advenedizas y rechaza a Rose que, ya ubicada en la nueva casa se siente sola y se convierte en alcohólica. Un mal llamó al otro. Phil no tolera a Rose, pero va “adoptando” a Peter a quien lo instruye en las tareas del rancho, le fabrica un lazo de cuero y por el que siente atracción. Sin embargo, la historia es lo de menos en esta película que constituye un ensayo de moral. Interesante es considerar el juego entre libertad y destino, mal y bien, predestinación y acción libre, deseos y aversiones, desesperación y esperanza, apariencias y realidad. Voluntad y pasiones que compartimos los humanos. El mal, ¿está más allá de la persona, está dentro o acaso no estará en la relaciónn? ¿Es ausencia del bien, es decir de suyo existe o no existe? ¿Y el bien de qué depende? ¿De mí? O acaso ¿no dependerá de los otros? ¿Qué pasa con el perro? ¿Su poder dónde radica? El filme no clausura una respuesta. Abre más y más interrogantes, aunque hasta parecería revisar una vieja cuestiónn escolástica: el mal anida en lo que se aparta de lo natural, en la desviación. Y aquí el sentido -tal vez inconsciente de la misma directora- que el mal, está en las desviaciones. Un mal que fluye, que es en relación es decir que no está aquí o allí, o en el corazón cegado de las personas, que efectivamente no tiene entidad, no es, salvo en la relación o relaciones humanas desviadas. Y, entonces… ¿cuál es la vía? El amor.
La frase inicial de Peter se recobra al final de la película: “Cuando falleció mi padre mi mayor deseo era ver feliz a mi madre. ¿Qué clase de hombre sería si no ayudaba a mi madre? ¿Si no la salvaba?”. No es menor la palabra salvación en este contexto teológico/ filosófico que plantea el filme. Al igual que la idea de felicidad. La conclusión posible es que no nos salvamos ni condenamos solos. ¿La felicidad a cualquier precio? ¿El fin justifica los medios?
La película comienza con una primera escena de los dos hermanos opuestos. George está sumergido en la bañera, limpio, Phil no se baña. Es el sucio. Aparentemente, limpio y aparentemente sucio el otro. En realidad, se trata de limpieza y suciedad pública, según las reglas o convenciones sociales. Por eso, Phil tampoco se presenta en la reunión familiar hasta el final. Sin embargo, se lava en el río más de una vez, solo; se trata de una limpieza a escondidas, no social. El agua que purifica está también presente en su vida, de otra manera. En la escena final, Phil es lavado para recibir las honras fúnebres. En todo el filme hay una fuente siempre seca a la entrada de la casa. Acaso qué sentido tiene una fuente seca… Como una vida sin amor: seca.
La soga. En la etimología judeocristiana, el término “esperanza” es soga. Tikvà en hebreo. Una soga es algo que no solo podemos ver con nuestros ojos -como el perro de la montaña- sino algo que podemos agarrar con nuestras manos, tirar de ella. La esperanza en hebreo implica la expectativa de obtener lo que se desea, ya que la palabra hace referencia a esa “soga” o “cuerda”, y viene de la raíz hebrea kavah, que significa unir, recolectar, es decir: esperar algo unido con una cuerda. Enlazar. La esperanza es esa cuerda a la que nos aferramos en la vida ante la adversidad, con la tranquila seguridad de que alcanzaremos lo buscado. Esperanza. ¡Una cuerda! La cuerda que sostiene entre la vida y la muerte. Crear lazos nos mantiene vivos y nos lleva a la muerte. Todo es relación. ¿A qué se aferra nuestra línea de vida, nuestra soga, nuestra esperanza, ese punto de anclaje que evita que caigamos y que hagamos lo posible para mantenerlo tenso? ¿A qué me aferro? Peter seguía aferrado a su madre y haría todo lo que fuese necesario por evitar que algo se interpusiese entre ellos o a la felicidad de ella. Phil, a su pasado; George a la prosperidad de su rancho. ¿Rose? A la posada, a su hijo, al alcohol…
Se podría decir mucho de esta película. Termino con esta idea: somos no solo por lo que hacemos: nos hacen -o nos deshacen- los otros. Es decir, somos responsables del ser y hacer del otro. Nadie es “causa sui”. Dependimos de nuestros padres para existir y seguimos dependiendo unos de otros y compartimos una naturaleza que nos hace responsables unos de todos y todos de cada uno. “Fratelli Tuti”. Nadie se salva solo. Nos necesitamos. De todas las relaciones la más fuerte e indisociable es la de maternidad-filiación. El mal acecha en relaciones enfermizas cuando desplazamos el amor, la comprensión.
Una última consideración: unos ven la montaña, otros, pocos, muy pocos, ven al perro con las fauces abiertas esperando a quién devorar. Trascender las apariencias. Evitar juzgar superficialmente. Entrever la realidad escondida. Algunas de las enseñanzas de Jane Campion con El poder del perro. En el texto audiovisual algunos podremos ver las huellas de una educación religiosa recibida, cuestionada e interpretada.