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El ocaso de la virtud: corrupción social y política en la Argentina

Foto: Hernán Piñera/Flickr

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La pérdida de la virtud como origen de la decadencia

Una breve reflexión, dadas las circunstancias por las que atraviesa hoy la sociedad argentina en franco proceso de desintegración social y política. 

Montesquieu y la vigencia de sus advertencias

Decía Montesquieu (filósofo y jurista francés, 1689-1755), quien tuvo decisiva influencia en el pensamiento liberal de la Revolución Francesa y del siglo XIX, que la República exige hombres virtuosos y que donde prevalezcan la riqueza y el bienestar material llega a su fin la virtud cívica y política: “Los políticos griegos, que vivían en un gobierno popular, no reconocían más fuerza para sostenerlo que la virtud. Los políticos de hoy no nos hablan más que de fábricas, de comercio, de finanzas, de riquezas e incluso de lujo. Cuando la virtud deja de existir, la ambición entra en los corazones capaces de recibirla y la codicia se apodera de todos los demás (…) antes, los bienes de los individuos constituían el tesoro público, pero en cuanto la virtud se pierde, el tesoro público se convierte en patrimonio de los particulares. La República es un despojo y su fuerza ya no es más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos” (El espíritu de las leyes). 

La decadencia moral y el desinterés por lo público

Precisamente, es esta decadencia moral o alejamiento de la virtud lo que ocasiona la desintegración de la comunidad política y la que conduce a la existencia de una muchedumbre preocupada solamente por su felicidad privada y bienestar económico personal, desentendida por completo de los asuntos públicos y del bien común nacional. 

El poder sin finalidad y la corrupción estructural

Cuando se pierde conciencia de la finalidad del poder, cuando éste deja de estar ordenado por la razón y es ejercido en función del capricho y arbitrariedad de los gobernantes, cuando prevalece la búsqueda del poder por el poder mismo, se altera y pervierte también la propia finalidad del Estado y la corrupción en esta instancia, no será tan sólo un acto aislado, sino una patología social que incluye a gobernantes y gobernados. 

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