Queridos hermanos,
Hoy quiero compartirles la figura de un hombre que habla especialmente a quienes somos empleados, empresarios, emprendedores o dueños de pymes, y que buscó vivir su vida con Jesús como centro y María como Madre: el venerable Siervo de Dios Enrique Shaw.
Enrique Shaw fue empresario, pero antes que nada fue esposo, padre de familia y cristiano. Un laico que vivió su fe en medio del trabajo cotidiano, tomando decisiones reales que afectaban a personas concretas, a trabajadores y a sus familias.
Él entendió algo fundamental: “la empresa no es solo un lugar de producción, sino una comunidad de personas”.
Inspirado por la Doctrina Social de la Iglesia y sostenido por una profunda vida de fe, creía que la economía es un medio y no un fin, y que la rentabilidad solo es verdadera cuando está al servicio del bien común. Por eso promovió salarios justos, impulsó la formación de sus trabajadores y se preocupó sinceramente por la dignidad de cada familia.
No veía al trabajador como un número o un costo, sino como un hermano. No pensaba la empresa solo en términos económicos, sino humanos y cristianos. Su vida nos muestra que una empresa puede ser eficiente y, al mismo tiempo, fiel al Evangelio.
Enrique Shaw también conoció la cruz: la persecución, la cárcel y una enfermedad dura. Y aun así, nunca dejó de confiar. Ofreció su sufrimiento a Dios, sin abandonar su compromiso con la justicia ni su cercanía con los demás. Su testimonio nos recuerda que:
–se puede ser empresario y santo,
-que la fe no estorba el trabajo, lo ilumina y
-que la caridad también puede vivirse en la fábrica, la oficina o la Pyme.
Hoy, en un mundo que muchas veces mide todo solo por resultados económicos, Enrique Shaw nos invita a preguntarnos: ¿qué tipo de empresa estamos construyendo y para quién?
Por eso la Iglesia nos lo propone como modelo e intercesor, especialmente a quienes damos trabajo. Pedir su intercesión puede ayudarnos a tomar decisiones más justas, más humanas y más cristianas.
Porque el verdadero éxito de una empresa no se mide solo en balances, sino en cuántas familias pueden vivir con dignidad gracias a las decisiones de un padre de familia que trabaja con conciencia cristiana.
Enrique Shaw nos muestra que se puede ser padre, empresario y santo, cuando el trabajo se vive como un servicio y no solo como un negocio; porque también en el trabajo, delante de Dios, se juega nuestra santidad.
“Enrique Shaw murió joven, pero vivió lleno de Dios; y en su enfermedad final nos enseñó que la fe verdadera no huye del dolor, sino que lo transforma en amor ofrecido, pero murió como había vivido confiando en Dios y amando hasta el final.
“Vivió como creyó y murió como vivió: en manos de Dios.”

