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La vida, el recuerdo y el legado de Enrique Shaw

Misa por Enrique Shaw
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A 63 años de su partida, el encuentro se celebró el 27 de agosto en la Basílica Nuestra Señora del Pilar y presidido por Monseñor Mauricio Landra, obispo auxiliar de Mercedes-Luján y Delegado Episcopal para las Causas de los Santos, reunió a familiares de Enrique, junto con socios y amigos de ACDE. Fue una ocasión de memoria agradecida por su testimonio de fe, que continúa inspirando a vivir la vida empresarial con sentido, sustentada en valores cristianos y orientada al bien común.

Homilía de Mons. Mauricio Landra

La Palabra de Dios siempre es luz, en Catequesis muchas veces le llamamos así a esa parte del encuentro, iluminación de la vida, de lo que estamos conversando, de lo que también Jesús nos va a decir recordándonos con sus palabras. Y hoy la Palabra de Dios nos recuerda, así comenzó la Carta de Pablo a los cristianos de Tesalónica, una actitud, una invitación, tal vez nosotros lo hacemos cotidianamente, hacemos memoria, recordamos, pero los cristianos no vivimos de recuerdos, sino que agradecemos los pasos y por eso recordamos los pasos de Dios en nuestra vida.

Muchas veces como hitos, como momentos que hay un antes y un después en la vida de cada uno, de una familia, de una comunidad, hasta de una sociedad, no se olviden, recuerden, hagan memoria. La misa es memoria agradecida, la memoria de nuestra fe que recordamos y le hacemos caso a Jesús que nos va a decir siempre “hagan esto en memoria mía, hasta que vuelva, espérenme de esta manera”. 

Pablo a eso lo tuvo muy presente en muchas de sus cartas, como la que hoy celebramos que ilumina nuestra misa, pero no solo recuerden hermanos, sino también nos dejen de agradecer, el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la renuncia, la que otros hicieron para que nosotros estemos aquí, todo en una mirada espiritual, no solo material, nos dieron testimonio y nos dieron la fe, nos compartieron la fe. También, el mismo Pablo anima a cada uno y a todos a llevar una vida digna de ese regalo que nos han dado, por eso no dejamos de dar gracias, dice Pablo, recordar, agradecer y en el medio, tener presente a muchos que han sido testigos ejemplares de nuestra vida y de nuestra fe.

Es bueno hacer esa memoria agradecida no solo a Jesús, sino a los que por medio de otros hermanos nos contaron, nos mostraron, nos hablaron de Jesús, nos testimoniaron, es la vida de los santos, “santos de la puerta de al lado” es una expresión bastante nueva, “amigo de Dios y de los hombres” es un poquito más antiguo, pero no mucho más. Creer en una santidad que es regalo, que es don y por lo tanto se convierte en tarea permanente, constante, no solo en gestos, en pasos de la vida, sino todos los días de nuestra vida. Pablo recuerda que esa palabra de Dios la que recibimos porque nos la dieron, es la que nos sostiene para hacer memoria agradecida, por eso relacionar esta lectura de la Primera Carta, o, mejor dicho, del apóstol Pablo en su Primera Carta a los Tesalonicenses, enseguida nos relaciona con un evangelio que parece más bien un libro de lamentaciones. “Hay”, es una de las palabras que más dice Jesús: “hay de ustedes” y lo va a decir en estos días que venimos celebrando esta serie de pasajes de Jesús en el Evangelio de Mateo, pareciera que Jesús se lamenta como diciendo “estén atentos” porque sería una pena que no aproveche este regalo, algunos no lo están aprovechando y lo han recibido antes que ustedes, algunos tienen muchos años de fe y no están dando testimonio. “¡Qué lástima!”, dice Jesús. el “hay” de Jesús no es condenatorio, no es un “hay” de decirnos “esto no se arregla”. 

Así no nos mira Jesús, nos mira con esa mirada misericordiosa del Padre diciendo: “pero pueden cambiar y mejorar, estén atentos, aprovechen, no están perdidos todos”. Esa mirada también la dan los ejemplos de vida y de fe en la santidad, cada uno en su lugar, en su tiempo, en momentos, en circunstancias… Hoy celebramos a una mamá que su testimonio de fe fue interceder, una mamá que toda su vida pidió por la felicidad de su hijo, pero para que se encuentre con Jesús, para que si es necesario cambie y se convierta. En Mónica tenemos un ejemplo de aquel que es misionero en la oración, testigo, perseverante, incluso generoso, no pidiendo por él sino por algunos que aún no conocen a Jesús y, aun conociéndolo, no lo abraza, no lo toman de su mano, no lo escucha, no le responde.

Por eso nuestra oración hoy tiene que ser una oración misionera, del testigo, anunciando todas estas verdades que forman parte de nuestra fe. Si no somos agradecidos nunca vamos a ser buenos cristianos, si no hacemos memoria, pero memoria cristiana nunca vamos a ver el paso de Dios por la vida de los hombres, incluso a la hora de conservar un documento, un escrito, un testimonio. Muchos de ustedes han dedicado mucho de su tiempo y esfuerzo para reunir por ejemplo lo que Enrique dijo, escribió, hizo y también eso respetuoso de ese paso de Dios por la vida de él y de muchos hermanos que tal vez no conocemos su nombre. Respetuoso como diría Pablo VI cuando le hablaba a los que se encargan de los libros, los archivos y las bibliotecas: “no las guarden, no las conserven, no las cuiden porque son papeles viejos sino porque esto es testimonio del paso de Dios en la vida de muchos hermanos nuestros”. Eso va para cualquier archivo en nuestra fe, en nuestras comunidades, un libro de bautismo donde nosotros encontramos el Libro de la Vida como le dicen en muchas partes.

Volvemos a Mónica, hoy la celebramos con toda la Iglesia, que ella sea, siga siendo ejemplo de a partir de la oración. Contarle a Dios de los demás, un santo más allá del método y de la época es alguien que también le cuenta a Dios de los demás, no le habla tanto a los demás de Dios, sino que intercede muchas veces para que el otro se encuentre con Jesús.

La alegría de tener la santidad tan cerca nuestro siempre es un compromiso de no olvidar y de agradecer. La santidad cerca nuestro porque a veces no es sólo el santo de la puerta de al lado sino del banco de al lado, de la mesa de al lado, muchas veces compartimos el altar, compartimos una oración, otras veces compartimos una actividad en la Iglesia, tenemos a veces testimonios de otros que lo conocieron y siempre va a ser ese llamado a ser muy respetuosos, muy cuidadosos con esa memoria cristiana. Ahí cambia cuando nos dicen que nosotros los cristianos descuidamos este regalo, muchas veces no somos los mejores testigos y el mundo no necesita conocedores de grandes verdades que hablen lindo y largo.

El mundo no necesita que escribamos bibliotecas, lo van a decir también otros papas como Pablo VI, que celebremos, que testimoniemos, que se nos ayude a los demás contagiando nuestra fe; no para que Jesús siga diciendo ¡hay! sino para que también nos diga esos talentos que yo les presté los multiplicaron (más allá del porcentaje de multiplicación) no los enterraron, los compartieron y el amor de Dios cuando lo compartimos se multiplica, nunca se resta. En nuestra fe vivida lo que damos nunca lo perdemos, sino que lo multiplicamos. Así el amor de Dios, así la misma fe, así otros testimonios de vida como el de Enrique, de tantos hermanos y hermanas nuestras en este suelo y en toda la Iglesia.

Dentro de pocos días habrá un acto donde demos gracias a Dios por la santidad de dos jóvenes: Carlos y Pier Giorgio. También como un testimonio agradecido, lo iba a hacer el Papa Francisco, lo va a hacer León. Mañana tendremos una reunión de las comunidades de Argentina con las causas de santos, de todo tipo de historias, algunas recientes, otras de hace mucho tiempo, historias de testimonio, muchas veces generosas, incluso hasta dar la vida. Celebremos que nosotros podemos unirnos en la comunión de los santos con este maravilloso encuentro, con la palabra de Jesús que ilumina, con el pan de Dios que alimenta para que respondamos, para que respondamos las cosas de todos los días.

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