La gestión pública está atravesada por cuan estratégicamente uno comunique esa gestión. Pueden existir grandes ideas, grandes proyectos, líneas programáticas superadoras o todo lo contrario. La clave está en saber leer como son contadas esas historias, ya sean éstas reales y de impacto o ficticias y bien vendidas, ya sean hacia adentro o hacia afuera.
En mi experiencia en la gestión pública en el Gobierno Nacional, me encontré con varios escenarios, en donde la comunicación estratégica no es un tema de agenda, y claramente no es tenida en cuenta. Entiendo que muchas veces la comunicación de estos espacios está centralizada y hasta es vertical (o faraónica) pero considero que siempre hay alguna ventana o puerta por la que podemos entrar y generar un cambio.
Comunicación no es mala palabra y no es solo mandatoria del mundo de las empresas. Mostrar que se puede gestionar estratégicamente la comunicación de nuestra organización es complejo, porque se trata de un recurso soft en donde para mostrar resultados uno debe atarse mucho al proceso y a los indicadores que nos reporten, no solamente el dato duro, sino también qué pasa en el plano de lo cualitativo, y con ello generar la confianza de ir al menos realizando algunos cambios.
Gestión de personas
Cuando ingresé a la gestión pública, con todo por aprender y mucho por saber, me di cuenta inmediatamente de que podemos capitalizar mucho ciertas metodologías del mundo de las empresas y adaptarlas, cuidadosamente, a nuestro espacio de trabajo. Así comencé realizando pequeños cambios, pequeños actos que poco a poco se fueron convirtiendo en rituales, acompañando a los líderes de equipo a esta mirada holística e integradora de una comunicación al servicio y no solo como último eslabón de un proceso de trabajo. Debemos internalizar que nuestros ciudadanos cada vez quieren ser más parte de lo que pasa tras bambalinas en la política, ellos merecen saberlo y nosotros merecemos comunicar nuestra gestión de forma estratégica.
Estrategia no es sólo cumplir los pasos para, sino es alinear y ser coherente hacia todos nuestros públicos. Si yo digo que mi máximo valor es el bien común y no tengo unos minutos para compartir un mate con mi gente, o si hablo de valores como solidaridad e inclusión y para adentro repito “la gente no quiere trabajar” ¿qué valores realmente promulgó? ¿qué hago yo para revertir esto?
Con luz verde de un gran jefe, hice un pequeño experimento. Teníamos una Dirección Nacional nueva, un jefe que nunca lideró equipos, y un equipo de 80 personas ávido por trabajar. Entrevisté a uno por uno, conocí sus miedos, sus intrigas y sus más preciadas ganas. Mi primera semana les pedí que me propongan el rumbo, hacia donde ellos con su expertise, consideraban que debíamos poner foco y con ello armamos en dos semanas el primer mapa de vulnerabilidad de nuestro país. Para hacer este mapa, se armaron grupos por zona geográfica, revisión y sistematización de datos. Eso, fue el comienzo de una gestión estratégica de personas para las personas. Si no podemos hacer lo que pregonamos, no nos merecemos ese lugar de trabajo.
En este contexto realicé un diagnóstico donde relevamos mucha desconexión con el propósito, desmotivación, desgano. Pensamos las acciones conjuntas, las implementamos, mejoramos los resultados y operativizamos. Siempre comunicamos y generamos espacios de diálogo para revalidar cada idea. El equipo tuvo receptividad, practicamos mucho el liderazgo circular, mejoró el clima y los resultados fueron excelentes. Y esto lo logramos con muy poco: entender que no podemos ver la vulnerabilidad allá afuera, sino que nos atraviesa, está más cerca nuestro de lo que pensamos.
Hitos como este, tengo muchísimos, que si bien son internos, son buenos casos de éxito de cómo podemos mejorar la eficiencia logrando una comunicación estratégica en nuestra organización. El desafío está en lograr que los superiores comprendan el valor agregado, que exige muchos recursos contar estas historias y que podemos, en función del termómetro político, timonear para donde la estrategia nos necesite.
Se dice que no existe gestión de lo que no se comunica. Cuanta razón.